CONFERENCIA
“La Paz: Fruto del Desarrollo Humano Integral Sustentable”
En el marco del XIII Encuentro de Diálogo entre Obispos y Empresarios del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y la Unión Nacional Cristiana de Dirigentes de Empresa (UNIAPAC), en la ciudad de Monterrey, con el tema: “La Empresa Constructora de Paz”.
“Reposará en la estepa la equidad, y la justicia morará en el vergel;
el producto de la justicia será la paz, el fruto de la equidad,
una seguridad perpetua” (Is 32,16-17).
Aunque el Papa Pío XII no escribió ninguna encíclica en materia social, sus enseñanzas a través de sus discursos en la Radio Vaticana, dejan grandes enseñanzas que nos invitan a llevar nuestra fe a la vida. En el tema que nos ocupa, podríamos decir que su enseñanza se resume en una frase: “Opus Iustitiae Pax” (La Paz es Fruto de la Justicia). Dicho en otras palabras, donde hay injusticias permanentes, como forma de vivir, se está cocinando la guerra.
“El Papa bueno”, Juan XXIII, nos regaló en 1961 la encíclica “Mater et Magistra” (Madre y Maestra), donde también se refiere al desarrollo: “El desarrollo económico y el progreso social deben ir juntos y acomodarse mutuamente, de forma que todas las categorías sociales tengan participación adecuada en el aumento de la riqueza de la nación. En orden a lo cual hay que vigilar y procurar, por todos los medios posibles, que las discrepancias que existen entre las clases sociales por la desigualdad de la riqueza no aumenten, sino que, por el contrario, se atenúen lo más posible” (MM 73).
Luego, en 1963, nos dio la encíclica “Pacem in Terris” (La Paz en la Tierra), que es un carta de los derechos y deberes del hombre, entre otros los referentes al tema económico: “De la dignidad de la persona humana nace también el derecho a ejercer las actividades económicas, salvando el sentido de la responsabilidad. Por tanto, no debe silenciarse que ha de retribuirse al trabajador con un salario establecido conforme a las normas de la justicia, y que, por lo mismo, según las posibilidades de la empresa, le permita, tanto a él como a su familia, mantener un género de vida adecuado a la dignidad del hombre” (PT 20). El Papa abogaba por una autoridad mundial que condujera a la humanidad en el camino de estos derechos y deberes.
La gran enseñanza que el Papa Pablo VI nos dejó sobre el tema de la paz y el desarrollo, la encontramos en su encíclica “Populorum Progressio” (El Desarrollo de los Pueblos) del 26 de marzo de 1967. Y la podemos resumir en su frase: “desarrollo es el nuevo nombre de la paz” (PP 87). Claro que Pablo VI no hablaba de cualquier desarrollo, sino de un desarrollo “de todo el hombre y de todos los hombres” (PP 14) o, dicho de otro modo, “desarrollo es el paso, para cada uno y para todos de condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas” (PP 20).
En aquellos años sesenta, la gran riqueza acumulada de los países árabes por los descubrimientos de sus yacimientos petroleros, fue depositada en bancos norteamericanos y europeos, ya que no contaban con infraestructura bancaria suficiente. Fue una época en que muchos países del llamado tercer mundo se endeudaron con los bancos de Norte América y Europa, donde terminó el dinero árabe, con la creencia de que bastaba aplicar ciertas normas económicas para que el dinero recibido se multiplicara. Era una época de exagerado optimismo económico, en la que el documento del Papa aparecía como sin fundamento científico y como demasiado pesimista. Lamentablemente, el tiempo le ha dado la razón a Pablo VI, y sus grandes lecciones todavía no han sido asimiladas.
San Juan Pablo II, 20 años después de la “Populorum Progressio”, hizo eco de ella con su encíclica “Solicitudo Rei Socialis” (La Preocupación por la Cuestión Social) del 30 de diciembre de 1987. De esta encíclica y de otros documentos de su magisterio social, podríamos resumir la enseñanza de San Juan Pablo II en el tema sobre la paz y el desarrollo con la frase: “Opus solidarietatis pax” (La paz es fruto de la solidaridad”). Dice el número 39 de la “Solicitudo Rei Socialis”: “La Paz sólo se alcanzará con la realización de la justicia social y además con la práctica de las virtudes que favorecen la convivencia y nos enseñan a vivir unidos, para construir juntos, dando y recibiendo, una sociedad nueva y un mundo mejor”.
El Papa Benedicto XVI quiso conmemorar los 40 años de la encíclica “Populorum Progressio”, pero lo hizo hasta el Año Paulino, el 29 de junio de 2009, entregándonos su encíclica “Caritas In Veritate” (La Caridad en la Verdad). Aunque muchos han pensado que la paz se alcanza en primer lugar con la justicia, y que luego la caridad pasa a un plano totalmente distinto, sin confundirse, Benedicto XVI nos invitó a incluir la gratuidad en la vida personal y social. Para alcanzar la paz hemos de tener en cuenta que “la justicia es inseparable de la caridad, intrínseca a ella. La justicia es la primera vía de la caridad…” (CV 6).
Aunque el Papa Benedicto no hable propiamente de construcción de paz, nos comparte el fundamento, para que el sector económico contribuya a la construcción de la paz cuando dice: “Se pueden vivir relaciones auténticamente humanas, de amistad y sociabilidad, de solidaridad y reciprocidad, también dentro de la actividad económica y no solamente “fuera” o “después” de ella. El sector económico no es ni éticamente neutro, ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y, precisamente, porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente” (CV 36).
En el capítulo cuarto de la Caritas in Veritate, el Papa Benedicto nos habla ampliamente del tema del desarrollo sustentable. Entre otros conceptos dice: “El tema del desarrollo está muy unido hoy a los deberes que nacen de la relación del hombre con el ambiente natural. Este es un don de Dios para todos, y su uso representa para nosotros una responsabilidad para con los pobres, las generaciones futuras y toda la humanidad” (CV 48).
El Papa Francisco en su exhortación apostólica postsinodal “Evangelii Gaudium” (El Gozo del Evangelio) nos dice: “Una paz que no surja como fruto del desarrollo integral de todos, tampoco tendrá futuro y siempre será semilla de nuevos conflictos y de variadas formas de violencia” (EG 219). Para ello el Papa latinoamericano insiste en la necesidad de crear lazos de “Cooperación para resolver las causas estructurales de la pobreza” (EG 188).
Más recientemente el Papa Francisco ha puesto de manifiesto la estrecha relación que hay en el mundo de hoy entre el Desarrollo, la paz y el equilibrio ecológico. En su encíclica “Laudato Sii”, el papa Francisco afirmó que en la actualidad “No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza” (LS 139).
En un segundo nivel, Francisco nos recuerda que la «eficiencia», palabra clave de la nueva ideología global, no es nunca un asunto meramente técnico y por tanto éticamente neutral (LS 34).
Tal como lo afirma Antonio Vives: “El cálculo coste-beneficio, que se encuentra en la base de todas las elecciones “racionales” de las empresas y las administraciones públicas, depende claramente de qué se consideren costes y de qué se consideren beneficios. Durante décadas hemos pensado que eran eficientes las empresas que no incluían entre sus costes el daño que causaban a los mares, a los ríos o a la atmósfera”.
Por ello, “buena parte de la encíclica se dedica a destacar los efectos perniciosos que las empresas pueden tener al perseguir la maximización de beneficios, en particular con una visión cortoplacista y sin valorar adecuadamente los impactos que tiene, en particular sobre el medio ambiente y las personas”.
Siguiendo el aportes de Vives al analizar la Laudato Sii, Francisco “ataca la irresponsabilidad de algunas multinacionales que operan en los países menos desarrollados ….que hacen lo que no les está permitido hacer en los países desarrollados, o del llamado primer mundo…..y cuando se retiran dejan atrás grandes pasivos humanos y ambientales, como la desocupación, pueblos sin vida, ….deforestación, ….. y algunas obras sociales que yo no pueden sostenerse…” (LS 51).
Esta es una severa crítica a la responsabilidad social de algunas empresas, destacando la diferencia entre la verdadera responsabilidad y el lavado de cara de “algunas obras sociales” y los múltiples estándares de comportamiento que usan dependiendo de las consecuencias que tenga para ellas. Asegura que las empresas “se desesperan por el rédito económico” y los políticos “por conservar o acrecentar el poder” y no por preservar el medio ambiente y cuidar a los más débiles.
Francisco reitera los llamados de Juan Pablo II (en “Centesimus Annus”) y de Benedicto XVI (en “Caritas in Veritate”) “a la inclusión en el círculo de intercambio, en la actividad económica, de los menos favorecidos que para las empresas se puede traducir en negocios inclusivos y en la base de la pirámide y la creación de empleos dignos y pone en ese lugar la filantropía pura y dura”. El Papa nos convoca a todos a asumir cambios profundos “en los estilos de vida, los modelos de producción y consumo y las estructuras de poder”.
El núcleo de la propuesta de la encíclica “Laudato Sii” es una ECOLOGÍA INTEGRAL como nuevo paradigma de justicia, una ecología que «incorpore el lugar peculiar del ser humano en este mundo y sus relaciones con la realidad que lo rodea», para poder alcanzar un desarrollo fruto de la justicia y de la paz.
En ese sentido propone:
- Nueva ética: Orientada al respeto de la persona y el cuidado por todo lo que vive. Es la cultura de VIDA con sus usos y costumbres que respeta y protege nuestra casa común.
- Nueva economía: Debe ser una economía ecológica donde la persona humana sea el centro y de la preocupación efectiva de todos.
- Nueva Política: Se debe redefinir el sentido de la política. Tiene que ver con la convivencia humana, la búsqueda y la realización del bien común. El bien común hoy, no es sólo humano. Es el bien común de todas las personas y de la naturaleza.
Para el Papa latinoamericano: “El paradigma tecnocrático también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la política. La economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano. Las finanzas ahogan a la economía real. No se aprendieron las lecciones de la crisis financiera mundial y con mucha lentitud se aprenden las lecciones del deterioro ambiental”.
La perspectiva integral incorpora también una ecología de las instituciones: “Si todo está relacionado, también la salud de las instituciones de una sociedad tiene consecuencias en el ambiente y en la calidad de vida humana. Cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños ambientales” (LS 142).
Señala el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia: “La Paz peligra cuando al hombre no se le reconoce aquello que le es debido en cuanto hombre, cuando no se respeta su dignidad y cuando la convivencia no está orientada al Bien Común” (N. 494). Por ende, la DSI afirma el respeto a los Derechos Humanos como la base de la paz.
Los Obispos Mexicanos en febrero de 2010, ante la descomposición social, y los ambientes de violencia e inseguridad que imperaban en muchos de nuestros pueblos y ciudades, hicimos una Exhortación Pastoral llamada: “QUE EN CRISTO NUESTRA PAZ, MÉXICO TENGA UNA VIDA DIGNA”. En este documento nos preguntábamos: “¿Puede existir la paz cuando hay hombres, mujeres y niños que no pueden vivir según las exigencias de la plena dignidad humana? ¿Puede existir la paz duradera en un mundo donde imperan relaciones – sociales, económicas y políticas – inequitativas, que favorecen a un grupo a costa de otro? ¿Puede establecerse una paz genuina sin el reconocimiento efectivo de la sublime verdad de que todos somos iguales en dignidad, porque todos hemos sido creados a imagen de Dios, que es nuestro Padre? (217).
Este documento de los obispos mexicanos presenta al final más de cien compromisos en favor de la paz, pero que tendrían que ser asumidos por el sector correspondiente. Dice el número 218: “No se debe perder de vista que separar la gestión económica, a la que corresponde producir riqueza, de la acción política, que tiene la tarea de la justicia mediante la redistribución, es causa de graves desequilibrios”. En ese mismo número luego recordamos la relación estrecha que existe entre el cuidado de la creación y la construcción de la paz. Son doce en total los compromisos propuestos en materia económica para la construcción de la paz.
No quiero terminar este breve paseo por la Doctrina Social de la Iglesia, sin repetirles a ustedes, hermanos empresarios, las palabras que les dirigieron los obispos de Latino América y el Caribe, en el documento de Aparecida: “Alentamos a los empresarios que dirigen las grandes y medianas empresas y a los microempresarios, a los agentes económicos de la gestión productiva y comercial, tanto del orden privado como comunitario, por ser creadores de riqueza en nuestras naciones, cuando se esfuerzan en generar empleo digno, en facilitar la democracia, y en promover la aspiración a una sociedad justa y a una convivencia ciudadana con bienestar y en paz. Igualmente, a los que no invierten su capital en acciones especulativas sino en crear fuentes de trabajo preocupándose de los trabajadores, considerándolos ‘a ellos y a sus familias’ la mayor riqueza de la empresa, que viven modestamente por haber hecho, como cristianos, de la austeridad un valor inestimable, que colaboran con los gobiernos en la preocupación y el logro del bien común y se prodigan en obras de solidaridad y misericordia” (404). Quienes así obran, ya son constructores de paz, pero ¿qué más podemos hacer?
Un cielo nuevo y una nueva tierra. Urge mirar al mundo con ojos de amor, dejándonos interpelar por la injusticia, el dolor y la muerte, para dar testimonio de la misericordia de Dios, aquí y ahora.
Y desde el seno de la nueva sociedad nacerá la esperanza escatológica del triunfo definitivo de la Vida sobre la Muerte: “Después vi un cielo nuevo y una nueva tierra, pues el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido. Y oí una voz que clamaba desde el trono: ‘Esta es la morada de Dios con los hombres’; él habitará en medio de ellos; él enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni lamento, ni llanto, ni pena, pues todo lo anterior ha pasado” (Ap. 21, 1-4).
+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán
Presidente del DEJUSOL – CELAM