XXIX Domingo del Tiempo Ordinario
Ciclo C
Ex 17, 8-13; 2 Tm 3, 14-4, 2; Lc 18, 1-8.
“Cuando venga el Hijo del hombre,
¿creen que encontrará fe sobre la tierra?” (Lc 18, 8).
“Kimak in woll ta wetle’ex lake’ex, ta ta’anex ich Maya, kin tzik te’ex kimak woolal yetel in puksikal. U Ta’an Jajal Dios, te domingoa, ku yalikto’on, k’aabet payalchi sansamal yetel payalchi utiolan u la’a.”
Muy queridos hermanos y hermanas les saludo con el afecto de siempre. Este domingo debemos dar gracias a Dios porque el Papa a las tres de la mañana tiempo de México, ha canonizado a un mártir mexicano, el adolescente de casi catorce años, José Sánchez del Río; y en él tenemos un gran ejemplo y testimonio para nuestros adolescentes y un nuevo intercesor para todos.
Este niño cristero que fue mártir de la persecución religiosa que sufrió México en la segunda década del siglo XX. “Joselito” como se le conoce al pequeño testigo de Cristo, fue torturado y asesinado el 10 de febrero de 1928 por oficiales del gobierno de Plutarco Elías Calles porque se negó a renunciar a su fe. La Guerra Cristera en México se inició tras la legislación anticlerical de 1926 promovida por Calles. Los católicos que se levantaron en armas en defensa de la fe fueron llamados cristeros.
Hay varias cosas que debemos saber de la vida de Joselito explicadas por el postulador de su causa de canonización, el R. P. Fidel González Fernández, Misionero Comboniano del Corazón de Jesús, en diálogo con el periódico “El Pueblo Católico”:*
– El joven Sánchez del Río, pidió a Dios la gracia de morir mártir. Cuando su familia se trasladó a Guadalajara, José fue a la tumba del abogado Anacleto González Flores, martirizado el 1 de abril de 1927. Allí el muchacho pidió a Dios poder morir como Anacleto en defensa de la fe católica. Uno de los 27 testigos en su proceso indicó que el joven tomó la decisión de unirse a los cristeros en esa visita-peregrinación. Su resolución se hizo más fuerte y rogó a sus padres que lo dejasen unirse a los cristeros. Al inicio se negaban por su corta edad. Incluso llegó a decirle a su madre: “nunca ha sido tan fácil como ahora ir al paraíso”. Al final le dieron su permiso y bendición.
– Dio la vida por un cristero. José sirvió a los cristeros -que en un principio no quisieron aceptarlo porque era joven y por el peligro al que se exponía- como portaestandarte de la imagen de la Virgen de Guadalupe, pero no llegó a tomar parte activa en los enfrentamientos armados. El 6 de febrero de 1928 durante un enfrentamiento entre las tropas del gobierno y los cristeros, le dispararon al caballo del jefe cristero Luis Guízar Morfín. Joselito se bajó del suyo y “en un acto heroico” para que fuera hecho prisionero se lo ofreció diciéndole: “mi general, tome usted mi caballo y sálvese; usted es más necesario y hace más falta a la causa que yo”. Así Guízar Morfín pudo escapar y el joven fue capturado junto con su amigo Lázaro.
– El lugar de su bautizo fue su prisión. Luego de ser capturado el 7 de febrero de 1928, Joselito fue encerrado en el baptisterio de la iglesia de Santiago Apóstol en Sahuayo, Michoacán, que había sido convertida en una cárcel y en caballeriza de las tropas del gobierno. Así el lugar donde fue bautizado se convirtió en su prisión.
– Defendió una iglesia convertida en gallinero. El postulador contó que el tabernáculo y el presbiterio de la iglesia donde estaba prisionero fueron convertidos en un gallinero donde se entrenaban los gallos de pelea del gobernador. José “reaccionó con fuerza matando a los gallos, y sin miedo a las amenazas de muerte”. Allí le dijo al carcelero: “la casa de Dios es para rezar, no para usarla como un establo de animales. Estoy dispuesto a todo. Puede fusilarme. Así me encontraré enseguida en la presencia de Dios y podré pedirle que le confunda”.
– Vivió su fe sin temor al peligro. El presidente Plutarco Elías Calles promulgó varias restricciones a la Iglesia y los que se atrevían a desobedecer y profesar su fe eran enviados a la cárcel y ejecutados. “Acudía al catecismo y se distinguía por su compromiso en las difíciles actividades parroquiales, (…) se acercaba a los sacramentos, cuando podía, porque el culto público estaba prohibido, poniendo en peligro su vida; rezaba cada día el santo rosario junto con su familia. A pesar de ser todavía muy joven, José sabía muy bien lo que estaba viviendo México en aquella persecución”, indicó el postulador. “La etapa de la adolescencia tiene características particulares muy conocidas: es tiempo de búsqueda de un modelo para identificarse y de un ideal que fundamente toda la vida. José lo encontró en Cristo y su anhelo más grande fue entregarse totalmente en favor de la Iglesia ultrajada”.
– Su padrino de primera comunión mandó asesinarlo. Según recordó el postulador, el padrino de primera comunión de Joselito fue Rafael Picazo Sánchez. Incluso estaban emparentados y era amigo de la familia. Fue él quien influenciado por el presidente Calles y su odio a la Iglesia ordenó asesinarlo. Se le considera “el autor intelectual” de su martirio.
– Le arrancaron la piel de los pies. Al inicio Rafael Picazo no quería asesinarlo, así que le hizo varias propuestas tentadoras para hacerlo renegar de su fe. Le ofreció inscribirlo en la prestigiosa escuela militar del régimen e incluso mandarlo a Estados Unidos. Sin embargo él las rechazó.
– Entonces Picazo pidió a la familia la suma de cinco mil pesos de oro para su rescate. Su padre reunió el dinero, pero José le pidió que no pagara el rescate porque ya había ofrecido su vida a Dios y “su fe no estaba a la venta”. Dos testigos de su martirio contaron que ya en el mesón, los soldados le arrancaron la piel de la planta de los pies con un cuchillo. Después lo hicieron caminar hasta el cementerio mientras lo golpeaban.
– El P. González dijo que “querían obligarlo a apostatar de la fe con las torturas, pero no lo lograron. Sus labios solamente se abrían para gritar ‘¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!’. En el cementerio el jefe de los soldados ordenó apuñalarlo para que no se oyeran los disparos. Con cada puñalada José gritaba: “¡Viva Cristo Rey!”, “¡Viva Santa María de Guadalupe!”. Después el jefe le disparó dos veces en la cabeza. Eran las 11:30 p.m. del 10 de febrero de 1928.
* Nota: La entrevista completa al postulador para la causa de canonización de José Sánchez del Río, el padre Fidel González. M.C.C.I. puede consultarse en el sitio:
La Palabra de Dios en el santo Evangelio este domingo nos habla de la importancia de una oración perseverante. El joven Sánchez del Río no hubiera podido perseverar en sus santos propósitos si no se hubiera apoyado en la oración constante. De hecho cuando se fue con los cristeros, él mismo les dirigía por las noches el rezo del Santo Rosario y al final los exhortaba a continuar con valor en la lucha.
La primera lectura tomada del libro del Éxodo nos presenta al pueblo de Israel en medio de una batalla, en la que vencían mientras Moisés sostenía alzadas las manos en oración, y cuando por cansancio las bajaba, el enemigo comenzaba a predominar; al advertir esto, Aarón y Jur lo hicieron sentar en una piedra mientras ellos le sostenían los brazos, y así él continuó orando e Israel continuó ganando la batalla hasta derrotar por completo al ejército de los amalecitas (cfr. Ex 17, 8-13). Esto nos enseña el poder de intercesión que todos tenemos y el deber de orar unos por otros. Pero así como en el pueblo de Israel había personajes como Moisés con un gran poder de intercesión, así también en la Iglesia, los santos, y más aun los que ya están en el cielo, tienen gran poder de intercesión por nosotros. Así que desde hoy podemos acudir con confianza a San José Sánchez del Río para que interceda por nosotros.
Parece muy cristiano decir que Cristo es nuestro único intercesor, pero en el fondo esta afirmación esconde un marcado individualismo espiritual. El santo que intercede, intercede por Cristo con Él y en Él. Él es todo en todos y nos llamó a vivir en comunidad. Apoyarnos en la intercesión de un santo es reconocer la gran obra que Cristo ha realizado en él. El que nos enseñó a decir “Padre nuestro” no “Padre mío”, se alegra de que nosotros como familia intercedamos unos por otros, y de que acudamos con fe a nuestros hermanos que están en el cielo. Acudir a ellos significa reconocer el triunfo de la Pascua de Cristo en cada uno de ellos y ellas.
Hoy en día es mucho más difícil la educación de los niños y jóvenes, debido a toda la influencia que reciben a través de los medios de comunicación, las redes sociales y hasta de algunos aspectos de la misma educación escolarizada. Con perseverancia y con fe, los padres de familia deben persistir en la buena educación. San Pablo en la segunda lectura dice algo a Timoteo que también nos lo está diciendo hoy a nosotros: que la Sagrada Escritura “es útil para enseñar, para reprender, para corregir y para educar en la virtud” (2 Tm 3, 16), y en enseguida le dice y nos dice: “insiste a tiempo y a destiempo; convence, reprende y exhorta con toda paciencia y sabiduría” (2 Tm 4, 2). Será muy bueno que los niños y adolescentes de hoy conozcan la vida de san José Sánchez del Río, y que los padres de familia pidan su intercesión en la educación de sus hijos.
Volviendo al santo Evangelio de este domingo, Jesús termina preguntándoles a sus discípulos: “Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen que encontrará fe sobre la tierra?” (Lc 18, 8). Esa pregunta fue y sigue siendo una pregunta retadora a la que cada uno de nosotros debería responder: “Pues Señor, cuando vengas por lo menos encontrarás mi fe, y mientras yo viva me esforzaré por difundir la fe entre quienes me rodean”.
Hoy, como en los tiempos de la persecución mexicana, hay lugares del mundo donde a diario sigue habiendo hombres y mujeres muriendo por causa de su fe. A través de la historia de dos mil años ha habido muchos niños y adolescentes mártires como san José Sánchez. Sigamos orando y educando para que la niñez y juventud de hoy vuelva a apasionarse por su fe, amando a Cristo y a su Iglesia y con la intercesión y el testimonio de nuestro nuevo santo; y así busquen igualmente la santidad en el seguimiento de Cristo.
¡Que tengan todos ustedes una feliz semana! ¡Sea alabado Jesucristo!
+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán