HOMILÍA
V DOMINGO DE PASCUA
Ciclo C
Hch 14, 21-27; Ap 21, 1-5; Jn 13, 31-33. 34-35.
“Les doy un mandamiento nuevo” (Jn 13, 34).
In láak’e’ex ka t’aane’ex ich maya kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal. Bejla’e’ domingo k’iinbejsik u k’iinil Ajka’ansaj. Ma’ u tu’ubul ti’ te’ex Jesús u Nojochi Ajka’ansaj ti’ tu láakalo’on. Bejla’e’ ku ka’ansik to’on yéetel le Ma’alob Péektsil ka’a yanak yaabila’ ichilo’on, je’e bix tu yaabilto’ono’, bey tu ye’esaj uchil u kíimil ti’ Cruz. Pablo yéetel Bernabé ku ka’ansik to’on k’a’abet yaa yantik u ti’al náajaltik le ajawil ka’anoj.
Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor resucitado, en este quinto domingo del tiempo de Pascua, 15 de mayo, Día del Maestro.
El servicio de los maestros en cualquier nivel de educación es muy valioso en nuestra comunidad. Qué difícil es la tarea de los maestros hoy, sobre todo en los primeros niveles educativos, cuando no cuentan con toda la autoridad y el respaldo de los padres de familia que en otro tiempo sí tenían. Dios les dé paciencia y sabiduría para cumplir su misión. Dios les conceda actuar siempre con amor y responsabilidad, considerando que los padres tienen el derecho-deber de educar a sus hijos, conforme a sus valores y conforme a su fe. Recuerden que Jesús dijo: “Quien recibe a un niño en mi nombre, a mí me recibe” (Mt 9, 37).
Mas la educación no es sencilla después del COVID 19. Los Obispos de México enviamos a todos los maestros en su día un mensaje que lleva por título: “UNIDAD Y CORRESPONSABILIDAD PARA VENCER DESEQUILIBRIOS Y ABANDONO EDUCATIVO”. En el mensaje decimos, entre otras cosas:
“Desgraciadamente, son muchos niños, adolescentes y jóvenes, los que han abandonado la escuela, cuestión que nos debe interpelar y corresponsabilizar. Muchas comunidades educativas, han aprendido a generar lazos de solidaridad, de promoción y ayuda mutua. Apelamos a todos los actores de la sociedad, a trabajar en esta emergencia.
Además de los nuevos desafíos que tenemos en nuestro regreso presencial, es urgente responder a la exigencia de la educación socio-emocional de los estudiantes y maestros, con el fin de sanar muchas heridas, así como de disponer y acompañar a los miembros de la comunidad educativa para retomar, con nuevos bríos, los proyectos académicos.
Por otro lado, hay que buscar caminos para responder al desafío de nivelar el conocimiento de los estudiantes, pues es evidente que ahora los grupos muestran más desequilibrios, en tanto que fue muy fuerte el impacto de los dos años anteriores. Todos estamos llamados a enfocarnos en los aprendizajes fundamentales; es momento de concentrarse más en las habilidades, actitudes y valores, que en los contenidos cognitivos. Recuperar, reforzar y relanzar las relaciones comunitarias, en cada realidad educativa escolar concreta. Los maestros enseñan, así como los estudiantes aprenden, en un ambiente armónico y seguro de toda la comunidad escolar”. (Mensaje de los Obispos de México con motivo del Día del Maestro 2022).
Pasando a la Palabra de Dios, la primera lectura de hoy, tomada del Libro de los Hechos de los Apóstoles, nos cuenta cómo Pablo y Bernabé terminaron el primer recorrido misionero al que fueron enviados por la comunidad de Antioquía, fundando las primeras comunidades cristianas, donde dejaron ya presbíteros al frente de ellas.
El grado de los presbíteros, junto con el de los obispos y diáconos, es original en la Iglesia de ayer, de hoy y de siempre, aunque mucha gente ignora que sus sacerdotes han recibido el grado de presbíteros en el gobierno de la Iglesia. La enseñanza que Pablo y Bernabé, que como buenos maestros iban dejando en cada comunidad, era ésta: “Hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar al Reino de Dios” (Hch 14, 22).
Ellos se referían ante todo a las persecuciones, cárceles y martirios que les esperaban. Dichas palabras se dirigen igualmente a nosotros, cristianos del aquí y ahora, pues, aunque no padezcamos las tribulaciones de la persecución, la cárcel o el martirio, nos toca sufrir cosas ordinarias como enfermedades, problemas familiares o laborales; lo mismo cosas morales, como las costumbres y normas actuales alejadas de nuestra formación cristiana; también nos persiguen los enemigos espirituales de las tentaciones interiores que tenemos que vencer para perseverar en nuestras convicciones.
Todo eso y mucho más se convierte en oportunidad para conquistar día a día nuestro espacio en el reino de los cielos, el cual es don de Dios y, al mismo tiempo, conquista nuestra: perseveremos en la lucha. Como maestros de la fe, no podemos sumarnos a la cultura actual para animar en nuestros oyentes la búsqueda del éxito a como dé lugar. Con el Maestro por excelencia mostramos la cruz como el camino de la excelencia en la vida cristiana.
En el Libro del Apocalipsis del apóstol san Juan, continúa la descripción que él tuvo en su visión de las cosas del cielo. Él vislumbra la “nueva Jerusalén que baja engalanada como una novia, que va a desposarse con su prometido” (Ap 21, 2). Claro que el prometido es el Cordero de Dios. ¿Está nuestra ciudad, nuestro estado, nuestra nación ya preparada para el encuentro con el Prometido?, Por supuesto que estamos muy lejos de esta visión de san Juan, de ser “ciudad” engalanada para ser del agrado de nuestro Dios.
Con tantos crímenes de mujeres, de periodistas y de tanta gente inocente; con tantas injusticias y tanto desprecio o ignorancia por los pobres y los migrantes; con tantos pecados de corrupción y tantos vicios, la novia no esta hermosa para el prometido.
Esa ciudad contemplada por Juan reunirá a todos los hombres y mujeres, buenos y justos que agradaron a Dios con su forma de vivir y pasaron haciendo el bien a sus hermanos. Esa visión del apóstol “es la morada de Dios con los hombres” (Ap 21, 3), ciudad de dicha plena, sin penas ni dolor alguno. No desesperemos de todas las cosas malas que veamos a nuestro alrededor, pues hemos de alentarnos con la promesa que cierra esta lectura. Dice el Señor: “Ahora yo voy a hacer nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5).
El evangelio de hoy, según san Juan, nos presenta el mandamiento nuevo, que Jesús da a sus discípulos durante la Última Cena. Las palabras de Jesús en este discurso son parte del gran mensaje que les dio a los apóstoles durante aquella cena de pascua. Ellos ignoraban que esta cena inauguraba una nueva Pascua, que, a partir de entonces, podrá celebrarse mientras el mundo sea mundo. En aquella noche Jesús instituyó tres cosas: la Eucaristía, el Sacerdocio y el mandamiento nuevo del amor.
Aunque ya existía el mandato del amor en Israel, Jesús da el mandamiento nuevo, pues nadie ama tanto mientras no haga lo que Jesús hizo: llevar a plenitud su entrega por nosotros, ya que “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13).
Jesús es el mejor y más grande de todos los maestros, pues desde la cátedra de la cruz enseña la grandeza de un hombre que obedece dócilmente la voluntad del Padre hasta sus últimas consecuencias; testimoniando con su ejemplo de amor todo lo que un ser humano puede alcanzar en su capacidad de entrega generosa.
Su muerte en cruz, ante los hombres, es todo lo contrario de un éxito humano, pero nos deja la enseñanza del amor al que se refería en el mandamiento nuevo, que dice: “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen los unos a los otros como yo los he amado” (Jn 13, 34).
Concluye Jesús diciendo que el amor será lo distintivo de sus discípulos. Donde quiera que encontremos a alguien que ama, y que busca el bien de los demás, sin odiar a nadie, estamos hallando a un auténtico discípulo de Jesús, aunque él ni siquiera lo sepa. Los verdaderos discípulos no se distinguen por las palabras, sino por las obras de amor.
Quien más ama es el mejor maestro en humanidad y es al mismo tiempo el mejor discípulo del único y mayor Maestro de todos: Jesús, el Hijo de Dios que vino al mundo para salvarnos y a dejarnos la mejor enseñanza de humanidad.
Que tengan todos una muy feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo resucitado!
+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán