HOMILÍA
VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Ciclo C
1 Sam 26, 2. 7-9. 12-13. 22-23; 1 Cor 15, 45-49; Lc 6, 27-38.
“Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso” (Lc 6, 36).
In láak’e’ex ka t’aane’ex ich maya kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal. Bejla’e u T’aanil Yuumtsil ku ya’alik to’on, beete’ex utsi ti a wéetmáak, je’e bix Ki’ichkelem Yuume’, yéetel xan Ku yáalik’ beete’ex u laakal je’e bix tu beetal Cristo, tuumben Adán. Bejla’e’ xane’ káajsik Asamblea Eclesial Diocesana, tu’ux ken u u’uyko’on u laaklo’on: ke’exi’ej ka’a yanak ya’abe’ex u ti’al u’uyko’on, yeetel beyo uuyik u T’aan Kiili’ich Piixan.
Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor, en este domingo séptimo del Tiempo Ordinario.
En la primera lectura, tomada del Primer Libro del Profeta Samuel, se nos presenta un extraordinario ejemplo de misericordia y de amor a los enemigos. El Rey Saúl perseguía a David por motivos de los celos que tenía de él, pues se había ganado el cariño y respeto del pueblo. Saúl buscaba asesinar a David, mientras que él huía y de paso combatía a los verdaderos enemigos del pueblo de Israel obteniendo victoria tras victoria.
Una noche, David pudo acercarse sigiloso al campamento de Saúl, se acercó hasta él mientras dormía profundamente. Abisay, que acompañaba a David, le pidió permiso para atravesar con su lanza a Saúl, pero David replicó: “no lo mates. ¿Quién puede atentar contra el ungido del Señor y quedar sin pecado?” (1 Sam 26, 9).
David pudiera haber salvado su vida permitiendo que Abisay matara a Saúl, además pudiera haber usurpado el trono de Israel, ya que él aun siendo tan joven ya había sido ungido por Samuel, anunciándolo como futuro rey de Israel. Sin embargo, David le perdonó la vida a su enemigo. Fijémonos como David respeta a Saúl por ser ungido. Esto nos habla del respeto que nos merecen todas nuestras autoridades por representar a nuestros pueblos, pero también hemos de recordar que ahora todos los bautizados somos ungidos y todos nos debemos respeto unos a otros.
Los sacerdotes somos doblemente ungidos, para estar al frente del Pueblo de Dios y para servirlo en las cosas santas. El sacerdote está consagrado para santificar a sus hermanos, santificándose a sí mismo, y para los creyentes merece como ungido doble respeto. Como hombre, el sacerdote puede cometer errores y pecados, hasta los más terribles; quien los cometiera, tal vez merezca el juicio de la Iglesia y tal vez también el juicio de la ley civil. Aun así, hemos de implorar para ellos la misericordia de Dios, y nunca de ningún modo, generalizar juicios contra todos los sacerdotes, ni dejar de respetar los grandes tesoros que Dios depositó en su vaso de barro.
Jesús en su enseñanza no pone límites a la misericordia, pues nos manda amar a nuestros enemigos, a todos, sean quienes sean, aunque no sean ungidos como nosotros y aunque no ocupen algún cargo de gobierno en la sociedad o en la Iglesia. Nos indica tres cosas que debemos hacer por los que nos aborrecen o hacen el mal: hacerles el bien, bendecirlos y orar por ellos.
Poner la otra mejilla al que nos ha golpeado debe significar perdonar de verdad, aunque esto implique la posibilidad de que nos vuelvan a pegar. Yo creo que esto no es precisamente buscar nuestro mal, sino saber dar una nueva oportunidad. En cuanto a que, si alguien nos quita el manto y debemos dejarle también la túnica, creo que significa ayudar al ladrón que vemos en verdadera necesidad, sólo que el modo de hablar judío era muy radical, por lo que así ha de ser nuestra caridad de radical si el caso lo amerita. No perdamos la oportunidad de amar.
Todo ser humano es capaz de amar, eso está en nuestra naturaleza, la capacidad de amar y de ser amados; pero la fe implica la convicción de que cada ser humano es hijo de Dios y merece nuestro amor, perdón y ayuda. Hasta los más grandes delincuentes tienen a quien amar y quien los ame. Jesús dice: “También los pecadores aman a quienes los aman… También los pecadores prestan a otros pecadores, con la intención de cobrárselo después” (Lc 6, 34). Jesús nos enseña a no juzgar, a perdonar y a dar, a tratar a los demás como queremos ser tratados. Su enseñanza sigue siendo novedosa y retadora.
En la segunda lectura, tomada de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios, se nos habla del primer Adán, es decir, del primer hombre; y también del último Adán, que es Cristo. El texto nos enseña que si seguimos el ejemplo del primer Adán seremos hombres terrenos; en cambio, nuestro modelo ha de ser el último Adán para ser como él, es decir, celestiales. No queramos, pues, justificarnos con lo que otros hacen o con lo que se acostumbra. Sigamos el modelo del Hombre celestial obediente a su Padre hasta la cruz.
Por otra parte, este domingo damos inicio a nuestra Primera Asamblea Eclesial Diocesana, la cual lleva por nombre: “TODOS NOS ESCUCHAMOS”. Ya se ha venido haciendo una encuesta de modo virtual y también en forma presencial por las calles, para que todas las personas que quieran opinar nos manifiesten sus sentimientos, ideas y sugerencias para la buena marcha de nuestra Iglesia de Yucatán.
Esta semana, del lunes 21 al viernes 25 de febrero, se llevarán a cabo algunas conferencias presenciales y a la vez virtuales sobre diferentes temas de interés para muchos: como la familia, los alejados, la unidad de las diferentes expresiones religiosas, la dimensión social de la fe, así como la tecnología en la evangelización. Junto con la exposición que presentarán algunos laicos bien capacitados, habrá videos con testimonios sobre el tema, junto con mesas redondas donde todos los participantes se podrán expresar.
En este proceso podrán participar los cercanos y los lejanos, e incluso hermanos de otras comunidades cristianas. Escucharnos a nosotros mismos no tendría caso, por eso queremos enriquecernos con otros puntos de vista para iluminar nuestro caminar como Iglesia. Más allá de querer oír sólo voces diversas, deseamos escuchar la voz del Espíritu Santo que habla a través de todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Esto que hoy hacemos nos pone en sintonía con la Iglesia Universal, ya que en octubre se llevará a cabo en Roma el Sínodo sobre la “Sinodalidad”. Recordemos que esta palabra significa caminar juntos hacia un mismo rumbo, y para recorrer sinodalmente nuestro camino, es indispensable saber escucharnos.
El pasado mes de noviembre del 2021, se celebró en la ciudad de México la Primera Asamblea Eclesial Latinoamericana, donde se escucharon las voces de noventa mil participantes. Dios mediante, en abril de este año, se llevará a cabo la Primera Asamblea Eclesial Mexicana.
Oremos para que obtengamos buenos resultados en nuestra Asamblea Diocesana en favor de todos los miembros de la Iglesia, para que también podamos dar como Iglesia un mejor servicio a la sociedad.
Además, oremos para que exista el diálogo indispensable en todos los niveles de la convivencia humana: a nivel internacional, para que haya paz, justicia y colaboración entre las naciones; entre las instituciones de la sociedad para buscar juntos el bien común; en los matrimonios y entre los miembros de cada familia, para que se mantengan unidos en el amor. Dialogar no significa argumentar para convencer a los demás, sino buscar juntos la verdad considerando que el interlocutor puede poseer la verdad o, al menos, parte de ella.
Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!
+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán