Homilía Arzobispo de Yucatán – VI Domingo de Pascua, Ciclo B

HOMILÍA
VI DOMINGO DE PASCUA
Ciclo B
Hch 10, 25-26. 34-35. 44-48; 1 Jn 4, 7-10; Jn 15, 9-17.

“Si cumplen mis mandamientos,
permanecen en mi amor” (Jn 15, 10).

 

 

In láake’ex ka t’aane’ex ich maaya kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal. U Ma’alob Péektsil bejla’e’ Jesús ku ts’áik ti’ u ajkambalo’ob junp’éel túumben almat’aan, k’a’abet u yantal yaabila’ ichilo’on je’e bix tu yaabilto’on Leti’e. Máax je’el u pajtaal ichilo’on u ya’alik yaan yaabila’ je’e bix yaan ti’ Jesús? Máax je’el u pajtaal ya’alik yaan ya’ab yéetel nojoch yaabila’ ichele? Je’e bixake’ k’a’abet ts’áik múuk’ u ti’al beetik yaabila’ je’e bix yaan ti’ Jesús.

 

Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor, en este sexto domingo del Tiempo de Pascua.

En la primera lectura, tomada del Libro de los Hechos de los Apóstoles, Pedro tiene la experiencia de ser el primero en abrir la puerta a los paganos, a la pertenencia en la Iglesia. Hoy nos parece lo más natural y aceptable que la Iglesia haya salido del ámbito del judaísmo abriéndose a todos los pueblos, pero para quien dio ese primer paso no fue fácil, teniendo luego que rendir cuentas a la Iglesia de porqué lo hizo. Será hasta el Concilio de Jerusalén donde se acepte y regule la pertenencia de los paganos a la Iglesia, sin las exigencias propias del judaísmo.

Este pasaje denota claramente cómo Pedro, quien recibió la misión de ser la piedra donde Cristo quiso construir su Iglesia, fue acompañado por la gracia de Dios en su ministerio, para que con su autoridad vaya guiando el paso seguro de la Iglesia. Jesús les dijo a sus discípulos que tendría aún muchas cosas qué decirles todavía, pero que el Espíritu Santo los iría guiando a la verdad plena (cfr. Jn 16, 12). Así, a través de los siglos, la Iglesia ha ido avanzando bajo la guía de Pedro hacia nuevos escenarios por donde nos acompaña el Espíritu, y sin perder la esencia de nuestra fe, seguir ahondando en los tesoros de la revelación, para comprender cada día un poco más lo necesario para caminar como Iglesia en nuestro tiempo.

Hoy también, el Papa Francisco, heredero del ministerio de Pedro, tiene que ir dando nuevos pasos, y tras de él, toda la Iglesia, la cual camina segura bajo la conducción del Espíritu Santo que va iluminando a Pedro. Así como no fue fácil para los primeros cristianos entender y aceptar que Pedro bautizara a un grupo de paganos convertidos, ahora para muchos católicos les es difícil entender y aceptar los pasos que el Papa Francisco ha dado para que la Iglesia considere como parte de sus deberes la atención a los migrantes, el cuidado integral de la creación, la atención fraterna a los divorciados vueltos a casar y el diálogo fraterno con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, así como otros pasos más. No cabe duda de que el Espíritu está soplando fuerte en nuestros días.

En la segunda lectura de hoy encontramos lo que nos dice el apóstol san Juan en su Primera Carta, en la que hay una frase contundente: “El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor” (1 Jn 4, 8). Alguien pudiera leer y conocer de memoria la Sagrada Escritura, así como leer muchos libros de teología y, sin embargo, desconocer totalmente a Dios; mientras que alguien que ni siquiera sepa leer puede ser un profesional en el amor y así conocer plenamente a Dios.

Podríamos encontrar miles de ejemplos de personas que aman sinceramente a su prójimo, pero si queremos conocer en el fondo en qué consiste el amor, tenemos que mirar el amor de Dios. Muchos descubren el amor de Dios en la contemplación de la naturaleza y del universo, pero por encima del amor de Dios probado en la creación, está el amor de Dios probado en la redención, porque: “El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo, como víctima de expiación por nuestros pecados” (1 Jn 4, 10).

En el evangelio de hoy, también según san Juan, encontramos cómo debe ser nuestra correspondencia al amor de Dios en lo que Jesús dice a sus discípulos: “Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor” (Jn 15, 10). Así que el amor nuestro no ha de ser de palabra ni de puro sentimiento, sino de cumplimiento. No se puede separar el amor a Dios del cumplimiento a sus mandatos; nadie vaya a decir como afirmaba una persona, que había faltado a todos los mandamientos, menos al mandamiento del amor a Dios, porque eso es contradictorio.

Jesús va más adelante en la propuesta de su mandamiento al decir: “Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado” (Jn 15, 12). Con cumplir sólo este mandamiento, cumpliremos todos los demás. Pero ¿quién puede asegurar que ama como Jesús nos ha amado? Mientras tengamos un poco de vida no hemos hecho aún suficiente, pues Jesús nos amó hasta derramar la última gota de su sangre.

Jesús se desborda en su amor declarando que ya no llama “siervos” a sus discípulos, sino que los llama “amigos”, afirmando también que ha sido él quien los eligió y no ellos a él. Con esto descubrimos la oportunidad que todos tenemos de ser en verdad amigos de Jesús. Creamos de verdad que él nos eligió para venir a este mundo, para venir a esta Iglesia, para venir a la familia a la que cada uno pertenece, para ejercer el trabajo que cada uno realiza, como una verdadera vocación de servicio.

Después de haber visto el segundo debate de los tres candidatos a ocupar la presidencia de la República, seguramente estamos más ilustrados y preparados para las elecciones que se realizarán dentro de un mes. Por eso yo les quiero recordar el mensaje de los Obispos de México del pasado 11 de abril, al terminar la CXVI Asamblea del Episcopado. En su n. 7, el mensaje dice: “Nuestro amor por México nos impulsa a invitar a todos los mexicanos mayores de 18 años a que el próximo 2 de junio participen responsablemente con su voto. Ese día se elegirán más de 20,000 mil cargos públicos federales, estales y locales. Como ciudadanos mexicanos responsables pongamos todo lo que esté de nuestra parte para que las próximas elecciones sean pacíficas, ordenadas, libres, conscientes, fiables y con resultados auténticos y veraces. Unámonos todos los mexicanos que estamos dispuestos a participar responsablemente por construir un México unido, próspero, educado, seguro, pacífico, libre, desarrollado, incluyente y abierto a todo lo que contribuya al bien común. Hagamos que nuestro voto razonado y responsable sea escuchado y respetado. ¡Participar es una misión que nos toca a todos!”.

No nos dejemos intimidar por ningún tipo de amenazas, ni vendamos nuestro compromiso por alguna dádiva. A todos nosotros, en verdad, nuestro amor por México y el interés por el bien común, nos compromete a votar positivamente, es decir, sin anular nuestro voto, porque cuentan todos y cada uno de ellos. Que nuestra santísima Madre de Guadalupe interceda por nuestra Patria.

Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo resucitado!

 

+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán

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