“Y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará ” (Mt 6, 18).
Queridos hermanos y hermanas en Cristo nuestro Señor, iniciamos el santo tiempo de la Cuaresma, camino hacia la Pascua. Lo iniciamos reconociéndonos pecadores. La ceniza que vamos a recibir sobre nuestras cabezas es confesión de humildad; es confesión de arrepentimiento; es confesión de que sabemos quiénes somos y quién es Dios; es confesión de la disposición para ir hacia la Pascua decididos a una vida nueva. Y para eso, sabemos que necesitamos de la Gracia de Dios que se consigue con la oración, con el ayuno, con la limosna, pero también y sobre todo, con la Palabra de Dios que le da sentido a estas prácticas cuaresmales.
Con la Palabra de Dios lo escuchamos a Él, quien nos habla y nos dice qué tenemos que hacer, más allá de las prácticas cuaresmales. La Palabra de Dios nos ayuda, como dice el Papa Francisco en su mensaje a la Cuaresma, a “abrir la puerta de nuestro corazón al otro”. Alguien podría realizar prácticas cuaresmales muy perfectas y exigentes, pero sin que esto trascienda a su relación con el prójimo. La Palabra de Dios nos llama a “abrir nuestra puerta” para que entre Dios el Señor en primer lugar, y después junto con Él, todos nuestros hermanos (Cfr. Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2017. “La Palabra es un don. El otro es un don.” http://w2.vatican.va/content/francesco/es/messages/lent/documents/papa-francesco_20161018_messaggio-quaresima2017.html ).
Estamos llamados pues, a “abrir la puerta de nuestro corazón”, y que las prácticas cuaresmales sean ante todo una ayuda personal para fortalecer nuestro espíritu en el cumplimiento de los mandatos divinos y en la disponibilidad para abrirnos con amor.
La intención de toda la Iglesia es caminar juntos en la Cuaresma con estas prácticas cuaresmales, caminar como gran comunidad hacia la Pascua. Además, la intención de nuestra Iglesia en Yucatán y de otras iglesias diocesanas es caminar “40 Días por la Vida”; porque sabemos que muchas madres en la actualidad que esperan un hijo, están considerando la posibilidad de abortarlo; y ante esto decimos: “Señor, esto no debe ser. Ofrezco mi ayuno, mi limosna y mi oración para que le des la gracia y la fortaleza a estas mujeres, de traer con valentía y con amor a sus hijos al mundo, y si algo puedo hacer aquí estoy Señor, llámame.” Démosle a la Cuaresma también esta intencionalidad.
Aparte de esta intención por la vida, cada uno puede tener intenciones personales o familiares por las cuales quiere ofrecer estas prácticas cuaresmales. Por otra parte, tomemos en cuenta la gran situación que viven numerosos hermanos nuestros. En los Estados Unidos están amenazados muchos migrantes para ser deportados a México; y algunos ya fueron desterrados, algunos ya han regresado a México y aquí mismo a Yucatán. Pidamos a Dios que ayude a nuestras autoridades para que puedan recibir a estos hermanos nuestros; para que sostenga a la Iglesia con sus obras sociales; para que nos motive como vecinos a que todos les demos la mano, y también para que las familias se mantengan unidas.
La semana pasada el Santo Padre nos hablaba de cuatro actitudes que hay que tomar para con los migrantes, y en este caso, para quienes son deportados: Acoger; esto es recibir y recibir bien. Proteger; dar la ayuda necesaria. Promover; dar las posibilidades para una autoayuda. Integrar; para que sean plenamente parte de nuestra sociedad nuevamente. (cfr. Discurso del Santo Padre a los participantes del VI Foro Internacional sobre Migración y Paz, del 21 de febrero de 2017:
http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2017/02/21/foro.html ).
Así pues, la Cuaresma y nuestro arrepentimiento deben tener también esta dimensión, no solo lo individual sino también lo eclesial y lo social. Debemos abrirnos a pensar en otros, abrirnos a pensar en los más necesitados, abrir las puertas del corazón para que entren todos los que desean entrar.
Pidámosle al Señor que vivamos así nuestra Cuaresma, como un camino de prácticas cuaresmales, pero que tienen un sentido: la respuesta a la Palabra de Dios que nos llama, la respuesta a la Palabra de Dios que quiere abrir nuestra puerta, la respuesta a la Palabra de Dios que quiere nuestra conversión y el cambio de vida, pero también que nos mueve a interesarnos todos por todos.
Que así sea. ¡Sea alabado Jesucristo!
+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán