HOMILÍA
DOMINGO DE PASCUA
DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
Ciclo C
Hch 10, 34. 37-43; Col 3, 1-4; Jn 20, 1-9 o bien, Lc 24, 1-12 o en la tarde Lc 24, 13-35.
“¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?” (Lc 24, 5).
In láak’e’ex ka t’aane’ex ich maya kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal. Bejla’e’ Kili’ich ch’a’anil. Ts’o’ok u ka’a púutkuxtal Cristo, ki’imak óolal. Ko’one’ex kuxkintik u oksaj óolalil u ka’a putkuxtal Cristo. Yanak ichilo’on u ki’imak óolal Ko’olebil María, tak u ki’iki óolal María Magdalena yeetel tu láakal kili’ich ko’olelo’ob, bey xan u ki’iki’ óolal aj kambalo’ob. U máalo’ob kuxtal u láakal máak leti’e’ ku bíin tu pach Cristo’ u ki’imak óolalil ti’olal u ka’a putkuxtal Jesús.
¡Aleluya, el Señor ha resucitado! Ésta es la buena noticia que les damos hoy, queridos hermanos y hermanas, que ustedes también deben darse los unos a los otros. Al igual que hace dos mil años, seguimos proclamando la misma alegría. Hoy celebramos la Pascua de Cristo, y nuestra fiesta será igual de intensa durante la Octava de la Pascua, y al terminar en ese domingo del Señor de la Misericordia, la fiesta continuará hasta llegar a cincuenta días en la festividad de Pentecostés.
Luego la fiesta de la Pascua continúa para todos y cada uno de los domingos, al reunirnos en Asamblea Eucarística. Cada día al celebrar la misa, vivimos la Pascua sacramental de Cristo muerto y resucitado. Nuestra fe tiene su fundamento principal en la resurrección del Señor.
Celebrar la cruz de nuestro Redentor, no tendría sentido sin la resurrección. Esto es central en nuestra fe de cristianos. Quien crea en la reencarnación ha dejado de ser cristiano; lo mismo que quien crea que todo acaba para nosotros con la muerte, ha dejado igualmente de ser cristiano. Para los creyentes, Jesús no es un pensador que decía frases bonitas para reflexionar, sino el Hijo de Dios, por nosotros hecho hombre, muerto y resucitado para nuestra salvación.
Lamentablemente las antiguas ideologías de la reencarnación y del materialismo, que iguala al ser humano a cualquier animal, se están difundiendo a través de los medios y pervirtiendo la mente hasta de los niños pequeños aún a través de las caricaturas. Estas ideologías paganas existían antes de Cristo, pero al proclamarse la fe en el resucitado fueron desapareciendo en todo el imperio romano, el cual abarcaba todo el mundo conocido. No tengamos miedo de llegar a ser muy pocos cristianos; lo que realmente importa es que quienes creemos en el resucitado demos testimonio de la fe con nuestras vidas.
Igualmente, nada hay más opuesto a nuestra fe, que el culto a la llamada “Santa Muerte”, pues un buen cristiano sabe que la muerte es un acontecimiento, no un ser, y que es santa cuando se trata de una persona que fallece en paz con Dios. Un buen cristiano rechaza inclusive los programas y películas absurdas que tratan sobre supuestos muertos vivientes. Todo eso no es más que una burla sobre nuestra fe en el resucitado y en la esperanza de nuestra feliz resurrección. Niños y jóvenes, hermanos todos, alejémonos del paganismo y volvamos a la fe en Cristo resucitado.
Durante todo el santo tiempo de Pascua estaremos escuchando como primera lectura diferentes pasajes del Libro de los Hechos de los Apóstoles, el cual está cargado de abundantes testimonios sobre la resurrección de Jesús. El libro trata de los primeros años de existencia de la Iglesia.
Para poder entender mejor éste y todos los libros de la Sagrada Escritura, no hay como conocer además los escritos de los primeros obispos, llamados los “Padres de la Iglesia”, los cuales nos han dejado la correcta interpretación de todos y cada uno de ellos.
En el pasaje de hoy, Pedro predica por primera ocasión a un grupo de paganos, porque hasta entonces sólo se había predicado a judíos, pues todos los primeros cristianos venían del judaísmo. Entonces tendremos luego el bautismo a los primeros paganos. Entre otras palabras, Pedro les habla de la muerte y resurrección de Jesús y comenta: “Nosotros hemos comido y bebido con Él después de su resurrección de entre los muertos” (Hch 10, 41). Por esta predicación de Pedro, todos los bautizados también podemos decir que nosotros hemos comido y bebido con él, y que en todo lo bueno que hemos hecho, él ha estado junto a nosotros.
Como dice san Pablo en la segunda lectura, tomada de su Carta a los Colosenses, nosotros también, puesto que hemos resucitado con Cristo, hemos de buscar las cosas de arriba, donde está Cristo. Nuestra fe en el resucitado no sólo es teórica, sino que nos trae la consecuencia de menospreciar las cosas de este mundo y de trabajar por alcanzar la gloria que se nos manifestará. El apego extremo a las realidades terrenales y los goces de este mundo son una forma de ateísmo práctico.
Este año toca el evangelio según san Lucas, en el que a las mujeres que llegan muy temprano al amanecer, el primer día de la semana, se encuentran a los varones con vestidos resplandecientes, los cuales les dicen: ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado” (Lc 24, 5).
Como Jesús es un personaje histórico, cuya existencia en este mundo nadie puede negar sensatamente, no han faltado algunos que se han dedicado a buscar entre los muertos al que está vivo con investigaciones pesudo científicas, así como otros que han escrito novelas con una historia alternativa. Sin embargo, quienes lo conocieron y vivieron con él, los doce, los setenta y dos, tanto como todas las mujeres que lo acompañaron, nos dejaron la verdad. Si antes fueron cobardes e ignorantes, luego fueron fortalecidos e iluminados por el Espíritu Santo para predicar a Cristo resucitado.
Esas mujeres, que fueron las primeras testigos de la resurrección, fueron María Magdalena, Juana y María la madre de Santiago. Los apóstoles no daban crédito a su testimonio; tan sólo Pedro fue al sepulcro y comprobó que se encontraba vacío, asombrándose de lo sucedido. Para los judíos el único testimonio válido tenía que venir de dos o tres varones, pero Dios escogió mujeres para que atestiguaran. Cuántas veces los criterios de Dios están tan lejos de los criterios humanos. Volvamos al testimonio de las mujeres: nuestras abuelas, nuestras madres, nuestras catequistas; en ellas encontraremos verdades que nunca nos enseñarán ni en las mejores universidades.
Como creyentes en el Resucitado, hemos de estar a favor de la cultura de la vida, convirtiéndonos en defensores de la vida humana, desde el primer momento de su concepción, hasta el último momento de su muerte natural. La muerte asistida, como la del actor francés que quiere que así le suceda, es decir, la eutanasia, no puede ser admitida por quien cree en el Resucitado. Sólo Dios es el dueño de la vida.
Del mismo modo, los que creemos en el Resucitado estamos llamados a convertirnos en constructores de la paz, a ir en contra de la cultura de muerte que envuelve a muchos. Oremos por la paz en Ucrania, la paz en México, la paz en cada hogar yucateco, la paz interior en cada uno de nosotros.
Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo resucitado!
+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán