MENSAJE EPISCOPAL
AL CLERO DE YUCATÁN
AL INICIO DEL NUEVO AÑO
Muy queridos señores arzobispos,
Don Emilio Carlos Berlie Belaunzarán y
Don Jorge Carlos Patrón Wong,
muy queridos hermanos sacerdotes y diáconos.
En estos días de la Navidad y el año nuevo hemos intercambiado con muchas personas una felicitación; las hemos intercambiado con nuestras comunidades de fieles, con nuestros familiares y amigos. Era muy justo que intercambiáramos también entre nosotros, grupo sacerdotal, una sincera felicitación y los mejores deseos, ya que nos une la fraternidad que nace de nuestra unción y el ministerio en favor del santo Pueblo de Dios. Es ya una tradición que su Arzobispo los convoque en estos primeros días del año, como cada obispo lo hace con su respectivo presbiterio en torno a la Navidad.
Estos son días de intensa santidad que corre a través de nuestras manos sacerdotales, comenzando por las fiestas de la Inmaculada y la Guadalupana, y continuando con las posadas, la Navidad, el año nuevo y la Epifanía, que forman una unidad en nuestra fe. Desde los púlpitos de nuestras parroquias y capillas hemos llamado a todos a vivir cristianamente estas fiestas; ojalá que hayamos colmado el vaso de nuestra alma y no simplemente hayamos dejado pasar la gracia hacia nuestros hermanos. Somos conscientes de que muchas personas celebran estas fiestas olvidando al festejado, en medio de toda clase de vicios. Ojalá que para cada sacerdote de Yucatán estas festividades hayan sido como un gran retiro espiritual que deja en cada uno de nosotros alegría, paz y crecimiento en la gracia.
Diariamente nos revestimos con toda dignidad las vestiduras sagradas para celebrar los divinos misterios, pero en la Navidad hemos contemplado la humildad de un Dios que se reviste de nuestra carne y que nace pobre entre los pobres, con una pobreza mayor que la que le hubieran podido ofrecer José y Mará en su casita de Nazaret. Si nos dejamos llevar por el espíritu de la Navidad, ésta nos lleva naturalmente a los pobres, donde el Señor espera la “adoración” de los pastores, y donde tantos laicos se nos adelantan con gran fe y caridad. Que los pobres en Yucatán, que son la inmensa mayoría de nuestros hermanos y hermanas, estén durante todo el 2017 al alcance de nuestra caridad pastoral.
El lunes 2 de enero se hizo pública la carta del Papa Francisco, fechada el 28 de diciembre en la festividad de los Santos Niños Inocentes, y dirigida a todos los obispos del mundo. En esta carta el Papa nos recuerda que la alegría del nacimiento del Salvador se vio contrastada por la terrible desgracia de la muerte de los niños inocentes por parte de Herodes, y que en la actualidad este contraste continúa; pues mientras muchos niños gozan celebrando la Navidad, y los adultos gozamos alegrando a esos niños, miles de personas dedican su existencia a dañar a los niños en múltiples formas. En palabras del Papa, habla “de los nuevos Herodes de nuestros días, que fagocitan la inocencia de nuestros niños. Una inocencia desgarrada bajo el peso del trabajo clandestino y esclavo, bajo el peso de la prostitución y la explotación. Inocencia destruida por las guerras y la emigración forzada, con la pérdida de todo lo que esto conlleva. Miles de nuestros niños han caído en manos de pandilleros, de mafias, de mercaderes de la muerte que lo único que hacen es fagocitar y explotar su necesidad” (Carta del Santo Padre Francisco a los obispos en la fiesta de los Santos Inocentes, 28 de diciembre de 2016).
Los sacerdotes estamos llamados a actuar como el señor san José, quien fue “el primer invitado a custodiar la alegría de la Salvación”. Pero el Papa lamenta los casos en que los mismos sacerdotes se han transformado en los nuevos Herodes por el pecado de pederastia, un pecado que nos avergüenza y por el que debemos pedir perdón una vez más. Y dice textualmente: “Hoy, recordando el día de los Santos Inocentes, quiero que renovemos todo nuestro empeño para que estas atrocidades no vuelvan a suceder entre nosotros. Tomemos el coraje necesario para implementar todas las medidas necesarias y proteger en todo la vida de nuestros niños, para que tales crímenes no se repitan más. Asumamos clara y lealmente la consigna «tolerancia cero» en este asunto”. Y yo digo aquí en Yucatán, líbrenos Dios de un pecado semejante entre nosotros, pero estemos también alerta para identificar todo tipo de abuso infantil en nuestras comunidades y luchar por que todo eso se acabe. Tomemos resueltamente el papel de san José hacia todos los menores.
Por otra parte, nuestra gente en Yucatán, como en el resto del país, está muy preocupada por el famoso “gasolinazo” y toda la escalada de alza de precios que se viene. Como pastores del Pueblo de Dios nos toca comprender esta preocupación y acompañar a nuestra gente en sus angustias. En varios lugares de México está habiendo manifestaciones (hasta ahora la mayoría pacíficas) en contra de este aumento y las redes sociales están convocando a nuevas manifestaciones y a boicots. No nos toca a nosotros liderar estos movimientos, pero tampoco frenarlos; en todo caso acompañarlos para que se mantengan pacíficos.
Hemos de estar vigilantes, como buenos pastores, para dar respuestas oportunas y adecuadas de acompañamiento a nuestra gente en esta crisis económica de proporciones insospechadas. A esto se suman las amenazas del entrante presidente de los Estados Unidos, que de cumplirse, significarían un agravamiento del tema migratorio y una fractura del Tratado de Libre Comercio, con consecuencias que pueden ser desastrosas en el corto y mediano plazo, o tal vez no tan negativas en el largo plazo.
Estos temas de los pobres, de los abusos contra los menores y de la complicada situación económica de nuestra patria al inicio del año 2017, abonan al modelo de situación que hemos actualizado, y nos hacen mirar al ideal que como Iglesia Yucateca queremos vivir, para ponernos en camino con un rumbo bien definido. Mucho nos ayudarán las reflexiones sobre el Concilio Vaticano II que como Presbiterio tomaremos del 14 al 16 de febrero próximo, y las que tendremos sobre el Sínodo de Yucatán un mes después del 14 al 16 de marzo siguiente. Ojalá que ambos estudios nos muevan a unirnos decididamente como presbiterio a ponernos a la vanguardia de una “Iglesia en salida”, de puertas abiertas, en misión permanente, para ir en busca de los alejados con la actitud del Buen Pastor.
También hemos de tomar en cuenta para la formación permanente dentro de las diferentes franjas, la nueva “Ratio Fundamentalis” que presenta la continuidad que debe existir entre la formación inicial del Seminario y la formación de los sacerdotes. Hemos de dejar atrás la idea de que la formación inicial debe ser suficiente para todo el camino sacerdotal, y admitir que para navegar en las aguas turbulentas del mundo actual, el sacerdote necesita mantenerse siempre en formación. Todas las ideas materialistas, individualistas, relativistas y pansexualistas de nuestra era, taladran constantemente en la mente y en el corazón de los sacerdotes de hoy, que estamos en el mundo pero no somos del mundo (cfr. Jn 17 ss.).
Por eso ¡ánimo mis queridos sacerdotes! Por más agitadas que estén la aguas de nuestro mundo interior y exterior, Jesús el Señor camina sobre las aguas y está siempre atento para darnos la mano y ayudarnos a vencer el mundo como Él lo ha vencido. La santa Madre Iglesia no sólo espera ser bien representada por ti en su solicitud maternal hacia los fieles a ti encomendados, sino que también a ti te ofrece sus brazos amorosos, para ayudarte en tus necesidades humanas, cristianas y sacerdotales. Esta Iglesia está perfectamente bien representada en María, nuestra Madre celestial, y quiere estar bien representada en cada obispo que debe ser un padre para sus sacerdotes.
Que este 2017 caminemos juntos como un solo ser, un solo presbiterio que tiene en alto la fraternidad, pensando los unos en los otros; y todos juntos, en el bien de nuestra Iglesia local. Así sea.
+ Gustavo Rodríguez Vega
V Arzobispo de Yucatán