Homilía Arzobispo de Yucatán – XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

HOMILÍA
XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
107 JORNADA MUNDIAL DEL MIGRANTE Y DEL REFUGIADO
Ciclo B
Num 11, 25-29; Sant 5, 1-6; Mc 9, 38-43. 45. 47-48.

“Hacia un ‘nosotros’ cada vez más grande”.

 

In láak’e’ex ka t’aane’ex ich maya kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal. Bejla’e’ táan k’iinbejsik tu láakal yoókolkab le máako’ob ku bino’ob táanxel lu’umiló yeetel máaxo’ob u kaajtalo’ob, le dsíibil t’aan tu dsáa Papa Francisco u ti’al le k’iina’ ku ya’alik beya’: tí to’one’ex yaan beetik bin máaloto’on.

Tak té Ma’alob Péektsil ku ya’alik Jesús tí u aj kanbalo’ob ma’u p’eektiko’ob mix máak ts’o’ok u yokja’o. Aj kanbá Santiago ku ya’alik yo’olaj le ayikkalo’obo ku beetko’ob píis óolal má bey, bejla’e’ xane je’e u páajtal a’alik ti’e le nojoch kaajo’ob ku líiksiko’ob paako’ob uti’al má u mano’ob le máaxo’ob u taalo’ob táanxel lu’umil’.

Hoy celebramos la 107ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, y el lema que escogió el Papa Francisco para esta jornada es: “Hacia un ‘nosotros’ cada vez más grande”, queriendo así indicar un horizonte claro para nuestro camino común en este mundo. Cuando Dios creó al ser humano en el paraíso dijo “hagamos”, lo dijo en plural: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Gn 1, 26). Si Dios en esencia es familia, es un “Nosotros”, el ser humano no puede asemejarse al Señor en el aislamiento, ni en el egoísmo, ni en la cerrazón de una familia, de un grupo o de una nación. Abrirnos al que emigra significa construir el “nosotros”, y realizarnos según la imagen divina que llevamos en nuestra naturaleza.

El evangelio de hoy, según san Marcos, comienza hablando de la expulsión de los demonios que practicaban otros que no eran discípulos de Jesús. Tal vez esos otros que expulsaban demonios habían sido discípulos de Juan el Bautista, de algún otro predicador o simplemente habían sido del grupo de Jesús y luego se separaron. El caso es que los discípulos no tenían intención de abrirse a los otros: no estaban pensando en un “nosotros” cada vez más grande. Por eso Jesús les llama la atención.

Al igual que el apóstol san Juan en el evangelio de hoy, quien quería prohibir a los que expulsaban demonios sin ser de su grupo que lo siguieran haciendo; algo semejante pasa en la primera lectura, tomada del Libro de los Números. Yahvéh Dios tomó del espíritu que reposaba sobre Moisés y se lo dio a los setenta ancianos que habían sido convocados, los cuales se pusieron a profetizar; sin embargo, dos hombres que se habían quedado en el campamento recibieron también el espíritu que se posó sobre ellos y se pusieron igualmente a profetizar. Josué le pidió a Moisés que les prohibiera a estos dos profetizar, a lo que Moisés respondió: “¿Crees que voy a ponerme celoso? Ojalá que todo el Pueblo de Dios fuera profeta y descendiera sobre todos ellos el espíritu del Señor” (Num 11, 29).

Los muros que hoy se construyen, materiales, morales o legales, son un cerrarse al “nosotros” total que formamos con toda la humanidad. ¿Cómo vamos a compartir las cosas espirituales o a estar en comunión unos con otros, si excluimos a algunos, por ser pobres o por no tener toda la documentación? Ojalá descendiera sobre todos el Espíritu del Señor.

Hoy Jesús dice en el evangelio: “Todo aquel que les dé a beber un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que no se quedará sin recompensa” (Mc 9, 41). Así como tenemos fe en que el Señor se hace presente en sus ministros y les ofrecemos un vaso de agua, o tratamos de resolverles todas sus necesidades, recordemos que los pobres son también sacramento vivo de Jesús, quien nos dice: “Tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui migrante y alojaron en sus casas…” (Mt 25, 35).

Jesús nos amonesta y señala la gravedad que hay en escandalizar a una de estas personas, y dice en el evangelio de hoy: “Al que sea ocasión de pecado para esta gente sencilla que cree en mí, más le valiera que le pusieran al cuello una de esas enormes piedras de molino y lo arrojaran al mar” (Mc 9, 42).

¡Ah, porque casi todos los migrantes son creyentes en Cristo!, aunque pertenezcan a distintas iglesias. Los miles de migrantes atorados en la frontera sur o norte de México son en general gente sencilla que se siente escandalizada por el rechazo, el odio y la indiferencia del común de la gente y, por supuesto, de los gobiernos de los pueblos por donde van pasando. Con esas actitudes podemos llevarlos a alimentar resentimientos o incluso inducirlos hasta el robo en su desesperación por tener el pan de cada día.

Bendito sea Dios, que la caridad cristiana que los migrantes encuentran en nuestra Iglesia y en otras iglesias, no es la única muestra de fraternidad que ellos reciben en su camino, porque existen muchos buenos samaritanos y samaritanas (como las matronas), que a su paso les ofrecen tan siquiera un vaso de agua. Si todos hiciéramos lo mismo, no sería tan difícil la tarea de servir a Cristo en los migrantes y refugiados.

En la segunda lectura el apóstol Santiago habla con mucha dureza contra los ricos diciéndoles: “Lloren y laméntense, ustedes los ricos, por las desgracias que les esperan” (Sant 5, 1). Por supuesto que todos sabemos que hay riquezas fundadas sólo en el trabajo y la bendición de Dios, al igual que hay gente rica que es muy justa en el trabajo de sus empleados, así como también muy generosa con los necesitados.

En este caso, Santiago se refiere a los ricos sin escrúpulos ni ética, que han amasado sus fortunas defraudando a otros y haciendo toda clase de negocios sucios. Por eso dice: “El salario que ustedes han defraudado a los trabajadores que segaron sus campos está clamando contra ustedes; sus gritos han llegado hasta el oído del Señor de los ejércitos” (Sant 5, 4). Los ricos que son así, son causantes de la migración.

La responsabilidad personal de los ricos para con los pobres, también debe considerarse como la responsabilidad de las grandes potencias económicas, sobre todo en este mundo globalizado, en el cual, en muchas formas, el enriquecimiento de una nación se funda en el empobrecimiento de otras naciones ya de por sí pobres.

Por eso, en lo que se refiere al tema de los migrantes y refugiados, las naciones ricas tienen una gran responsabilidad para evitar que tantos miles y miles de seres humanos estén siendo materialmente expulsados por la miseria y la inseguridad. Es muy bueno que los países de Latinoamérica y el Caribe hayan sostenido un Foro y que busquen enfrentar juntos sus problemas. Es importante, además, que las naciones poderosas sean parte de la solución de los problemas.

Recordemos que “católico” significa universal, y por eso el mensaje del Papa Francisco hace un llamado a los católicos para construir el “nosotros”. Al respecto, dice: “En el encuentro con la diversidad de los extranjeros, de los migrantes, de los refugiados y en el diálogo intercultural que puede surgir, se nos da la oportunidad de crecer como Iglesia, de enriquecernos mutuamente. Por eso, todo bautizado, dondequiera que se encuentre, es miembro de pleno derecho de la comunidad eclesial local, miembro de la única Iglesia, residente en la única casa, componente de la única familia. Los fieles católicos están llamados a comprometerse, cada uno a partir de la comunidad en la que vive, para que la Iglesia sea siempre más inclusiva” (Mensaje para la 107 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado).
https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/migration/documents/papa-francesco_20210503_world-migrants-day-2021.html

También el Papa hace un llamado a todas las personas de buena voluntad diciéndoles: “A todos los hombres y mujeres del mundo dirijo mi llamamiento a caminar juntos hacia un “nosotros” cada vez más grande, a recomponer la familia humana, para construir juntos nuestro futuro de justicia y de paz, asegurando que nadie quede excluido… Estamos llamados a soñar juntos. No debemos tener miedo de soñar y de hacerlo juntos como una sola humanidad, como compañeros del mismo viaje, como hijos e hijas de esta misma tierra que es nuestra casa común, todos hermanos y hermanas” (Fratelli tutti, n. 8).

Oración del Papa Francisco para la
Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado

Padre santo y amado,
tu Hijo Jesús nos enseñó
que hay una gran alegría en el cielo
cuando alguien que estaba perdido
es encontrado,
cuando alguien que había sido excluido, rechazado o descartado
es acogido de nuevo en nuestro nosotros,
que se vuelve así cada vez más grande.

Te rogamos que concedas a todos los discípulos de Jesús
y a todas las personas de buena voluntad
la gracia de cumplir tu voluntad en el mundo.
Bendice cada gesto de acogida y de asistencia
que sitúa nuevamente a quien está en el exilio
en el nosotros de la comunidad y de la Iglesia,
para que nuestra tierra pueda ser,
tal y como Tú la creaste,
la casa común de todos los hermanos y hermanas. Amén.

 

Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!

 

+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán

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