HOMILÍA
IV DOMINGO DE PASCUA
EL BUEN PASTOR
57º JORNADA MUNDIAL
DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
Ciclo A
Hch 2, 14. 36-41; 1 Pe 2, 20-25; Jn 10, 1-10.
“Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí” (Jn 10, 14).
In láake’ex ka t’aane’ex ich Maaya, kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal. Bejla’e’ kiinbensik u domingo’ Ma’alob Kalan Tamanó, yéetel k’atik ti’olal mejen paalalo’ob yéetel le tankelem paalalo’ob ka tsayko’ob tu pach Jesús, u ti’al u kaxko’ob u bilalo’ob ti’ dso’okol beel, tí Yuum Kíino’ob, wa’ ku k’ub u kuxtalo’ob ti’ Yuumtsil, yéetel nib óolal, yéetel ya’abach óol, káanani’, yéetel ki’iki’ t’aan”.
Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor en este cuarto domingo de Pascua, denominado “Domingo del Buen Pastor”.
Envío un cariñoso saludo a la comunidad del Seminario de Yucatán, hoy en su día, a los Padres Formadores, a las Hermanas Oblatas de Jesús Sacerdote y por supuesto, a nuestros queridos Seminaristas, que están “guardaditos” en nuestra casa del Seminario, donde van avanzando en sus clases, muchas de ellas que les son transmitidas virtualmente por los maestros de fuera del Seminario. Pidamos por nuestros Seminaristas, que nuestro Señor les conceda perseverar para que lleguen hasta la meta de un sacerdocio santo al servicio de sus hermanos.
Hay un buen grupo de jóvenes que se está preparando para ingresar el próximo mes de agosto al Seminario Menor y otro buen grupo que se prepara para ingresar al Seminario Mayor. Pidamos también por cada uno de ellos para que cuiden con mucha delicadeza de su vocación. Tenemos muy pocos seminaristas, oremos al Señor para que se digne llamar a muchos jóvenes que se dispongan a seguir al Buen Pastor en el camino del sacerdocio.
En su mensaje para esta Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones del día de hoy, el Papa Francisco piensa en las tres principales vocaciones que se pueden dar dentro de la vida cristiana: Vocación al Matrimonio, Vocación al Sacerdocio y Vocación a la Vida Consagrada. Si todos los jóvenes entendieran el matrimonio como una vocación y como un camino de santidad, habría muchas más parejas felices perseverando de la mano del Buen Pastor, enfrentando día a día los obstáculos que se les presentan para la perseverancia.
En su mensaje, el Sumo Pontífice habla de cuatro palabras a tomar en cuenta en el camino vocacional: Gratitud, ánimo, fatiga y alabanza. Gratitud, dice el Papa, porque: “Toda vocación nace de la mirada amorosa con la que el Señor vino a nuestro encuentro, quizá justo cuando nuestra barca estaba siendo sacudida en medio de la tempestad. La vocación, más que una elección nuestra, es respuesta a un llamado gratuito del Señor; por eso, llegaremos a descubrirla y a abrazarla cuando nuestro corazón se abra a la gratitud y sepa acoger el paso de Dios en nuestra vida” (Mensaje del Santo Padre Francisco para la 57 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones 2020).
El ánimo, nos lo da Jesús como a los apóstoles y nos dice: “¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo!” (Mt 14, 27). “Cuando estamos llamados a dejar nuestra orilla segura y abrazar un estado de vida —como el matrimonio, el orden sacerdotal, la vida consagrada—, la primera reacción la representa frecuentemente el ‘fantasma de la incredulidad’: No es posible que esta vocación sea para mí; ¿será realmente el camino acertado? ¿El Señor me pide esto justo a mí?” (Ídem). Entonces es cuando Jesús nos da el ánimo que necesitamos y que obtenemos confiando en él para ir adelante.
Pero no hay camino vocacional sin fatiga, pues el recorrido supone esfuerzo y cansancio. Dice el Papa: “Conozco vuestras fatigas, las soledades que a veces abruman vuestro corazón, el riesgo de la rutina que poco a poco apaga el fuego ardiente de la llamada, el peso de la incertidumbre y de la precariedad de nuestro tiempo, el miedo al futuro. Ánimo, ¡no tengan miedo! Jesús está a nuestro lado y, si lo reconocemos como el único Señor de nuestra vida, él nos tiende la mano y nos sujeta para salvarnos” (Ídem). La fatiga es menor cuando de antemano la aceptamos.
Y, por último, pero no menos importante, está la alabanza al Señor que nutre nuestra vocación y la fortalece. Dice el Papa: “Nuestra vida se abre a la alabanza. Esta es la última palabra de la vocación, y quiere ser también una invitación a cultivar la actitud interior de la Bienaventurada Virgen María. Ella, agradecida por la mirada que Dios le dirigió, abandonó con fe sus miedos y su turbación, abrazó con valentía la llamada e hizo de su vida un eterno canto de alabanza al Señor” (Ídem).
Hoy la primera lectura, tomada del Libro de los Hechos de los Apóstoles, nos narra la conclusión, de la primera predicación de la Iglesia, que fue la del apóstol Pedro en el día de Pentecostés. En esa ocasión, el rebaño del Buen Pastor aumentó a tres mil personas que fueron bautizadas, luego de la exhortación de Pedro, quien les dijo: “Arrepiéntanse y bautícense en el nombre de Jesucristo para el perdón de los pecados y recibirán el Espíritu santo” (Hch 2, 38).
Actualmente en el mundo hay un total de 2,400 millones de bautizados, pero yo me pregunto, ¿cuántos de estos bautizados realmente tienen a Jesucristo como su Pastor, al que siguen incondicionalmente? Seguir al Buen Pastor significa, tomarlo en cuenta para nuestras decisiones ordinarias y extraordinarias, para cada pensamiento, cada palabra y cada acción.
En el salmo hemos entonado el salmo 22 (que en muchas biblias aparece como el 23), aclamando: “El Señor es mi Pastor, nada me faltará”. Esta es una confesión de absoluta confianza en nuestro Buen Pastor. En medio de esta pandemia, esta convicción nos ayudará a no desesperar y a continuar adelante pase lo que pase.
El mismo apóstol san Pedro, en su Primera Carta, nos exhorta a aceptar de buena gana los sufrimientos que nos vienen por hacer el bien, a semejanza de Cristo, quien, “maltratado, no profería amenazas, sino que encomendaba su causa al único que juzga con justicia” (1 Pe 2, 23). Dice además que nosotros éramos “como ovejas descarriadas, pero ahora hemos vuelto al pastor y guardián de sus vidas” (1 Pe 2, 25). Los pastores de la Iglesia también somos ovejas llamadas a no descarriarse del rebaño de Jesús, así como también, todas las ovejas en el rebaño de Cristo Buen Pastor, son llamadas a pastorear a quienes Dios ha puesto cerca de ustedes.
La aclamación antes del evangelio nos ofrece un versículo en el que Jesús dice una verdad sobre sí mismo, que lo define de modo maravilloso. Dice: “Yo soy el buen pastor; yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí” (Jn 10, 14). Quizá para algunos, la figura de la oveja no sea muy agradable, pues no quiere ser del montón, sino original e individual. Sólo que para pertenecer al rebaño de Cristo se requiere inteligencia, la más grande sabiduría, y una libertad absoluta, para ir junto a las demás ovejas, no de manera inconsciente sino de un modo fraterno.
Pertenecer al rebaño de Jesús es un honor que no ofende a nadie, sino que eleva y dignifica. Él conoce a cada uno de nosotros, mejor de lo que nosotros nos conocemos a nosotros mismos. Y nosotros lo conocemos como el Buen Pastor, y sabemos que nos conviene seguirlo y caminar junto a los demás seguidores.
En el texto del evangelio de hoy, según san Juan, Jesús se compara además con la puerta del redil, y él es el pastor de las ovejas, el único que es reconocido por el que cuida la puerta y lo deja entrar. Pero también puede entrar quien venga en su nombre y quien traiga las mismas actitudes del buen pastor. Dice Jesús: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes que yo, son ladrones y bandidos; pero mis ovejas no los han escuchado” (Jn 10, 7-8).
Hoy también pueden pretender entrar ladrones y bandidos por esa puerta, pero las ovejas no los reconocerán. No han faltado algunos falsos pastores que andan por ahí tratando de aprovecharse de la gente. Tristemente, también hay algunos que, teniendo el ministerio auténtico de pastores, se han pervertido, y ya no vienen a las ovejas con las intenciones del Buen Pastor. Pero las ovejas no los reconocerán. Pidamos al Señor que haya muchos dispuestos a servir en la Iglesia en el ministerio del pastoreo, y que puedan identificarse con Cristo para decir con él: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”.
Jóvenes, acepten el llamado para un matrimonio santo, para un sacerdocio santo o para una vida santa como consagrados.
Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo resucitado!
+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán