HOMILÍA
VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Ciclo C
Sir 27, 5-8; 1 Cor 15, 54-58; Lc 6, 39-45.
“De lo que rebosa el corazón, habla la boca” (Lc 7, 45).
Ki’óolal lake’ex ka t’aane’ex ich maya, kin tsik te’ex ki’imak óolal yéetel in puksi’ikal. Bejla’e’ u T’aan Yuumtsile’ Ku ya’alik to’one’ ma’ káabet wa’alik bixo’on wa’ bix leti’obé; yéetel le chi’o’ Ku yéesik mantads bax yaan te’ puksi’ikalo’. Ti le chi’ó káabet ya’alik mantads ma’alob ba’alo’ob.
Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor en este domingo octavo del Tiempo Ordinario.
Sobre la Primera Lectura y el Evangelio
Es muy conocido el refrán que dice: “El pez por la boca muere”; lo cual nos enseña sobre la gran responsabilidad que tenemos ante lo que decimos, y que nuestra boca es nuestro propio juez. Otro dicho afirma: “En boca cerrada no entran moscas”, el cual nos instruye sobre la prudencia que debemos tener en el hablar. El apóstol Santiago en su carta nos dice que, así como un pequeño timón conduce una enorme embarcación, del mismo modo nuestra pequeña lengua puede hacer mucho bien o mucho daño, pues por ella se conduce ordinariamente nuestra vida (cfr. St 3, 4-5).
La primera lectura de hoy, tomada del Libro del Eclesiástico, toca el tema de la prudencia en el hablar, al igual que lo hace el santo evangelio de hoy, según san Lucas. Dice el Eclesiástico: “El fruto revela el cultivo del árbol, así la palabra revela el corazón de la persona” (Sir 27, 6). Es cierto que hay personas que son muy hábiles para engañarnos envolviéndonos en su mucho hablar y otras lo son para hablar con doblez, por lo que es necesario escuchar con atención para conocer a las personas. No hemos de juzgar antes de escuchar. Es maravilloso comprobar cómo la palabra puede conducirnos a los pensamientos y sentimientos de otra persona, y así, conversando, podemos entrar en comunión de espíritu con nuestro interlocutor. Es cierto que hay quien nos habla sin conectar sus palabras con su inteligencia y quien lo hace sin conectar su hablar con el corazón. De todos modos, escuchando con atención podemos conocer la realidad de cada persona.
En los siglos alrededor de la venida de nuestro Señor Jesucristo, la filosofía griega había decaído al grado de que los llamados sofistas pensaban que el filosofar era el arte de convencer discurseando. Estos hombres tenían el descaro de decir: “Dime de qué quieres que te convenza y lo haré, y luego te convenceré de todo lo contrario”.
Por eso la predicación cristiana cayó en un excelente terreno, pues la gente estaba ávida de autenticidad, de sinceridad y de verdad. Muchos quizá se sienten decepcionados de los discursos de los políticos, que parecen pensar que “el prometer no empobrece”, y en verdad comprobamos que quien mucho nos promete, suele no cumplir. El político no tiene por esencia y definición el mentir, en cambio cuánto bien hace a un pueblo tener un gobernante que le hable con la verdad. Por eso lo que pedimos y esperamos de los demás es lo que debemos ofrecer también nosotros.
Jesús nos dice hoy: “El hombre bueno, dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas, porque la maldad está en su corazón, pues la boca habla de lo que está lleno el corazón” (Lc 7, 45). En esto se impone también la enseñanza que Jesús nos da en otro pasaje, de ser sencillos como palomas, pero prudentes como serpientes, en una sana combinación (cfr. Mt 10, 16). Somos sencillos como palomas si hablamos con sinceridad y prudencia, sin querer convencer a base de mentiras o de mucho hablar. Somos prudentes como serpientes cuando estamos conscientes de que quien nos habla, puede pretender envolvernos con mentiras o verdades a medias en favor de sí mismo. Debemos estar atentos, porque quien nos habla mal de otras personas, a esas otras personas también les puede hablar mal de nosotros.
Por otra parte, ser maestro o guía de los demás es un servicio muy delicado que no deberíamos asumir ni buscar si no nos es encomendado, pues implica mucha responsabilidad. En la carta del apóstol Santiago que hemos citado hace un momento, se nos dice: “No se hagan maestros muchos de ustedes, hermanos míos, sabiendo que nosotros tendremos un juicio más severo, pues todos caemos muchas veces” (St 3, 1). Al respecto, Jesús nos dice en el evangelio de hoy: “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro” (Lc 6, 39-40).
La enseñanza que Jesús nos deja luego, al decirnos que nadie debería pretender quitar la paja del ojo ajeno si antes no quita la viga que lleva en el suyo, es para que cada vez que advertimos un error en el prójimo, primero nos evaluemos a nosotros mismos. De todos modos, la corrección que hagamos a otro difícilmente será bien aceptada, si antes no nos han solicitado nuestra opinión.
Lo que mejor habla de nosotros, más que las palabras, es nuestra vida, nuestra forma de ser, o dicho con las palabras de Jesús, nuestros frutos pues “Cada árbol se conoce por sus frutos” (Lc 6, 44). Ahora sí que las palabras mueven, pero los ejemplos arrastran.
Sobre la Segunda Lectura
Hoy en la segunda lectura tenemos el final de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios. San Pablo concluye con palabras llenas de entusiasmo fundadas en nuestra convicción en la resurrección de Cristo. Esta seguridad de que resucitaremos para la vida eterna no ha de llevarnos a la actitud pasiva del conformismo, sino al compromiso de seguir empeñados en nuestra entrega. Dice la carta: “Estén firmes y permanezcan constantes, trabajando siempre con fervor en la obra de Cristo, puesto que ustedes saben que sus fatigas no quedarán sin recompensa por parte del Señor” (1Co 15, 58).
Sobre la Cuaresma
Hermanos y hermanas, este próximo miércoles 6 de marzo se interrumpe el Tiempo Ordinario de la sagrada liturgia, para dar paso al inicio del santo tiempo de la Cuaresma. Se trata de cuarenta días que evocan el tiempo de oración y ayuno con el que Jesús se preparó para el inicio de su vida pública.
Lunes y martes serán días de carnaval. Tengamos en cuenta el origen de los días de carnaval, que era festejar antes de entrar en la austeridad de la Cuaresma, con la intensidad con la que se vivió durante siglos. Ahora la mentalidad actual nos invita a vivir en un constante carnaval, tolerando solamente el trabajo y el estudio, como parte necesaria de la vida. Si nosotros aprendemos el valor del trabajo y del estudio los podremos gozar y no sólo tolerar. Por tanto, sin masoquismos ni exageraciones vivamos el santo tiempo de la Cuaresma con su dinamismo de conversión.
Conversión no es una experiencia puramente personal e intimista, sino una disposición a la transformación personal en orden a vivir las mejores actitudes hacia los demás. La propia conversión debe hacer bien a los demás y no debe quedar tampoco encerrada en el espacio físico de un templo o del hogar cristiano, sino trascender a todos los espacios de la vida.
He publicado mi mensaje para la Cuaresma 2019, en el que exhorto a todos a una conversión que quizá muy pocos conocen. Ahí les digo que: “En el capítulo sexto de la Encíclica Laudato Si’, el Papa Francisco nos invita a poner en práctica una conversión ecológica, pues es urgente que todos los hombres y mujeres del mundo cambiemos el rumbo de nuestra mente y nuestro corazón en el cuidado de los bienes del planeta”.
También les digo que, aunque en Yucatán tengamos abundancia de agua, hemos aprendido en nuestros foros recientes de estudio, que nuestra agua está muy contaminada por lo que son urgentes algunas medidas personales, familiares y comunitarias para cuidar la pureza de este recurso, lo cual redituará en evitar tantas enfermedades que nos vienen, sin darnos cuenta, por la contaminación de este vital líquido. Próximamente enviaremos a cada parroquia un poster con un decálogo de sugerencias para el cuidado de nuestros mantos acuíferos.
Conversión es cambio de vida. Ahora la Cuaresma cristiana puede ser ocasión de un cambio de actitud ante la naturaleza creada por Dios nuestro Señor.
Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!
+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán