HOMILÍA
DOMINGO DEL TIEMPO DE NAVIDAD
LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
Ciclo A
Is 60, 1-6; Ef 3, 2-3. 5-6; Mt 2, 1-12.
“¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?” (Mt 2, 2).
In láak’e’ex ka t’aane’ex ich Maaya, kin ts’iikike’ex yéetel ki’imak óolal, le k’iinil úuchik u ye’eskuba’ Ki’ichkelem Yuum beey Wíinike’, ka’ajola’an u kili’ichkuuntan u Yóoxtúul Ajawilo’ob, konex beetik je’e bix tu beeto’ob leti’obo, kaxtik Jesús sánasamal k’iino’ob.
Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor, ahora en el nuevo año 2020, al celebrar hoy la fiesta de la Epifanía del Señor, es decir, su manifestación en carne humana a todos los pueblos de la tierra. Es la celebración conocida popularmente como la fiesta de los Reyes Magos, que hoy, por ser domingo, se adelanta un día en México y en otros países; pero que en algunos lugares como en Tizimín, se celebrará mañana 6 de enero. Ya sabemos que nosotros en Yucatán veneramos a los Reyes como lo que son, como verdaderos santos y testigos ejemplares de la búsqueda de Dios y de la Verdad, que son la misma realidad.
En el Oriente, la Navidad no se celebra el 25 de diciembre, sino el 6 de enero, como el día en el que el Señor, recién nacido, se manifestó a todos los pueblos, razas y naciones, representadas en los tres Magos de Oriente. Sabemos que el evangelio de san Mateo no menciona el número de los magos, y que en algunas tradiciones antiguas se hablaba de seis o hasta de doce magos; mientras que el número tres que prevaleció en la tradición viene de la cantidad de regalos que los magos entregaron al Niño.
Recordemos que el título de “magos” corresponde al significado actual de científicos o sabios, y que se les llama “reyes” por dos motivos: primero por su poder y economía para dedicarse a esa búsqueda, seguramente acompañados cada uno de un pequeño ejército; y segundo, porque san Mateo ve en su visita el cumplimiento de la profecía de Isaías que hoy aparece en la primera lectura.
Efectivamente, dice Isaías en la primera lectura: “Te inundará una multitud de camellos y dromedarios, procedentes de Madián y de Efá. Vendrán todos los de Sabá trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor” (Is 60, 6). A pesar de ésta y otras tantas profecías, muchos en Israel pensaban tener en exclusiva a su Dios, sin recordar que el Señor quería a la descendencia de Abraham para ser instrumento de bendición a todas las naciones de la tierra (cfr. Gn 12, 3).
Es la intención original de la catolicidad del Plan de Dios, pues católico quiere decir universal. Ahora en estos tiempos de globalidad, en la que todos nos conectamos con las personas de cualquier nación, por motivos laborales, académicos, deportivos, etc., también algunas religiones antiguamente cerradas, salen al campo global en búsqueda de adeptos; pero el catolicismo es original y permanente en el cristianismo.
El salmo 71 que hoy proclamamos nos invita a exclamar: “Que te adoren, Señor, todos los pueblos”. Este salmo contiene también la profecía de lo que hoy celebramos con los Reyes Magos, al anunciar: “Los reyes de Occidente y de las islas le ofrecerán sus dones. Ante él se postrarán todos los reyes y todas las naciones”.
También san Pablo en la segunda lectura de hoy, tomada de su Carta a los Efesios, nos habla del designio secreto de Dios, manifestado ahora en el Evangelio de Cristo, la buena nueva que ahora se proclama: “Es decir, que por el Evangelio, también los paganos son coherederos de la misma herencia, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en Jesucristo” (Ef 3, 6). Esta grande y alegrísima noticia fue muy difícil de asimilar por parte de muchos de los primeros cristianos, venidos todos del judaísmo.
Las actitudes de cerrazón de parte de algunos cristianos no se han terminado, porque es una debilidad humana el desear la exclusividad, el querer una seguridad que los ponga por encima y en ventaja de otros, con derecho a juzgarlos, a creerse superiores y hasta a rechazarlos. Por eso a muchos se les dificulta tener una actitud fraterna dentro de la Iglesia, por ejemplo, con los sacerdotes que han abandonado el ministerio, con los divorciados vueltos a casar o con los miembros de otras iglesias no católicas, pero de los cuales somos hermanos en Cristo. La actitud fraterna no significa invitarlos a que se acerquen a participar del sacramento de la Eucaristía, sino la apertura del corazón hacia ellos, dejando el juicio sólo al Señor.
Ahora los signos de los tiempos nos llevan a la apertura, incluso a otras religiones, a otros grupos humanos que tienen acciones e intenciones buenas para la humanidad, y que son signos del Reino de Dios, aunque ellos nos les llamen así. La Iglesia vive para predicar y buscar establecer el Reino de Dios. Sin embargo, Iglesia y Reino no se identifican en la misma realidad, pues muchos bautizados viven con actitudes lejanas al Reino, y muchos no bautizados por el contrario, con su vida están acercando el Reino aún sin darse cuenta. Los que trabajen por la paz y la justicia, los que trabajen por dar alimento a los hambrientos, por cubrir al desnudo, por recibir a los migrantes, por hacer más humana la vida de los presos, por rescatar nuestra casa común para los pobres y para las futuras generaciones: todos ellos, aunque no fueran bautizados, con ese trabajo están estableciendo el Reino de Dios.
El santo evangelio de hoy, según san Mateo, nos dice que los Magos llegaron a Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?, porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo” (Mt 2, 2). Los extraños venían buscando lo que los propios ignoraron. Nosotros cristianos del Siglo XXI, ¿nos dimos cuenta de lo que hemos celebrado? ¿Nuestra evaluación es sobre la cena de Navidad o del Año Nuevo; sobre la cantidad o calidad de los regalos que dimos o que recibimos? Tengamos cuidado en no convertir la Navidad en una lección de egoísmo e individualismo para los niños de hoy. El Niño Dios fue y es el regalo para todos, así como nosotros los cristianos hemos sido llamados a ser un regalo para los demás.
Vivir en plenitud la Navidad significa ser conscientes de que hoy hemos vuelto a nacer con Cristo. Como decía san León Magno en el Oficio de Lectura del pasado día 31 de diciembre: “La totalidad de los fieles, nacida en la fuente bautismal, ha nacido con Cristo en su nacimiento, del mismo modo que ha sido crucificada con Cristo en su pasión, ha sido resucitada en su resurrección, y ha sido colocada a la derecha del Padre en su ascensión”. Yo añado que, por la obra del Espíritu, también nosotros hemos nacido en el Bautismo como hijos de María. El cumpleaños de Cristo es al mismo tiempo nuestro cumpleaños en él.
Cuando Herodes se encuentra con los Magos, se preocupa por conservar su poder, mismo que ve amenazado con el cumplimiento de las profecías, que anunciaban el nacimiento del nuevo rey de Judá en Belén, tal como se lo interpretaron los sumos sacerdotes y los escribas del pueblo. Recibiendo de nuevo a los Magos en secreto, se informa del tiempo de la aparición de la estrella, enviándolos por delante diciéndoles: “Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño, y cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo” (Mt 2, 8). Lamentablemente hay muchos casos en la historia de la humanidad, desde la antigüedad hasta la actualidad, que nos hablan de los asesinatos por motivos políticos de quien desea conquistar o conservar el poder, sea que se trate de adultos o de menores.
Abortos siempre han habido en la historia, pero nunca como hoy se habían defendido bajo una ideología, ni tampoco se había comercializado con los cuerpecitos de los niños, como hoy se hace en la gran industria de las clínicas abortistas. Aunque no lleguemos al asesinato, cuántas cosas negativas podemos hacer por conservar nuestro poder, nuestra seguridad, nuestra economía, etc.
Sigamos el gran ejemplo de los Magos que llevaron oro al Niño Dios y pongamos toda nuestra economía al servicio de Dios y de nuestros hermanos. Le llevaron también incienso, nosotros no cesemos de adorar al Señor en todo momento. Además le llevaron mirra, nosotros no dejemos de llevar en cuanto podamos, el consuelo y remedio a las miserias y sufrimientos de Cristo en la persona de nuestros hermanos que sufren.
¡Felicidades a todos los meridanos por el 478º aniversario de la fundación de esta gran ciudad de Mérida! Mañana celebraremos la Eucaristía en la Santa Iglesia Catedral, dando gracias al Señor por este acontecimiento. ¡Felicidades a todas las enfermeras y enfermeros en su día, también a ustedes los encomendaremos el día de mañana!
Que tengan todos una muy feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!
+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán