XXVI Domingo del Tiempo Ordinario
Ciclo C
Am 6, 1.4-7; 1 Tm 6, 11-16; Lc 16, 19-31.
“Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por ustedes,
para enriquecerlos con su pobreza” (2 Cor 8, 9).
“Kimak in woll ta wetle’ex lake’ex, ta ta’anex ich maya, je’ bix ula’ ki’ino’ob kin tzi’ikte’ex kimak woolal yetel in puksikal. U Ta’an ki’ichkelem Yuum, te domingoa ku yalikto’on, le maax yam ta’kinti waa ma’ tu antik le otsililo’ob, yam u yantal “yaaj oolal” minan uxul.”
Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre. En algunas películas de los años cincuentas, como por ejemplo algunas de Pedro Infante, el tema marcaba la diferencia entre los ricos y los pobres, dejando la idea de que los ricos eran malos y llenos de toda falsedad, mientras que los pobres eran buenos, solidarios entre sí y muy auténticos. Tales películas, además de que eran injustas en su percepción, invitaban a los pobres al conformismo con su realidad y así eran totalmente enajenantes. Es cierto que el Evangelio dice que es difícil que un rico entre en el Reino de los Cielos, pero también dice que para Dios no hay imposibles. Además la experiencia nos confirma el dicho mexicano de que “donde quiera se cuecen habas”; es decir, aplicado aquí significa que hay buenos, malos y regulares en cualquier clase social, y que las personas, sean como sean, siempre pueden cambiar para bien o para mal.
Con este preámbulo podemos tomar el santo Evangelio de este domingo, según san Lucas, que nos presenta la parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón (hombre que come mucho o que disfruta mucho comiendo). Al hombre rico de esta parábola le gustaba mucho banquetear, y su pecado más que el de la gula, era ignorar al pobre Lázaro que yacía a la puerta de su casa con hambre y cubierto de llagas. Ese es el motivo por el cual al morir, Lázaro va al seno de Abraham y el rico va al lugar eterno de tormento. (cfr. Lc 16, 19-22).
Dicho sea de paso, hay algunos cristianos que creen que los muertos están en sus tumbas y que para ellos no hay castigo ni premio, sino hasta la segunda venida de Cristo. En este pasaje en palabras del mismo Jesús, tenemos una declaración de que después de la muerte, hay premio o castigo según haya sido nuestra vida. También Jesús cuando estaba clavado en la cruz, le dijo al ladrón arrepentido: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23, 43); no le dijo “cuando yo vuelva”, sino que le dijo “hoy”. Y esto es lo que la Iglesia siempre ha enseñado, que hay un juicio inmediato después de la muerte, y que habrá un juicio universal al final de los tiempos.
Volviendo a la parábola, el rico no se condena por ser rico, sino por haber ignorado a su hermano pobre y no haber compartido con él para ayudarlo a tener una vida digna. A propósito, el rico no tiene nombre, mientras que el pobre se llama “Lázaro”, que significa “ayudado por Dios”. Si el nombre en la Biblia es reflejo de la manera de ser de las personas o significa la misión que Dios le da, en este caso quiere decir que este hombre pobre había aprendido a confiar en la ayuda de Dios. ¡Cuántos nombres de empresarios y de políticos escuchamos a diario y son conocidos en todo México y gran parte del mundo, y tal vez muchos de ellos por su comportamiento, no tengan nombre ante Dios!; ¿cuántos nombres conocemos de los pobres de Yucatán si no aparecen en los medios?; ¡cuántos desconocidos migrantes están subiendo al tren a riesgo de su vida! Pero ellos, si son creyentes, saben que Dios los conoce y no los olvida; y nosotros por ser creyentes, hemos de reconocerlos como Dios los conoce y hemos de tratar de remediar sus necesidades.
También el profeta Amós en la primera lectura, echa en cara la falsedad del culto que le ofrecen a Dios los ricos israelitas, puesto que creen salmodiar como David en medio de banquetes y lujos. Pero dice Amós: “Se atiborran de vino, se ponen los perfumes más costosos, pero no se preocupan por las desgracias de sus hermanos” (Am 6, 6).
Hemos de actuar ahora, como decía la escritora Ana María Rabatté: “En vida, hermano, en vida”. En la parábola, el rico, desde las llamas que lo atormentan, se dirige a Abraham para suplicarle que envíe a Lázaro a que moje la punta de su dedo, para que venga a refrescarle la lengua. No es necesario tomar al pie de la letra la descripción del lugar de castigo; es sólo una figura materializada del terrible dolor que significa la ausencia de Dios. Nuestro padre Abraham le hace ver al rico que entre ellos hay una brecha enorme que ninguno puede cruzar ni de un lado ni de otro. También en la tierra existe un abismo entre ricos y pobres, pero aquí sí se puede y se debe cruzar ese abismo, y hay muchos que lo hacen mirando por sus hermanos necesitados. (cfr. Lc 16, 23-26).
Finalmente el rico pide, ya que Lázaro no puede ir donde él, que entonces vaya donde están sus cinco hermanos para que cambien de vida y no vayan a terminar en el mismo lugar que él. Abraham le dice: “Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen”; pero el rico afirma que no les harán caso; en cambio, si un muerto va a decírselo, entonces sí le creerán. Y Abraham sentencia diciendo: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto” (Lc 16, 29-31). Con estas palabras Jesús aludía a su próxima muerte y resurrección. El muerto ha resucitado y todavía muchos siguen sin creer. Nosotros haremos bien en escuchar a Moisés y a los Profetas, no sólo leyendo y escuchando la Sagrada Escritura, sino también escuchando a los profetas que hoy nos manda Dios para recordarnos su voluntad, o más bien, para interpretarla y aplicarla en los acontecimientos diarios.
No basta hacer el bien alguna vez en la vida; si queremos ser buenos discípulos, y escuchar lo que el Espíritu Santo nos dice, e ir a donde Él nos guíe, es necesario perseverar en el bien. San Pablo le decía a su discípulo Timoteo, a quien quería como si fuera su hijo y a quien dejó al frente de una comunidad como obispo: “Te ordeno que cumplas fiel e irreprochablemente todo lo mandado, hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tim 6, 13). Los empresarios siempre están pensando en el futuro de sus empresas, nosotros también hemos de pensar en el futuro de nuestra empresa de fe, esperanza y amor, y proponernos lo mejor dentro de la Iglesia o en el contexto de nuestra sociedad.
Pidamos para que en Mérida y en Yucatán no haya más conflictos violentos, sino que sepamos siempre resolver nuestros problemas con el diálogo, con los medios legales y al amparo de la intervención de nuestras autoridades. Y que lo mismo pase en toda nuestra Patria y en el mundo entero. El pasado martes, el Papa Francisco viajó a Asís, la ciudad de san Francisco, el Santo de la paz y la armonía entre la gente y con la naturaleza. Allí en Asís el Papa se reunió con los jefes de las grandes religiones del orbe para orar por la paz, que tanta falta le hace a nuestro mundo. No puede haber paz mientras no reconozcamos la dignidad del pobre, del enfermo, del migrante, del preso y de todos los que son menos a los ojos del mundo.
Oremos y trabajemos para que haya paz en los corazones, paz en las familias, paz en la sociedad.
¡Que tengan ustedes una feliz semana!
¡Sea alabado Jesucristo!
+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán