Homilía Arzobispo de Yucatán – XVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

HOMILÍA
XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
4ª JORNADA MUNDIAL DE LOS ABUELOS Y DE LOS MAYORES
Ciclo B
2 Re 4, 42-44; Ef 4, 1-6; Jn 6, 1-15.

“Este es en verdad el profeta
que habría de venir al mundo” (Jn 6, 14).

 

In lak’e’ex ka t’ane’ex ich maaya, kin tsikike’ex yéetel kimak óolal. Ti le domingo jela’, taan kaajsik ek xokik u tsib san Juan ti u kapitulo seis. Te xoka, kek ilik bix jesús tu tsenta más ti cinco mil maako’ob. Ba’ale Jesuse le ka tu yilaj u ka’a beetbil ajawe, tu satuba tio’ob. Jesús má tu kaxtaj mix jun ten u muuk’il wa u chikulil jalachi. U múuk’il Jajal Dios yaan ti Jesuse tu meyajataj Chen u tia’al u yabitik tu laakal máak.

Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor en este domingo décimo séptimo del Tiempo Ordinario.

Hoy celebramos la IV Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores, y el tema del mensaje del Papa Francisco es “En la vejez no me abandones” (cf. Sal 71, 19). Dice el Papa al final de su mensaje: “En esta IV Jornada Mundial dedicada a ellos, no dejemos de mostrar nuestra ternura a los abuelos y a los mayores de nuestras familias, visitemos a los que están desanimados o que ya no esperan que un futuro distinto sea posible. A la actitud egoísta que lleva al descarte y a la soledad contrapongamos el corazón abierto y el rostro alegre de quien tiene la valentía de decir “¡no te abandonaré!” y de emprender un camino diferente”. Vaya pues, un cariñoso saludo para todos los abuelos y adultos mayores.

A partir de hoy durante varios domingos iremos siguiendo la lectura del capítulo 6 del evangelio según san Juan. Les recomiendo que le den una lectura de corrido a este capítulo en su Sagrada Escritura, para que aprecien la riqueza del conjunto de esta catequesis sobre la Sagrada Eucaristía.

Esto sucedió junto al lago. Había mucha gente siguiendo a Jesús porque lo habían visto curando a los enfermos. El signo de que Jesús estuviese sentado en el monte con sus discípulos significa que estaba allí como maestro, para enseñar a la multitud. Juan pone el contexto de que estaba cerca la Pascua de los judíos y lo que Jesús va a realizar a continuación es el anuncio de la nueva Pascua en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Ante la pregunta de Jesús de cómo podrían comprar pan para toda aquella gente, Felipe dice que ni doscientos denarios bastarían para darles tan sólo un pedazo a cada uno. Más tarde, tanto Felipe como los discípulos, comprendieron que Jesús es el Pan de vida que basta y sobra para el que lo quiera; que él puede repartirse para estar con todos y cada uno a la vez. Ojalá todos lo creyéramos en verdad.

Andrés presenta a un muchacho que trae cinco panes y dos peces, aunque él juzga de inmediato que eso no es nada para tanta gente. Ojalá que todos podamos confiar en las capacidades y esperanzas que cada joven trae consigo, para que a cada joven le venga la generosidad y el “atrevimiento” de poner en común sus propios dones para bien de todos.

Jesús pide que la gente se siente sobre la hierba que había en aquel lugar. Juan nos dice que tan sólo los hombres eran unos cinco mil y tal vez podríamos calcular que cada uno estaba acompañado de su mujer con sus hijos. No se trata de pensar en que eran muchísimos, sino de que los hombres encabezaban el seguimiento de Jesús. Esperemos que cada padre de familia en Yucatán, lejos de todo machismo, sea el primero en seguir a Jesús junto con su mujer y sus hijos; y que donde sea la madre quien sola conduzca a su familia, sus hijos varones, al igual que sus hijas, se alimenten siempre de Jesús junto con ella.

“Jesús tomó los panes y después de dar gracias a Dios, se los fue repartiendo” (Jn 6, 11). Ojalá que en cada familia se haga la oración de acción de gracias antes de comer. En este texto evangélico se está reproduciendo el esquema de lo que sucede en cada Eucaristía, donde el sacerdote toma el pan, pronuncia la acción de gracias y luego reparte la comunión a los fieles.

Con las sobras del pan, luego que la gente se sació, se llenaron doce canastas: doce, como doce fueron las tribus de Israel; doce, como doce son los apóstoles; así que en este dato debemos ver un signo eclesial del Pueblo de Dios que hoy tiene aún ese mismo Pan para saciarse.

Cuando la gente se dio cuenta del gran milagro de la multiplicación de los panes, iban a llevarse a Jesús para proclamarlo rey. La multitud confundió la intención de Jesús y el contenido de su Reino. Nosotros hemos elegido democráticamente a la nueva Presidente de México, a algunos gobernadores, presidentes municipales y diputados para que nos gobiernen en el futuro próximo, pero ningún gobernante, por más bien que ejerza su función, puede ocupar el lugar de Dios.

El César quería ser adorado como si fuera un Dios, por eso a Jesús cuando le preguntan si es lícito dar tributo al César (cfr. Mc 12, 13-17), responde con la famosa frase: “Den al César lo que es del César (dinero-tributos para que gobierne) y a Dios lo que es de Dios (es decir, la alabanza y la gloria)”. Jesús, buen Pastor, quiso con aquella multiplicación de los panes compensar un poco a aquella gente por seguirlo y por alimentarse de su Palabra; quiso además enseñarnos a alimentar a los hambrientos; pero también quiso hacer un gesto profético del banquete del Pan de vida al que luego los va a invitar.

También el profeta Eliseo en la primera lectura, sacia el hambre de cien hombres tan sólo con veinte panes. Este es uno de los anuncios proféticos de la Eucaristía en el Antiguo Testamento. Por más que cada uno trabaje, los hombres y mujeres de fe reconocemos la bendición del Señor en el alimento que recibimos cada día. Por eso, con el Salmo 144 que hoy proclamamos, decimos: “Bendeciré al Señor eternamente”, porque Él nos da el pan de cada día, en el hogar y en la Iglesia.

En la segunda lectura de hoy continuamos con la Carta de san Pablo a los Efesios. Entre los cristianos de Éfeso había algunos problemas de integración o de unidad, situación que no es una forma de vida digna del llamamiento que ellos recibieron. También nosotros hemos recibido el llamado a la santidad, por lo que las divisiones y contiendas comunitarias no corresponden a una convivencia entre santos.

Para conseguir la unidad de una comunidad se requiere poner en práctica algunas virtudes, como la humildad, la amabilidad y la comprensión. Sin embargo, aún con esas virtudes se requiere el soportarnos recíprocamente con amor; incluso las personas que se aman se estorban e incomodan recíprocamente, consciente o inconscientemente, por eso es necesario ser tolerantes y soportarnos.

Esas son las virtudes que hay que practicar para conseguir la unidad, pues ésta no se da en automático en ninguna comunidad, ni siquiera en la familia. Más allá de nuestro esfuerzo por poner en práctica esas virtudes se requiere además reconocer las razones teológicas de la unidad y creer en ellas: “Porque no hay más que un solo cuerpo y un solo Espíritu… Una sola esperanza… Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos” (Ef 4, 4-6). Así es que no se trata de un voluntarismo, sino de una espiritualidad que fundamenta el trabajo por la unidad.

Con motivo de los juegos olímpicos que se desarrollan ahora en París, los obispos de México hemos dado un mensaje en el que decimos: “Manifestamos nuestra profunda alegría ante estos Juegos Olímpicos París 2024 y los reconocemos como una oportunidad para demostrarnos que, como humanidad, es posible vivir dignamente en medio de nuestras diferencias, haciendo a un lado los conflictos y construyendo relaciones de fraternidad, de paz”.

Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!

 

+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán

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