V Domingo de Pascua
“Que se amen los unos a los otros,
como yo los he amado” (Jn 13, 34).
Hch 14, 21-27; Ap 21, 1-5; Jn 13, 31-33. 34-35.
La Mayor Gloria
Muy queridos hermanos y hermanas, hemos llegado al quinto domingo del santo tiempo de la Pascua y nos encontramos este pasaje del evangelio de san Juan, donde Jesús sentado a la mesa en la última cena con sus discípulos, luego de que el apóstol Judas sale del cenáculo; y ya sabemos a qué sale y a dónde se dirige, va a entregar a su maestro, a cobrar la recompensa por venderlo. Precisamente en ese momento es cuando Jesús dice: “¡Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él!” (Jn 13, 31).
¿Cómo ser glorificado si el Señor está apunto de sufrir la agonía del huerto?, ¿cómo hablar de gloria si el Señor está apunto de ser apresado, de vivir una pasión muy intensa y dolorosa, a un paso de llegar a la cruz después del juicio condenatorio para luego finalmente morir?, ¿cómo es que él habla de llegar a su gloria? También nosotros deberíamos cuestionar: ¿Cuáles son nuestras glorias?, ¿en qué te glorías tú?, ¿en qué me glorío yo?, ¿de qué nos gloriamos?, ¿de premios, triunfos, éxitos, buenas calificaciones? El Señor Jesús se gloría en obedecer al Padre, a su Padre, nuestro Padre.
El Mandamiento Nuevo
El Señor Jesús encuentra su gloria en amarnos y amarnos hasta el final, hasta la última gota de su sangre. No hay mayor gloria para Jesús, y no debería de haber otra mayor para nosotros, que expresarnos en el amor. ¿Qué cosa es el amor? El Señor nos da en este pasaje evangélico el Mandamiento Nuevo: “¡Que se amen los unos a los otros, como yo los he amado!” (Jn 13, 34). El mandato de amar al prójimo ya estaba dado en el Antiguo Testamento, pero ahora Jesucristo se pone a sí mismo como modelo del amor. Si queremos saber nuestra capacidad de amar, tenemos que contemplar la cruz para darnos cuenta de cómo nos ha amado Jesús, y así descubrir hasta donde podríamos llegar en el amor.
Se trata de un mandamiento nuevo porque no se anteponen limites al amor, sino que se toma como modelo al Hijo de Dios hecho hombre, muerto en la cruz para salvarnos, resucitado de entre los muertos y que espera de nosotros una correspondencia semejante.
El Signo del Amor
¿Qué tan grande es nuestro amor?, ¿qué tanto amas tú?, ¿qué tanto amo yo? Si de algo podemos gloriarnos con toda humildad delante de Dios es de amar. ¿Pero qué entendemos por el amor? Hoy en día es muy común una idea falsa del amor, una imagen materialista e individualista. Muchos dicen: “Yo amo a todos los que me caen bien, a los que me han hecho el bien”; eso realmente cualquiera lo hace. Esto es un amor limitado que se satisface y se goza en la correspondencia de alguien que también ama, de alguien que sabe pagar su amor: familiares, amigos, conocidos; pero el mandamiento nuevo es algo muy distinto, pues consiste en un amor que implica la fe para reconocer en todas las personas a hijos de Dios y hermanos nuestros.
Jesús después de dar el mandamiento nuevo, dijo a sus apóstoles: “Por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos” (Jn 13, 35). ¿Cuál es el signo de que yo soy discípulo de Cristo?, ¿basta con traer una cruz colgada al cuello? Más allá de las imágenes materiales, más allá de mis reverencias en la oración, el principal signo de seguir a Jesús es amar al prójimo.
Una Iglesia que Ama
Vemos a los apóstoles en la primera lectura de este domingo (Hch 14, 21-27); ellos se entregaron en cuerpo y alma a la evangelización de diversos poblados, arriesgando su vida y trabajando de una manera extenuante. Precisamente fueron movidos por el mandamiento nuevo, el mandamiento del amor.
Por otro lado, en el libro del Apocalipsis en la segunda lectura, el apóstol san Juan tiene una visión en donde ve descender desde lo alto del cielo: “A la ciudad santa, a la nueva Jerusalén engalanada como una novia que va desposarse con su prometido” (Ap 21, 2). Nosotros desde aquí nos arreglamos para esa boda, para entregarnos al Señor en la persona de nuestro prójimo cuando lo amamos.
Una Iglesia que desde la tierra se viste de novia es aquella que no solamente predica y celebra el amor, si no que lo vive. La Iglesia y cada cristiano deben engalanarse, tú y yo debemos hacerlo, para dar gloria al Señor y encontrar así la auténtica felicidad.
Una Obra Concreta de Amor
Apreciados hermanos y hermanas, ahora tenemos una gran oportunidad de crecer en el amor. Todos nosotros hemos escuchado a través de los medios de comunicación la tragedia que viven nuestros hermanos de Ecuador a causa de los terremotos que han estado ocurriendo en aquel País hermano, tantos muertos, tanta gente sin hogar que está necesitando de nosotros.
¿Qué vamos a hacer por ellos? Los invito para que nos expresemos en el amor, para que pensemos ¿qué haría Jesús en mi lugar? Debemos amar como él nos ha amado. Vamos a comprometernos a orar por aquellos ecuatorianos que sufren; hagamos el propósito de orar además por todos los hombres y mujeres miembros del ejército, de la policía o voluntarios que están trabajando en el rescate y atención de los damnificados.
Orar es amar verdaderamente, pero también podemos comprometernos en un amor más eficaz enviando nuestra ayuda económica y material. En este caso es mucho más efectivo mandar ayuda económica, ya que enviar bienes materiales es más costoso. Apoyando económicamente podemos colaborar a reactivar la economía de aquel País.
Por eso, de nuestras colectas en las misas de este domingo, destinaremos un porcentaje significativo para enviar a nuestros hermanos tan necesitados en Ecuador. Invito a todos para que seamos generosos en la colecta de las misas y podamos así enviar una cantidad que pueda ayudarles.
Si por algún motivo no podemos llevar nuestra ayuda efectiva a la colecta dominical, también podremos depositarlo en la cuenta de Cáritas Mexicana:
BBVA Bancomer,
Cuenta: 0123456781,
CLABE: 012 180 00123456781 5.
Ahí mismo quien lo necesite, podrá obtener un recibo deducible, enviando la imagen de su ficha de depósito al correo: emergencias@ceps.org.mx
También se pueden comunicar al tel. / fax 01800-685-27-28 o al (0155) 5563 6543/5563 1604.
Ojalá que podamos sumarnos a esa gran causa y colaborar para mitigar un poco el dolor y sufrimiento de nuestros hermanos. Les doy un mandamiento nuevo: “Que se amen los unos a los otros, como yo los he amado”. ¡Sea alabado Jesucristo!
+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán