HOMILÍA
III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Ciclo A
“Talitha kum. Niña, a ti te hablo: ¡Levántate! (Mc 5, 41), Joven, a ti te digo: ¡Levántate! (Lc 7, 14)”.
“Ki’ olal lake’ex ka ta’ane’ex ich maya, kin tzik te’ex kimak woolal yetel in puksikal. U Ta’an Jajal Dios te domingoa, ku yesikto’on, Jesus tan u kaasik u kuxtaal.”.
Muy queridos hermanos y hermanas los saludo con el afecto de siempre deseándoles todo bien en el Señor.
Dos hechos están en la mente y en el corazón de la mayoría de nosotros en estos días. El primero de ellos es el inicio del mandato del nuevo presidente de los Estados Unidos de América; en torno a esta toma de posesión hubo una gran fiesta, y al mismo tiempo hubieron grandes manifestaciones de rechazo dentro y fuera de ese país del Norte; y en muchos está la gran preocupación sobre el futuro de México y el destino de los migrantes. Si el Sr. Trump lleva a la práctica todo lo que ha venido anunciando, nos espera aquí una etapa muy crítica, como si fuera poco lo que ya estamos viviendo con el alza del precio de la gasolina y el aumento que se va generalizando en todos los productos, comenzando por la canasta básica.
Aunque por otro lado, tal vez vengan nuevas oportunidades de un cambio de mentalidad y de que todos los mexicanos aprendamos a mirar por México, como Donald Trump quiere que los norteamericanos miren por su nación. Tal vez sea la oportunidad para abrirnos a otros mercados y romper el cordón umbilical que nos tiene atados desde que nacimos como país independiente. Es tiempo de tomar nuestra fe en serio para orar por México y por sus gobernantes. Es tiempo de que esa fe nos lleve a todos despertar para comprometernos por el bien común. Es tiempo de que todos luchemos contra la corrupción, que es como un cáncer para nuestra Patria. Todo esto es la auténtica dimensión política de nuestra fe, y responder en ese sentido sería aceptar el llamado que Jesús nos hace en el santo Evangelio del día de hoy, cuando nos dice: “Conviértanse porque ya está cerca el Reino de los cielos” (Mt 4, 17).
El segundo hecho reciente (miércoles 18 de enero) que ha conmocionado a México, que se ha vuelto una noticia y que ha dado la vuelta al mundo, sucedió en mi tierra natal de Monterrey, donde un adolescente en la primera hora de clase de su escuela secundaria, hirió con una pistola a su maestra y a tres compañeros, para luego suicidarse. Hechos como este sucedían con cierta frecuencia en los Estados Unidos y tal vez pensábamos que nunca los veríamos entre nosotros. Nadie ha podido explicar el porqué de este lamentable suceso y qué es lo que estaba viviendo en su interior este jovencito. Dios lo tenga en su Gloria.
Más triste aún es que hayan salido a relucir algunos grupos en redes sociales donde se congratulaban por esta tragedia e invitaban a otros para que tuvieran el “valor” de hacer cosas sangrientas como ésta. En efecto, algunos grupos en redes sociales transmiten toda clase de porquerías que invitan a sus seguidores a imitar los hechos de violencia o de comportamientos sexuales totalmente perversos. Es ahora cuando reflexionamos en el daño que hace en la mente de los niños y jóvenes la violencia de algunas series de televisión, de algunas películas, de algunos videojuegos y de algunas así llamadas “maquinitas”. Ahora es cuando podemos recapacitar en la importancia de la relación cercana entre padres e hijos.
No se trata sólo de quitarles el celular o el Ipad a los adolescentes, sino de darles algo a cambio que llene su mente, su cuerpo y su espíritu, como es el deporte, el arte y sobre todo, una buena relación con sus papás, sin que falte la relación con Dios nuestro Señor. ¡No se resignen papás a que sus hijos ya se alejaron de Dios y de la Iglesia; sigan insistiendo para que ellos encuentren el camino del Señor!
Muchachos, muchachas, no esperen a que sus papás los castiguen y les quiten el celular, adelántense ustedes a dejarlo a un lado. ¡Rompan las cadenas de esa esclavitud! No es malo el celular, pero si nos domina, si se convierte en el dueño de nuestro tiempo, de nuestra mente y de nuestro espíritu, si no nos permite comunicarnos con quien tenemos enfrente, entonces urge ponerle riendas a este “caballo bronco” para que ustedes lo usen y no él a ustedes. Renuncien jóvenes a la pornografía y la violencia de las redes sociales, y tomen de ellas sólo las cosas que realmente valen la pena y los harán crecer como personas. No se dejen nunca manipular por quienes de manera oculta detrás de las páginas, detrás de los programas de cine, radio y televisión, detrás de las redes como incógnitos, quieren manejar sus vidas conduciéndolas a la pérdida de los más altos valores humanos que su familia y la Iglesia les han ofrecido y les siguen ofreciendo.
¡Muchachos, muchachas, “conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”! (Mt 4, 17). “Talitha kum”. Niña, a ti te hablo: ¡Levántate! (Mc 5, 41); “Joven, a ti te digo: ¡Levántate!” (Lc 7, 14).
El Evangelio de hoy según san Mateo nos presenta el inicio del ministerio de Jesús. Él deja Nazaret y se traslada a Cafarnaúm para iniciar ahí su misión, tal como había sido anunciado por el profeta: “Tierra de Zabulón y Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos. El pueblo que yacía en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció” (Mt 4, 15-16).
Muchachos, muchachas, a ustedes les gusta el show de luces de un buen espectáculo, pero no se dejen deslumbrar; miren más bien la realidad con la luz que Jesús vino a traer a este mundo. Tomen esa linterna de Jesús y llévenla donde quiera que ustedes vayan para que iluminen las tinieblas de este mundo: tinieblas de ignorancia, tinieblas de pecado, tinieblas de corrupción y de injusticias, tinieblas de tristeza y de sin sentido de la vida, tinieblas de pobreza, de enfermedad y de sufrimiento. Ayúdenle a Jesús a invitar a toda la gente, especialmente a jóvenes como tú: “Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”.
Sí jóvenes, ayúdenle a Jesús porque tal vez él te esté llamando como a los apóstoles y te diga: “Síganme y yo los haré pescadores de hombres” (Mt 4, 19). Pero aunque no les hiciera este llamado extraordinario para seguirlo, de todas maneras ayúdenle, porque ustedes encontrarán felicidad al compartir la luz que Jesús nos vino a traer. Mucha gente hoy en día anda extraviada buscando la felicidad en los bienes materiales o en los placeres de la carne o del poder; no los critiquemos, sino más bien ayudémosles a ver las cosas desde la luz del Señor.
La primera lectura de este domingo tomada del profeta Isaías, nos presenta la profecía que luego se ve cumplida en el santo Evangelio de hoy. Luego con el salmo 26 cantamos en la liturgia: “El Señor es mi luz y mi salvación”. Y en la segunda lectura tomada de la primera Carta del apóstol san Pablo a los Corintios, se nos exhorta a vivir en la unidad. Los corintios habían hecho partidos dentro de su comunidad, pues unos decían: “Yo soy de Pablo”, otros: “Yo soy de Apolo”, otros: “Yo soy de Pedro”, y otros: “Yo soy de Cristo”. La falta de unidad y el partidismo entre los seres humanos siempre ha existido entre las naciones, entre los grupos, entre las familias y hasta, con vergüenza hay que decirlo, en la Iglesia (Cfr. 1 Cor 1, 10-13).
Precisamente desde el 18 y hasta el 25 de enero estamos celebrando el “Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos”. Esta semana se celebra desde 1908 y ahora tiene un significado muy especial porque se cumplen quinientos años de las noventaicinco tesis de Martín Lutero que buscaban reformar la Iglesia. La celebración de este significativo aniversario se está llevando en comunión con la Iglesia Católica y con otras Iglesias, como una “Christusfest”, es decir, como una fiesta de Cristo en la que se están viviendo signos fuertes de hermandad y de búsqueda de unidad.
Oremos por la unidad de los matrimonios y de las familias, para que ésta ayude a los adolescentes y jóvenes a encontrar sentido a su existencia. Oremos por la unidad de los cristianos, que nos ayude a dar al mundo un testimonio convincente y a realizar obras que juntos podemos alcanzar mejor. Oremos por la unidad de los mexicanos, pues solamente unidos en la búsqueda del bien común, podremos sacar adelante a nuestra Nación.
¡Que tengan una feliz semana! ¡Sea alabado Jesucristo!
+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán