HOMILÍA
VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Ciclo B
26º JORNADA MUNDIAL DE LOS ENFERMOS
Lev 13, 1-2. 44-46; 1 Cor 10, 31-11, 1; Mc 1, 40-45.
“Si tú quieres, puedes curarme” (Mc 1, 40).
Ki’ olal lake’ex ka t’ane’ex ich maya, kin tsik te’ex ki’imak óolal yéetel in puksi’ikal. U T’aan Yuumtsil bejla’e’ ku kansko’on oksaj óolal ti’ Cristo ku dsa’ak yéetel u mu’uk, je’el bix le máak poj kajan u winklil ku ya’alik ti’ “waa k’aate, je’el u páajtal a dsaik in toj óolale’
Muy queridos hermanos y hermanas, los saludo afectuosamente deseándoles todo bien en el Señor.
Este día celebramos la 26º Jornada Mundial del Enfermo. Vaya nuestro saludo cariñoso a todos nuestros enfermos que se encuentran en casa y también a los que están hospitalizados. Un saludo igualmente afectuoso para todos sus familiares y amigos que están junto a su lecho de enfermedad, como la santísima Virgen estuvo al pie de la cruz de su Hijo Jesús, llevando cual cireneos la cruz de sus enfermos. También un cálido saludo al personal de médicos y enfermería, cuyas manos suelen ser el vehículo mediante el cual Jesús sigue sanando y cuyos ojos en ocasiones contemplan curaciones que sólo la fe y el poder de Dios pueden lograr.
Ya la Palabra de Dios el domingo anterior nos hablaba de cómo en el Antiguo Testamento no quedaba muy claro el porqué de la enfermedad, y cómo en el Evangelio se muestra el poder de Jesús para curar a los enfermos. Ahora la Palabra de Dios nos presenta una enfermedad en particular, la lepra, que para el pueblo de Israel encerraba una especial connotación de impureza. Dice la primera lectura de hoy, tomada del Libro del Levítico, que el enfermo a quien el sacerdote declare leproso deberá “traer la ropa descosida, la cabeza descubierta, se cubrirá la boca e irá gritando: ‘¡Estoy contaminado! ¡Soy impuro! Mientras le dure la lepra, seguirá impuro y vivirá solo, fuera del campamento” (Lev 13, 1-2. 44-46); del mismo modo, sólo un sacerdote podía declarar la curación de un leproso.
Por eso es inaudito que un leproso se acercara a las personas, como uno lo hace hoy acercándose a Jesús, en el evangelio según san Marcos. Él lo hace con la confianza de que no contaminará a Jesús y de que éste no lo rechazará. Ya cree en Jesús por lo que ha escuchado sobre él y espera en él. Puesto de rodillas le dice a Jesús: “Si quieres, puedes curarme” (Mc 1, 40). Esta es una maravillosa oración que encierra toda la fe, toda la confianza y al mismo tiempo, todo el respeto a la voluntad de Dios. Erróneamente algunos afirman que los enfermos que tienen fe verdadera tienen que curarse, y que los que no se han curado es por su falta de fe. Esta falsa enseñanza, además de todo, lastima el corazón de los enfermos que en verdad creen. La verdadera fe no le exige nada a Dios y el mejor ejemplo de ello es el mismo Jesús, que en el huerto de los olivos oraba al Padre diciendo: “Padre… que no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc 22, 42).
Jesús le responde al leproso: “¡Sí quiero: sana! Y con estas palabras el leproso sanó de inmediato. Sea con medicinas, con operaciones o con milagros, Jesús sigue curando a los enfermos con su poder, pero quiere contar con nuestra cooperación para atender y sanar a los enfermos. Definitivamente ni la lepra, ni enfermedad alguna son un castigo a causa de nuestros pecados personales, aunque a veces somos responsables de enfermarnos por no cuidar de nuestro cuerpo, así como la sociedad es responsable por las condiciones que hemos provocado en el medio ambiente, sea por la falta de condiciones higiénicas o de seguridad en los trabajos.
La enfermedad no implica necesariamente impureza espiritual, por el contrario, es una oportunidad para el crecimiento interior. Sin embargo nuestras impurezas causadas por cualquier pecado son una enfermedad espiritual de la que podemos sanar de inmediato, si nos arrepentimos y nos acercamos con confianza a Jesús para decirle: “Si quieres, puedes curarme”; y Jesús nos dirá de inmediato al corazón: “¡Si quiero: sana!”. Así como era en el Antiguo Testamento, los sacerdotes hoy en el confesionario somos testigos de esta curación a través del sacramento de la reconciliación. Jesús te dirá como al leproso del evangelio: “Preséntate al sacerdote”.
Aunque Jesús le prohibió al leproso contar a nadie sobre aquel milagro, el leproso no paró de decirles a todos lo que el Señor hizo por él. Y vino tanta gente buscando a Jesús, que ya no podía entrar en los poblados, sino que se quedaba afuera en lugares solitarios, donde la gente acudía a buscarlo. El testimonio valiente sobre nuestra fe en Jesús, también puede llevar a muchos a encontrarse con él.
La Iglesia, Cuerpo de Cristo, imitando a su Maestro, como Madre amorosa, debe salir al encuentro con los enfermos en los que reconoce el rostro de Cristo. Felicito y animo a todos los sacerdotes, diáconos y laicos que asiduamente visitan a nuestros enfermos, llevándoles el consuelo maternal de la santa Madre Iglesia.
Dice el Papa Francisco en su mensaje para esta 26º Jornada Mundial de los Enfermos: “La Iglesia debe servir siempre a los enfermos y a los que cuidan de ellos con renovado vigor, en fidelidad al mandato del Señor (cfr. Lc 9, 2-6; Mt 10,1-8; Mc 6,7-13), siguiendo el ejemplo muy elocuente de su Fundador y Maestro”. Cfr. Mensaje del Papa Francisco por la 26º Jornada Mundial del Enfermo:
http://w2.vatican.va/content/francesco/es/messages/sick/documents/papa-francesco_20171126_giornata-malato.html
De acuerdo con las estadísticas que ofrecía la Agencia FIDES el año 2009, los institutos de beneficencia y asistencia administrados en el mundo por la Iglesia comprenden: 5,378 hospitales con mayor presencia en América (1,669) y Europa (1,363); 18,088 dispensarios, la mayor parte en América (5,663) África (5,373) y Asia (3,532); 521 leproserías distribuidas principalmente en Asia (293) y África (186); 15,448 casas para ancianos, enfermos crónicos y minusválidos la mayor parte en Europa (8,271) y América (3,839). Según datos de la ONU, la Iglesia Católica atiende en el mundo a más del 25% de los enfermos de SIDA, entre los que no tienen recursos ni familiares que vean por ellos.
Por otra parte, tengamos presente que el próximo miércoles 14 de febrero es Miércoles de Ceniza, día en que daremos inicio al santo tiempo de Cuaresma. Ese día, al igual que el Viernes Santo, nos corresponde un signo de austeridad en unión con toda la Iglesia universal mediante el ayuno y la abstinencia. Los sacrificios de la Cuaresma y los que podamos hacer durante todo el año, deben ayudarnos a fortalecer nuestra voluntad en la lucha contra el pecado, acompañándolos de oración, vida sacramental y por supuesto, escucha de la Palabra de Dios. Ese día coincide con el llamado “Día del Amor y la Amistad”: ¿Seremos capaces de comprobar que Dios es nuestro primer amor y que lo amamos con todo el corazón, con toda la mente y con todas nuestras fuerzas? Tal vez si quieres festejar a tu esposa, a tu esposo, a tu novia, a tu novio, a tus amigos, podrías adelantarlo al martes por la noche o esperar hasta el jueves, pues si realmente hay amor, un día de anticipo o de espera de común acuerdo no debe afectar la relación.
Ojalá que todos nosotros los católicos este 14 de febrero demos una muestra sencilla, generosa, respetuosa y valiente de nuestra fe y del respeto que tenemos a lo que la Iglesia nos pide, como signo de penitencia comunitaria. Las palabras del apóstol san Pablo en la segunda lectura de hoy, tomada de su Primera Carta a los Corintios, pueden ser iluminadoras al respecto. Él dice: “Hermanos, todo lo que hagan, sea comer, o beber, o cualquier otra cosa, háganlo para gloria de Dios. No den motivo de escándalo ni a los judíos, ni a los paganos, ni a la comunidad cristiana” (1 Cor 10, 31-33). Cada uno de nosotros sabe cuáles son las personas o grupos a los que podemos escandalizar con una conducta contraria a las enseñanzas y prácticas eclesiales.
Tomar ceniza es una práctica que existe desde los tiempos bíblicos y que la Iglesia ha conservado como signo de nuestro humilde arrepentimiento, para iniciar con el pie derecho nuestro camino cuaresmal. Pero no es obligatorio tomar ceniza, y si no podemos hacerlo, podemos unirnos en intención con toda la Iglesia aceptando el doble llamado de ese día: “Arrepiéntete y cree en el Evangelio”; “Acuérdate que eres polvo, y en polvo te has de convertir”.
¡Feliz inicio del santo tiempo de la Cuaresma, camino hacia la Pascua! ¡Feliz día del amor y la amistad!, celebrando en primer lugar al “Amor de los amores” que nos hizo capaces de amar, y quién creó a todas las personas que amamos y nos aman. ¡Que tengan todos una feliz semana! ¡Sea alabado Jesucristo!
+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán