Homilía Arzobispo de Yucatán – XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

HOMILÍA
XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Ciclo B
Ex 16, 2-4. 12-15; Ef 4, 17. 20-24; Jn 6, 24-35.

“Yo soy el pan de la vida” (Jn 6, 35).

 

In lak’e’ex ka t’aanex ich maaya, kin tsikike’ex yéetel kimak óolal. Ti le evangelio bejlae’, jesuse’ ku ts’akuba’ k’ajotbi, tumen taan u k’aatal wuaj ti; letie ku kansik: ten u wuajil kuxtal. Letie ku tuxtik in kili’ich Tata Kuxi Wa mantats tulakalo’on ka ek k’am le kili’ich wuaja.

 

Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor, en este domingo décimo octavo del Tiempo Ordinario.

Este domingo, día del Señor, opaca la efeméride del Santo Cura de Ars, que se celebra el 4 de agosto. Recordemos que, en el 2009, al cumplirse 150 años de la muerte de este santo, fue nombrado por el Papa Benedicto XVI patrono de todos los sacerdotes, además de que continúa siendo patrono en particular de todos los párrocos. Por este motivo, mañana lunes nos reuniremos con todos los sacerdotes de Yucatán en una sana convivencia.

El gran ejemplo que san Juan María Vianney dejó a los sacerdotes fue de humildad, de mucha oración y sacrificios, así como de largas horas de confesionario. Hoy encomendamos a todos los sacerdotes y les pido que no se cansen de orar por nosotros, sus sacerdotes, para que crezcamos en santidad, pero también en cantidad.

Pasando a las lecturas de hoy, ¿cómo te sentirías, si alguien te siguiera y buscara tu amistad, tratando sólo de obtener de ti un beneficio material o económico? Yo creo que con esa base es imposible que camine una verdadera amistad. Continuamos con el capítulo 6 del evangelio de san Juan, del cual el domingo pasado escuchamos cómo Jesús multiplicó cinco panes y dos peces dando de comer a una multitud, para luego tener que huir de la gente, que al darse cuenta del milagro pretendía llevárselo para hacerlo rey. Ahora continúa el pasaje en el momento en que Jesús se reencuentra con aquella multitud y les reprocha que lo anden buscando por haber comido hasta saciarse.

Jesús los invita a que trabajen por el alimento que les dará la vida eterna y que él mismo ofrece, con la autoridad de su Padre. La obra de Dios que ellos tienen que realizar consiste en creer en Jesús; sin embargo, la gente en lugar de creerle, lo reta a que les haga alguna otra señal, que iguale o supere la obra de Moisés quien le dio al pueblo a comer el maná en el desierto.

“Maná” es una palabra hebrea que expresa admiración ante algo y se traduce como “¡¿Qué es esto?!”, pues se admiraban del pan que bajaba del cielo. Jesús les aclara que no fue Moisés quien les dio pan del cielo, sino su Padre es quien da el verdadero Pan bajado del cielo, un pan que da la vida al mundo. Nosotros, ¿creemos de verdad en Jesús?, ¿nos maravillamos de su pan?

Es por eso que la primera lectura de hoy se toma del Libro del Éxodo, en donde se narra el milagro del maná, con el que Dios alimentó a Israel en el desierto. Ojalá que nosotros sigamos asombrándonos por el pan que recibimos en la Eucaristía. Si los hebreos en el desierto se sorprendieron por aquel pan misterioso que caía del cielo, que también nosotros nos sorprendamos ante cada celebración eucarística.

Nosotros, en el desierto de este mundo, poseemos el Pan de la vida, para tener la fuerza de caminar, como la tuvo el profeta Elías en su camino al monte Horeb, a quien el Ángel del Señor le dijo: “Levántate y come, porque el camino es largo” (1 Re 19, 7). Si en el Salmo 77 que hoy proclamamos, oímos decir que: “Así el hombre comió pan de los Ángeles”, refiriéndonos al maná, ¡cómo no llamaremos “Pan de los Ángeles” al pan eucarístico que Jesús nos dejó como alimento en la Última Cena y que hoy podemos comer! Al mismo tiempo, no olvidemos a nuestros hermanos que tienen hambre del pan material y busquemos la manera de hacérselo llegar. Quien participa del pan eucarístico está llamado a promover y vivir la caridad y la justicia.

Cuando la gente le pide a Jesús que les dé a comer de ese pan que da la vida eterna, él se presenta a sí mismo como el “Pan de la vida”, asegurando que quien vaya a él no tendrá hambre y quien crea en él no tendrá sed. Esta autopresentación de Jesús no es falta de humildad, sino un servicio a la verdad, que a nadie hace daño ni ofensa al escuchar, sino que se ofrece a sí mismo en favor de quien lo coma. La humildad no es negación ni ocultamiento de nuestras cualidades, pero sí es evitar la presunción de las mismas, pues como cristianos más bien hemos de poner nuestras cualidades al servicio de todos.

Jesús es el pan de vida. Él es quien antes de dar su vida en la cruz, la entregó en el “Sacramento del Pan” para que nos acerquemos a recibirlo, purificados de pecado, con la intención de comprometernos a dar la vida por los demás y a defender la vida de todo ser humano.

San Juan Crisóstomo, el cual vivió en el siglo IV de nuestra era, dice sobre el pasaje del evangelio que hoy meditamos: “Cuando les dio pan y sació su hambre, le llamaban profeta y trataban de hacerle rey; pero cuando los instruía sobre el alimento espiritual, sobre la vida eterna, cuando los desviaba de las cosas sensibles, cuando les hablaba de la resurrección y levantaba sus ánimos, cuando más que nunca debieran admirarle, entonces murmuraban y se retiraban de él”.

Hay muchos santos en la vida de la Iglesia que se han distinguido por su amor a la Eucaristía y por sus horas de adoración al Santísimo Sacramento. Quiero traer el caso del beato Carlo Acutis, el cual será canonizado próximamente. Se trata de un gran modelo para los jóvenes, pues será el primer santo “milenial”, nacido en 1991 y fallecido en el año 2006. Su cuerpo se encuentra incorrupto en una urna de cristal en Asís. Él solía decir: “La Eucaristía es mi autopista al cielo”. Entre otras cosas ejemplares, desde que hizo su primera comunión, no dejó de comulgar todos los días, y de permanecer en adoración un rato frente al sagrario. En una ocasión su papá le dijo: “Qué te parece si vamos a Tierra Santa”, a lo que Carlo le respondió: “Pues está bien ir a donde Jesús anduvo hace dos mil años, pero es mejor ir aquí cerca, a encontrarlo en el sagrario de la parroquia”.

San Pablo en la segunda lectura de hoy, tomada de su Carta a los Efesios, exhorta a la comunidad cristiana a no “vivir como los paganos que proceden conforme a vanos criterios” (Ef 4, 17). Recibamos también nosotros esa exhortación, pues, aunque casi la totalidad de la gente que nos rodea esté bautizada, lamentablemente son muchos los que viven como paganos, conduciéndose por vanos criterios que proceden de la moda del mundo y hacen todo lo que sienten y no lo que inspira el Santo Espíritu conforme al Evangelio. Dejemos que el Espíritu nos renueve la mente y revistámonos del “nuevo yo creado a imagen de Dios, en la justicia y en la santidad de la verdad” (Ef 4, 24).

Los obispos de México hemos publicado un mensaje en el que expresamos nuestra solidaridad fraterna con el pueblo de Venezuela en estos momentos de gran trascendencia para su nación. Es por eso que invitamos a todo el pueblo de Dios, a unirse espiritualmente, hoy domingo 04 de agosto, a la jornada de oración convocada por el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), la Conferencia Episcopal Venezolana y la Conferencia Episcopal de Colombia.

Invitamos a todos los fieles mexicanos a sumarse a esta iniciativa, recordando las palabras del Papa Francisco: “La oración nos ayuda a amar a los demás, a pesar de sus errores y sus pecados”. Que Nuestra Señora de Guadalupe, Emperatriz de América, interceda por el pueblo venezolano y por toda América Latina, para que prevalezcan la paz, la justicia y la fraternidad.

Que estas vacaciones sirvan para fortalecer la unidad familiar, para reparar el cansancio y recrearse sanamente. Que tengan una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!

 

+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán

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