Homilía Arzobispo de Yucatán – Solemnidad de María Madre de Dios, Ciclo B

HOMILÍA
SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS
INICIO DEL NUEVO AÑO 2021
Ciclo B
Nm 6, 22-27; Gál 4, 4-7; Lc 2, 16-21.

“Encontraron a María, a José y al Niño” (Lc 2, 16).

 

In láak’e’ex ka t’aane’ex ich maya kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal, le yáax k’iin te’ tumbel ja’aba, kin k’áat óoltik junp’éel ja’ab chuup yéetel Kili’ich toj óolal, u yaabila’ Yuumtsil yéetel a ch’i’ibale’ex, yanak ichile’ex ya’abach toj óolal. Bejla’e’ k’iinbejsik Kili’ich María u Maama’ Yuumtsil, bey xan k’iinbejsik u ki’inil yóok’ol kab Jets’ óolal.

 

Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre, hoy en el primer día del año; día en el que el Niño fue circuncidado y recibió el nombre de Jesús; fiesta de santa María Madre de Dios; y 54º Jornada Mundial de la Paz.

La Iglesia celebra la Noche de Paz durante la Octava de Navidad que hoy termina, y que continúa celebrando durante el resto del tiempo de Navidad, pero nuestra oración en este día es para que hoy se establezca la paz en el mundo y que sea una paz perdurable que se fundamente en la justicia y en el amor a Dios y al prójimo.

Para esta Jornada, el Papa Francisco ha escrito un mensaje titulado: “La Cultura Del Cuidado Como Camino De Paz”. Este título es muy estimulante para realizar la tarea aún pendiente, “erradicar la cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación, que suele prevalecer hoy en día”, lo cual hemos visto claramente durante la pandemia, a pesar del cuidado que muchos han tenido, con especial mención de los médicos y el personal de enfermería.

Como es natural por este tema, el Santo Padre escribe este mensaje no sólo para los católicos, sino, como el dice: “En el umbral del Año Nuevo, deseo presentar mi más respetuoso saludo a los Jefes de Estado y de Gobierno, a los responsables de las organizaciones internacionales, a los líderes espirituales y a los fieles de diversas religiones, y a los hombres y mujeres de buena voluntad” (cfr. Mensaje por la 54º Jornada Mundial de la Paz).

El Papa nos dice que el origen de nuestra vocación al cuidado de la creación y de nuestro hermano se encuentra en el Dios Creador (n. 2). Dios es el modelo del cuidado al establecer la ley del sábado, la cual “además de regular el culto divino, tenía como objetivo restablecer el orden social y el cuidado de los pobres”; esta autenticidad de la ley fue defendida por los profetas (n. 3). Jesús, por su parte, predicó y realizó este cuidado divino, por medio de sus obras que culminaron en la cruz, invitándonos a seguir su ejemplo (n. 4). Desde la primera comunidad cristiana hasta nuestros días, la Iglesia ha puesto en práctica las obras de misericordia, asumiendo su vocación del cuidado de los demás (n. 5). La Doctrina Social de la Iglesia es una excelente guía para custodiar la dignidad humana; con esta Doctrina hemos podido entender que «Paz, justicia y conservación de la creación son tres temas absolutamente ligados, que no podrán apartarse para ser tratados individualmente so pena de caer nuevamente en el reduccionismo» (n. 6).

Luego el Sumo Pontífice invita “a los responsables de las organizaciones internacionales y de los gobiernos, del sector económico y del científico, de la comunicación social y de las instituciones educativas a tomar en mano la “brújula” de los principios anteriormente mencionados, para dar un rumbo común al proceso de globalización, «un rumbo realmente humano»”; y lamentando, las guerra que hay en el mundo, dice el Papa: “Qué valiente decisión sería «constituir con el dinero que se usa en armas y otros gastos militares “un Fondo mundial” para poder derrotar definitivamente el hambre y ayudar al desarrollo de los países más pobres» (n. 7).

Es necesario educar para que venga la nueva cultura del cuidado, y esta educación corresponde a las familias, a las escuelas y universidades, a las religiones y a los organismos internacionales (n. 8). Y finalmente dice que no hay paz sin una cultura del cuidado, basada en la dignidad de la persona y en todos los principios de sociales mencionados (n. 9).

Hasta aquí un breve resumen de la carta del Papa, cuyo contenido y puesta en práctica hemos de confiar a Cristo, Rey de la paz, y María, Reina de la paz.

El texto del Libro de los Números nos trae la instrucción de Dios a Moisés, sobre el modo en el que los sacerdotes deben bendecir a su pueblo. El mensaje para nosotros es que Dios toma la iniciativa para bendecirnos, y que podemos acercarnos con confianza a sus ministros, al Papa, a los Obispos y a los Sacerdotes y Diáconos para recibir la bendición de Dios, que obra por el poder de Dios y la fe de los creyentes. Muy oportuno este pasaje en este momento en que nos disponemos a iniciar un nuevo año. Así lo pedimos hoy con el Salmo 66: “Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos”.

El texto de la carta a los Gálatas, en la segunda lectura, trae la afirmación de que Dios nos envió a su Hijo, “nacido de una Mujer”. Hoy celebramos a María como Madre de Dios. Quien diga que María no es madre de Dios, sino sólo del hombre Jesús, está cayendo en una clara y tremenda herejía contra nuestra fe en la encarnación del Hijo de Dios. Porque si Dios Hijo se encarnó, fue él mismo quien nació de la Santa Virgen, ya que en él hay solamente una persona de naturaleza divina, y al encarnarse y nacer de María, sumó a su persona la naturaleza humana.

Durante el primer siglo del cristianismo los discípulos se dedicaron a “digerir” el Misterio de la Encarnación de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Fue a partir del siglo II cuando los obispos y los Santos Padres de la Iglesia comenzaron a descifrar el misterio realizado en María Virgen y Madre, y en el Concilio de Éfeso quedó finalmente definido el dogma de la “Maternidad Divina de María”, en el que ya creía el pueblo santo de Dios.

El evangelio de hoy, según san Lucas, inicia con la adoración de los pastores al Niño Dios, y el compartir a María y José su experiencia del anuncio que recibieron por parte de los ángeles del Señor, pero también compartieron su experiencia a muchas personas más, y dice el texto que “cuantos los oían quedaban maravillados” (Lc 2, 18).

María y José humanamente no podían alcanzar a asimilar estas cosas, por eso María “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”. Si los niños no nos entienden tantas cosas a los adultos, cómo queremos nosotros entender todo lo que Dios nos dice a cada paso de nuestra vida, por eso, aprendamos de María a guardar todo lo que no entendamos para meditarlas en nuestro corazón. El tiempo, con la gracia de Dios, nos traerá la comprensión de lo que hoy no entendemos.

“Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado” (Lc 2, 20), y seguramente toda la vida recordaron aquella noche santa, noche de paz, cuando vieron aquel niño, y también es seguro que transmitieron su experiencia a sus hijos y nietos. El Evangelio vivo se transmitió primero oralmente, y luego los evangelistas recogieron estas tradiciones que circulaban, y san Lucas las complementó con el testimonio directo de María Santísima.

Hoy se cierra la Octava de la Navidad, hoy se cumplen ocho días y el pasaje evangélico nos dice que: “Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús” (Lc 2, 21). Así María y José cumplieron la ley de Moisés al unir a su Hijo al pueblo judío mediante aquel rito; además cumplieron con la orden que Dios les dio a través del ángel de ponerle al niño el nombre de Jesús, que significa Yavhéh salva. Muchos hombres y mujeres antes y después de Cristo han llevado ese nombre, pero sólo en él ese nombre cumple plenamente su significado.

Muchos bautizados hoy en día, llevan nombres poco dignos de su condición de discípulos de Jesús. Puede ser que algunos tengan un nombre con un significado bello y provocador para una vida digna, sin embargo, todos los bautizados llevamos el nombre de cristianos, y ese nombre nos compromete a vivir tal y como él nos enseñó.

A nadie se le ocurra maldecir al año 2020, porque eso sería lo mismo que maldecir a Dios nuestro Señor. Agradezcamos a Dios este año terminado con todas sus pruebas y sufrimientos, y aprendamos todas las grandes lecciones que esta pandemia nos va dejando. Les deseo un año hermoso, en el que nos sintamos y seamos efectivamente constructores de paz en el propio corazón, en nuestras familias y en el espacio que ocupamos en la sociedad.

En nombre de Dios y de su Santa Madre iniciemos este nuevo año 2021.

¡Sea alabado Jesucristo!

 

+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán

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