HOMILÍA
SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS
INICIO DEL NUEVO AÑO 2023
Ciclo A
Nm 6, 22-27; Gál 4, 4-7; Lc 2, 16-21.
“Encontraron a María, a José y al Niño” (Lc 2, 16).
In láak’e’ex ka t’aane’ex ich maya kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal ti’e ja’ab 2023. Bejla’e’ k’alik u waxak k’iinil Navidad, yéetel k’iinbejsik “María u maama Yuumtsil” beey xan k’iinbejsik Jornada Mundial de la Paz. Tu jobnel María tu taasaj to’on u Paalil Yuumtsil, tu beetubaj máakile’ je’e bixilo’one’ chen ba’ale’ mina’an ti’ k’eebanil.
Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre. El sábado pasado amanecimos con la triste noticia de que la vida del Papa Emérito, Benedicto XVI, había llegado a su fin. A él en su infancia y juventud le tocó sufrir los estragos de la Segunda Guerra Mundial. Como teólogo fue una inteligencia privilegiada en la Iglesia, que iluminó con su sabiduría el Concilio Vaticano II. Acompañó el ministerio de San Juan Pablo II, resguardando el tesoro de nuestra fe. Como Sumo Pontífice afrontó con la debida autoridad algunos casos difíciles, corrigiendo algunos caminos equivocados y guiándonos como buen pastor, mostrando siempre una gran humildad, al grado de llevarlo a renunciar a su cargo como supremo pastor. Un hombre santo al que muchos no comprendieron ni supieron valorar. Dios le conceda la recompensa de los justos.
Hoy en el primer día del año; celebramos el día en el que el Niño Dios fue circuncidado y recibió el nombre de Jesús; también es la fiesta de Santa María Madre de Dios y la 56º Jornada Mundial de la Paz. El título del mensaje del Papa Francisco para esta Jornada Mundial de la Paz 2023 es: “Nadie puede salvarse solo. Recomenzar desde el COVID-19 para trazar juntos caminos de paz”.
Dice el Papa en su mensaje: “La mayor lección que nos deja en herencia el COVID-19 es la conciencia de que todos nos necesitamos; de que nuestro mayor tesoro, aunque también el más frágil, es la fraternidad humana, fundada en nuestra filiación divina común, y de que nadie puede salvarse solo. Por tanto, es urgente que busquemos y promovamos juntos los valores universales que trazan el camino de esta fraternidad humana. También hemos aprendido que la fe depositada en el progreso, la tecnología y los efectos de la globalización no sólo ha sido excesiva, sino que se ha convertido en una intoxicación individualista e idolátrica, comprometiendo la deseada garantía de justicia, armonía y paz” (SS Francisco, Mensaje por la 56 Jornada Mundial por la Paz).
El Santo Padre lamenta y nos invita a rechazar el azote de la guerra que se cierne sobre el mundo, no sólo por la guerra de Rusia contra Ucrania, sino por otras que hay en diferentes regiones. Las violencias del crimen organizado en varios lugares de México hacen sufrir a muchos hermanos por verdaderos ambientes bélicos. Dice el Papa en su mensaje: “Aunque se ha encontrado una vacuna contra el COVID-19, aún no se han hallado soluciones eficaces para poner fin a la guerra. En efecto, el virus de la guerra es más difícil de vencer que los que afectan al organismo, porque no procede del exterior, sino del interior del corazón humano, corrompido por el pecado” (Ídem).
Tristemente vemos a nuestras autoridades en varios lugares de México rebasados por la violencia, por eso, hoy más que nunca, la construcción de la paz es tarea de toda la sociedad, de las familias, de las iglesias, de las escuelas, de los empresarios. La paz que el Niño Dios nos vino a traer es un regalo y una conquista a la vez. Todos tenemos tarea en el fortalecimiento del tejido social.
El texto del Libro de los Números nos trae la instrucción de Dios a Moisés, sobre el modo en el que los sacerdotes deben bendecir a su pueblo. El mensaje para nosotros es que Dios toma la iniciativa para bendecirnos, y que podemos acercarnos con confianza a sus ministros, al Papa, a los Obispos y a los Sacerdotes y Diáconos para recibir la bendición de Dios, que obra por el poder de Dios y la fe de los creyentes. Es muy oportuno este pasaje en este momento en que nos disponemos a iniciar un nuevo año. Así lo pedimos hoy con el Salmo 66: “Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos”.
El texto de la carta a los Gálatas, en la segunda lectura, trae la afirmación de que Dios nos envió a su Hijo, “nacido de una Mujer”. Hoy celebramos a María como Madre de Dios. Quien diga que María no es madre de Dios, sino sólo del hombre Jesús, está cayendo en una clara y tremenda herejía contra nuestra fe en la encarnación del Hijo de Dios. Porque si Dios Hijo se encarnó, fue él mismo quien nació de la Santa Virgen, ya que en él hay solamente una persona de naturaleza divina, y al encarnarse y nacer de María, sumó a su persona la naturaleza humana.
Durante el primer siglo del cristianismo los discípulos se dedicaron a “digerir” el Misterio de la Encarnación de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Fue a partir del siglo II cuando los obispos y los Santos Padres de la Iglesia comenzaron a descifrar el misterio realizado en María Virgen y Madre, y en el Concilio de Éfeso (431) quedó finalmente definido el dogma de la “Maternidad Divina de María”, en el que ya creía el pueblo santo de Dios.
El evangelio de hoy, según san Lucas, inicia con la adoración de los pastores al Niño Dios, y el compartir a María y José su experiencia del anuncio que recibieron por parte de los ángeles del Señor, pero también compartieron su experiencia a muchas personas más, y dice el texto que “cuantos los oían quedaban maravillados” (Lc 2, 18).
María y José humanamente no podían alcanzar a asimilar estas cosas, por eso María “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”. Si los niños no nos entienden tantas cosas a los adultos, ¿cómo queremos nosotros entender todo lo que Dios nos dice a cada paso de nuestra vida? Por eso, aprendamos de María a guardar todo lo que no entendamos para meditarlas en nuestro corazón. El tiempo, con la gracia de Dios, nos traerá la comprensión de lo que hoy no entendemos.
“Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado” (Lc 2, 20), y seguramente toda la vida recordaron aquella noche santa, noche de paz, cuando vieron aquel niño, y también es seguro que transmitieron su experiencia a sus hijos y nietos. El Evangelio vivo se transmitió primero oralmente, y luego los evangelistas recogieron estas tradiciones que circulaban, y san Lucas las complementó con el testimonio directo de María Santísima.
Hoy se cierra la Octava de la Navidad, hoy se cumplen ocho días y el pasaje evangélico nos dice que: “Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús” (Lc 2, 21). Así María y José cumplieron la ley de Moisés al unir a su Hijo al pueblo judío mediante aquel rito; además cumplieron con la orden que Dios les dio a través del ángel de ponerle al niño el nombre de Jesús, que significa Yavhéh salva. Muchos hombres y mujeres antes y después de Cristo han llevado ese nombre, pero sólo en él ese nombre cumple plenamente su significado.
Muchos bautizados hoy en día, llevan nombres poco dignos de su condición de discípulos de Jesús. Puede ser que algunos tengan un nombre con un significado bello y provocador para una vida digna, sin embargo, todos los bautizados llevamos el nombre de cristianos, y ese nombre nos compromete a vivir tal y como él nos enseñó.
Agradezcamos al Señor este año terminado con todas sus pruebas y sufrimientos, y aprendamos todas las grandes lecciones que, la pandemia y otras circunstancias personales o familiares, nos van dejando. Les deseo un año hermoso, en el que nos sintamos y seamos efectivamente constructores de paz en el propio corazón, en nuestras familias, así como en el espacio que ocupamos en la sociedad.
En nombre de Dios y de su santa Madre iniciemos este nuevo año 2023.
¡Sea alabado Jesucristo!
+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán