Homilía Arzobispo de Yucatán – IV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

homilia-29-01-17

Estimados hermanos y hermanas los saludo afectuosamente deseándoles todo bien en el Señor.

Aunque cada día que pasa tenemos la oportunidad de construir nuestro futuro, en estos días últimos de enero todos los mexicanos somos convocados a la unidad y al compromiso a favor de nuestra Patria, por las circunstancias históricas que estamos viviendo al enfrentar una política norteamericana tan agresiva hacia nuestra Nación, debido a la decisión de su nuevo primer mandatario, de firmar la orden para construir el muro divisorio entre ambos países, y la condición puesta a nuestro gobierno de pagar por ese muro si queremos entrar a renegociar el tratado de libre comercio.

Los pueblos de todo el mundo y particularmente de Centroamérica, están pendientes de las reacciones de México en esta situación, pues pudiera ser modelo para que otros países respondan en el mismo tono a las medidas proteccionistas norteamericanas. No cabe duda de que vivimos un momento histórico crucial que trae nuevos retos y del que pudieran derivarse realidades muy positivas o muy negativas.

Nuestra fe cristiana debe llevarnos a varias acciones:

  • Primero, saber distinguir entre los habitantes de Norteamérica y sus actuales gobernantes, para seguir valorando y apreciando al pueblo norteamericano y no hacer generalizaciones de rechazo hacia nuestros vecinos, o tomar actitudes vengativas ante las acciones racistas que han sucedido en suelo norteamericano.
  • Segundo, rezar por el presidente Trump y sus colaboradores, para que se conviertan y se dejen guiar por el Espíritu del Señor en el gobierno de su nación y en sus políticas exteriores.
  • Tercero, rezar por nuestro Presidente y su gabinete, para que con las luces del Espíritu Santo tengan el valor y la sabiduría para conducir a nuestra patria en estas aguas turbulentas.
  • Cuarto, cerrar filas en torno a nuestro presidente y despertar un auténtico patriotismo que nos lleve a buscar el bien común de nuestra sociedad, a consumir los productos hechos en México y estar dispuestos a los sacrificios que sean necesarios.
  • Quinto, evitar todas las actitudes de racismo dentro de nuestro país y todo el rechazo de los migrantes de varios pueblos que han quedados atrapados en nuestro México.
  • Sexto y no menos importante, orar por nuestros hermanos indocumentados en los Estados Unidos y por las familias que están siendo divididas por el muro material y político.

En el Evangelio de hoy según san Mateo, Jesús nos presenta su doctrina que es totalmente innovadora, especialmente llena de esperanza para los más pobres, pequeños y débiles de este mundo. Como nuevo Moisés, Jesús sube a la montaña y se sienta en la cátedra desde donde da a sus discípulos su enseñanza fundamental; ya no con prohibiciones, sino en forma positiva, dando sentido a las realidades que antes de Él eran incomprensibles y totalmente aplastantes. Su doctrina se expresa en las “Bienaventuranzas” (cfr. Mt 5, 1-12).

Jesús dice: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos”. Los pobres de espíritu son las personas que no ponen su felicidad en el dinero y los bienes materiales, al grado de compartir con alegría y amor lo poco o mucho que tengan, y que dan cada día gracias a Dios reconociéndose como administradores de lo que poseen. Son personas libres, porque teniendo a Dios en el corazón lo tienen todo, además de la esperanza de poseerlo en plenitud eterna.

Dice Jesús: “Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados”. En este mundo hay múltiples razones para el sufrimiento, pero llorar nos hace bien si nos ayuda a comprender el llanto de otros, y nos lleva a tratar de brindarles consuelo. Consolar nos consuela. El mundo es muy injusto y sólo Dios nos puede dar el consuelo que necesitamos.

Jesús afirma: “Bienaventurados los sufridos, porque heredarán la tierra”. Esta bienaventuranza debe llevarnos a un examen de conciencia y preguntarnos: ¿A quién hemos hecho sufrir?, ¿a quién seguimos haciendo sufrir? ¡Cuántos son los que se desquitan con otros más débiles por lo que ellos sufren! En cambio, los sufridos son los que aceptan sus sufrimientos sin rencores ni resentimientos y por eso tendrán la herencia de la tierra prometida.

En la cuarta bienaventuranza Jesús dice: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados”. Mientras que muchos se unen a la corriente de corrupción y de injusticia y adormecen su conciencia, hay otros que no se resignan a que las cosas sean así y que quisieran que se haga justicia a los presos, a los migrantes, a los pobres y a todos los que sufren y se esfuerzan por contribuir a esta justicia, siempre quedando con hambre de hacer algo más. El Señor promete saciar a los que ansían y ofrecen justicia, no a los que se hacen justicia por su propia mano.

Luego Jesús señala: “Bienaventurados los misericordiosos, porque obtendrán misericordia”. En la medida en que nos apiademos de los que sufren, Dios se apiadará de nosotros. El apóstol Santiago lo expresa así: “Habrá un juicio sin misericordia para quien no practicó la misericordia” (Sant 2, 13). Se trata de perdonar a quien nos ha ofendido, de ayudar a quien lo está necesitando; hacerlo de corazón nos deja de inmediato una gran paz y satisfacción, pero además nos granjea la misericordia eterna de Dios.

La sexta bienaventuranza dice: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. Los limpios de corazón son los que actúan con la sencillez de la paloma, sin ninguna mala intención de perjudicar a nadie en ninguna manera. La malicia o la impureza de corazón son como escamas que nos ciegan y no nos permiten ver a Dios ahora, y no nos permitirán verlo para la eternidad.

Después dice el Señor: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios”. Sin armas pero con fe en Dios y amor a sus hermanos, hay mucha gente hoy en día en México trabajando por restablecer la paz perdida a causa la lucha contra el crimen organizado, los pleitos entre las bandas, e incluso los que sin estar organizados, aprovechan el río revuelto para actuar criminalmente. Donde hay paz hemos de trabajar por conservarla, por educar para que haya paz dentro de los hogares, dentro de las escuelas y dentro de todas las relaciones humanas, ¡urge educar para la paz, no para la competencia!

El Señor Jesús dice: “Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos”. Aquí la palabra “justicia” debe entenderse como “santidad”. ¿Te persiguen por tus palabras o acciones santas?, bienvenida la persecución. ¿Te persiguen por buscar la justicia para quienes son tratados injustamente?, bienvenida la persecución. Recibe ahora el Reino y prepárate para ingresar a la Vida Eterna.

Y la última bienaventuranza: “Bienaventurados serán ustedes cuando los injurien, los persigan, y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”. Hermanos, hermanas, persecución contra la Iglesia siempre la ha habido y siempre la habrá; y tal vez a ti ya te hayan injuriado, perseguido o criticado por causa de Cristo. Qué tristeza hay por aquellos que tratan de acomodarse a todo y a todos, evitando toda confrontación y tratando de quedar bien con los demás. Si somos congruentes con nuestra fe y nuestros valores, seguro que vamos a chocar con frecuencia y quizá con quien menos esperemos. Pero ¡ánimo!, que nuestra recompensa será grande en los cielos.

Bienaventurados nosotros los mexicanos, si no pagamos con la misma moneda con que se nos está tratando; bienaventurados si tratamos bien a los migrantes y evitamos toda discriminación hacia los indígenas de nuestra patria, evitando cualquier falta de respeto a la dignidad de las personas; bienaventurados si nos unimos más allá de partidos, religiones o clases sociales, buscando juntos el bien de México. Bienaventurados los mexicanos si ponemos a Dios en nuestro corazón y le damos a cada ser humano el respeto que nos merece como persona.

Que tengan una feliz semana.

¡Sea alabado Jesucristo!

+ Gustavo Rodríguez Vega

Arzobispo de Yucatán

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