Homilía Arzobispo de Yucatán – I Domingo de Cuaresma

I Domingo de Cuaresma

Ciclo C

Dt 26, 4-10; Rm 10, 8-13; Lc 5,1-11.

 “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto” (Lc 4, 1-13)

 

Muy queridos Hermanos y Hermanas. Ya está en nuestra Patria el sucesor de Pedro. Una gran parte de nuestra población está de fiesta. Hay que reconocer que no todos festejan o se alegran. Hay una parte de la población indiferente a este hecho y otra parte muy crítica sobre la visita. Somos una sociedad plural. Pero todos quienes nos gozamos de que el Papa nos visite tenemos el compromiso de llevar a nuestra vida las enseñanzas que el Papa nos trae.

Su visita a la Guadalupana nos enseña a vivir agradecidos por la presencia de María en nuestra Patria, y a asumir las preocupaciones de nuestra Madre por los pobres y por los enfermos.

Mañana estará el Papa visitando san Cristóbal y saludando a nuestros hermanos indígenas. Y cuando él regrese a Roma, ¿cómo vamos a tratar nosotros a nuestros hermanos mayas? ¿Qué más podemos hacer por quienes siguen en la marginación, sin oportunidades de superarse?

Estará también con las familias, representadas en las que se reúnan en Tutxla. Y nosotros ¿qué hacemos por nuestra familia y, qué más podríamos hacer? ¿Cómo podríamos colaborar para que el proyecto de Dios se siga realizando en las familias de hoy?

En Morelia se encontrará el Papa con los jóvenes, que representarán a toda nuestra juventud. Y nosotros ¿qué tan comunicados estamos con nuestros jóvenes? A nuestros muchachos ¿les faltan oportunidades para las cosas buenas, y les sobran oportunidades para las malas? ¿Qué podemos hacer como Iglesia y como sociedad en favor de toda nuestra juventud?

En Ciudad Juárez se encontrará con el mundo de la migración, para ofrecer rutas de humanidad y de cristianismo en favor de los migrantes. Veamos qué nos toca a nosotros hacer dentro de nuestro Estado.

Alguien puede sorprenderse al escuchar el santo Evangelio de este primer domingo de Cuaresma. ¿Cómo es posible que sea el mismo Espíritu quien conduzca a Jesús al desierto, para ser tentado? Jesús al conocer las tentaciones nos da muestras de una total encarnación. Jesús es llevado al desierto, lugar de encuentro con su Padre, pero al mismo tiempo, lugar de lucha contra el tentador (cfr. Lc 4, 1-2).

El que no lucha, no vence; y el que no vence no es coronado. No te preocupes si eres tentado, pues quien no reconoce la tentación, tal vez es porque ya se acostumbró a vivir en el pecado.

Las tres tentaciones que el diablo le presenta a Jesús en el desierto, resumen todas las tentaciones que nosotros podemos padecer: tentaciones relacionadas con nuestro cuerpo (sentir); tentaciones relacionadas con los bienes materiales (tener); tentaciones relacionadas con la fama y el prestigio (poder).

Siempre que te propongas algo realmente bueno podrás experimentar la tentación. Y si en este tiempo de Cuaresma buscamos convertirnos a Dios y a nuestro prójimo, ciertamente las tentaciones se alborotarán en nuestra mente. Pero no hay que asustarse. Simplemente las tentaciones son la oportunidad de recordar la necesidad que tenemos de la oración y de los demás recursos para fortalecer nuestro espíritu. Nadie es bueno porque así nació, sino porque a diario lucha y sale vencedor de la tentación.

Jesús nos ha demostrado, como hombre, que sí se puede vencer al tentador. Dejemos que el Espíritu nos conduzca al desierto de esta Cuaresma, y que con sus siete sagrados dones, seamos siempre vencedores de la lucha secreta de la que Dios se complace en ser testigo.

 

+ Gustavo Rodríguez Vega

Arzobispo de Yucatán