“Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6).
Ki’olal lake’ex ka t’ane’ex ich maya, kin tsik te’ex ki’mak óolal yéetel in puksik’al. Te jo’p’éel domingo ti Pascua, Jesusé ku yalikto’on, leti u beej, u jajil, yéetel kuxtal.
Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre deseándoles todo bien en el Señor.
El santo evangelio que escuchamos en este quinto domingo de Pascua es un pasaje de san Juan durante la última cena. En ella Jesús les dice a sus Apóstoles: “No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí” (Jn 14, 1). Notemos que Jesús se identifica con Dios porque verdaderamente él es Dios. Hoy como siempre, hay muchas cosas que pueden hacernos perder la paz. En ocasiones las cosas se ponen tan difíciles, que nos parece que nada ni nadie nos puede dar la mano. Es así como mucha gente llega hasta el suicidio en su desesperación. Pero si realmente conociéramos a Cristo y si en verdad depositáramos nuestra fe en él, podríamos recuperar la paz que el mundo nos quita. Es triste que tantos adolescentes se alejen de Jesús por las malas influencias que vienen de fuera del hogar, y aunque sus problemas puedan parecernos insignificantes, para ellos son vivencias realmente aplastantes. Todos necesitamos de Jesús, pero especialmente los jóvenes. Ayudemos a los jóvenes para que no se alejen de Cristo, y a los que se han alejado de él, ayudémosles a recuperar su amistad.
Luego dice Jesús que en la casa de su Padre hay muchas moradas y que él va a preparar a sus discípulos un lugar. Esto debería alegrarnos y animarnos a todos porque es como si Jesús dijera que en el cielo hay lugar para todos, también para ti y para mí, y que él ha ido a hacer las reservaciones. Hay pues, un lugar reservado para ti en la casa del Padre, ¡alégrate y prepárate para ir a ese lugar! Alguien puede tener una reservación y perderla por mil motivos, pero tu reservación en la casa del Padre no la pierdas por nada. Jesús nos quiere con Él al final de esta vida.
El Señor usa un lenguaje de despedida y de convocatoria para verse después con sus discípulos; y les dijo y nos dice hoy: “Ya saben el camino para llegar al lugar a donde voy” (Jn 14, 4). Los Apóstoles no lo sabían pero es Tomás, el claridoso, el calculador, el que piensa más con la cabeza que con el corazón, el que le dice rudamente a Jesús que no saben a dónde va, y por tanto, no conocen el camino para llegar ahí. Nosotros ya sabemos que ese lugar es la casa del Padre y que el camino es el mismo Jesús que dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6).
¡Felicidades a todos los maestros que celebrarán su día! Muchos profesores dejan excelentes contenidos de enseñanza en las ciencias, la tecnología, las humanidades, la historia; pero pocos son los maestros que nos dejan un ejemplo a seguir. Fuera del campo de la docencia, nos encontramos padres de familia, abuelos, tíos, sacerdotes y otras personas que sin ser maestros nos dejan grandes enseñanzas y ejemplos de vida. Jesús, el Maestro por antonomasia, no sólo nos muestra el camino o nos deja un ejemplo, sino que está vivo para enseñarnos continuamente aquí y ahora lo que hay que hacer. Con confianza podemos preguntarle en cada circunstancia de la vida: “Señor ¿qué harías tú en mi lugar?”, y él nos orientará mediante su Espíritu. Sus enseñanzas y ejemplo son el camino para todas las personas de todos los tiempos. Es así como nosotros los creyentes afirmamos que Jesús es el Camino.
Él es la Verdad porque quien lo ve a él ha visto al Padre. Él es el rostro visible de Dios invisible. Dios es espíritu, pero su Hijo se encarnó y se hizo en todo semejante a nosotros, menos en el pecado y por eso en Cristo podemos ver a su Padre. Él es la verdad del hombre, del ser humano, porque él es el nuevo Adán, modelo del hombre en plenitud. Se hizo Hijo del hombre para que los hombres y mujeres nos hagamos hijos e hijas de Dios. Él se identifica con cada ser humano al decirnos: “Lo que hagan a uno de mis hermanos más pequeños, a mí me lo hacen” (Mt 25, 40); y él es la verdad de todo cuanto existe, porque todo fue creado por él y para él (cfr. Col 1, 16); todo se creó por su medio, y sin él nada ha sido creado (Jn 1, 3).
Muchos hoy en día se sienten dueños de la verdad en lugar se declararse servidores de ella. La ciencia avanzada ha ensoberbecido al ser humano al grado de negar la objetividad de la verdad. El relativismo como filosofía es anterior a Cristo, y aunque ya parecía haber sido superado por los filósofos socráticos, volvió y sigue vigente en el pensamiento actual. Pilato en el pretorio le hace a Jesús la misma pregunta que hoy hacen muchos: “Y ¿qué es la verdad?” (Jn 18, 38). Como creyentes afirmamos que Jesús es la Verdad.
Jesús es la Vida, por eso dijo en el discurso del buen Pastor: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Es el buen Pastor que alimenta a sus ovejas con el pasto del amor de Dios. Pastor que se convierte en Cordero de Dios, que muriendo se transforma en alimento para nuestras vidas. Él dijo: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día” (Jn 6, 54).
Donde hay vida, ahí está Dios y por eso el ser humano se equivoca cuando se siente dueño de la vida y la quita a los que aún no han nacido; y la quiere quitar a los enfermos y ancianos, y quiere dar a todos el derecho a decidir sobre su propia vida, y la quiere quitar a sus enemigos. ¡Cuántos son los que mueren a causa del odio o de la búsqueda de dinero o del poder! Jesús da la vida a cada ser que viene a este mundo, luego a todos nos mantiene en la vida y cuando esta vida se acaba, nos ofrece una mejor junto a él y a su Padre. A todos nos llama a ser defensores y protectores de la vida. Como creyentes afirmamos que Jesús es la Vida.
Por otro lado, la primera lectura tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, nos presenta una gran enseñanza: de un problema o crisis se pueden sacar cosas buenas, pues la crisis es oportunidad de crecimiento. Hubo una queja entre los primeros cristianos, pues según ellos en la obra de caridad para con las viudas, se trataba mejor a las viudas de origen judío que a las de origen greco judío. Eso dio pie para que los Apóstoles crearan la institución del Diaconado y les impusieran las manos a los siete primeros diáconos de la historia de la Iglesia, a quienes dieron el encargo de atender a los pobres.
Entre nosotros en Yucatán tenemos a siete diáconos transitorios, en el sentido de que van camino al sacerdocio al que esperamos lleguen muy pronto. También tenemos cuarenta y ocho diáconos permanentes, hombres, la mayoría de ellos casados, que están sirviendo en nuestras comunidades. Ojalá surgieran muchas vocaciones al diaconado permanente y deseamos que pronto podamos abrir alguna escuela de diaconado lejana a Mérida, donde puedan formarse diáconos para los pueblos que tanta necesidad tienen de este ministerio en el interior del Estado.
En la segunda lectura tomada de la Primera Carta del Apóstol San Pedro, se nos dice que todos los bautizados somos “estirpe elegida, sacerdocio real, nación consagrada a Dios y pueblo de su propiedad” (1 Pe 2, 9). ¡Qué pocos son los cristianos que son conscientes de su condición sacerdotal y de que somos llamados a ofrecer constantemente sacrificios espirituales! Nuestra vida toda debe ser un sacerdocio y lo es cuando, en todo lo que hacemos, nos movemos y actuamos con criterios cristianos.
El ministerio sacerdotal en la Iglesia lo ejercen los presbíteros y los obispos; pero tanto nosotros, presbíteros y obispos, como cada bautizado, estamos llamados a ser “piedras vivas, que van entrando en la edificación del templo espiritual” (1 Pe 2, 5). Cristo Sacerdote ofreció su vida en este mundo al Padre hasta llegar a la cruz. Y tú cristiano, verdadero sacerdote, estás llamado a ofrecer tu vida diaria, tus cruces de cada día, en la aceptación de la voluntad del Padre. Ven a recibir la Hostia cada vez que puedas participar en la Misa, aún entre semana; pero sé tú mismo una hostia viva, agradable al Padre, que diariamente se ofrece en el cumplimiento de sus deberes.
Nuevamente, ¡felicidades maestros y maestras de todo Yucatán! Ojalá pronto se resuelvan todos los problemas de los maestros que hay en México y todos queden satisfechos por una reforma integral. Que cada maestro sea muy consciente de la gran trascendencia de su labor y de la huella que está imprimiendo en el corazón y la mente de sus alumnos. Que los maestros creyentes sean conscientes de que representan al único Maestro, que nos enseña el camino, la verdad y la vida.
Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!
+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán