Homilía Arzobispo de Yucatán – IV Domingo de Pascua, Ciclo C

HOMILÍA
IV DOMINGO DE PASCUA
EL BUEN PASTOR

59º JORNADA MUNDIAL
DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
Ciclo C
Hch 3, 14. 43-52; Apoc 7, 9. 14-17; Jn 10, 27-30.

“Yo les doy la vida eterna” (Jn 10, 28).

 

In láak’e’ex ka t’aane’ex ich maya kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal. Ti’ le kanp’éel domingo ti’ Pascua, k’iinbejsik Jesús le malob Kanan Tamano’ob. Wey Yucatán k’iinbejsik u k’iinil Seminario, tu’ux ku kaambalo’ob le máaxo’ob samakabe ku kanáantik tamano’ob utial u kaajil Yuumtsil. Ko’one’ex Payalchi’ech yo’olaj tu láakal mamatsilo’ob kuxa’ano’ob yéetel xan le kiimeno’obo’.

 

Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor, en este cuarto domingo de Pascua, llamado del “Buen Pastor”, día en el cual celebramos a nuestro Seminario de Yucatán. Hoy nuestra oración y nuestra colecta es para esta santa institución dedicada a la formación de los futuros pastores de Yucatán.

Jesús es el único Buen Pastor, mientras que todos los pastores de la Iglesia, desde el Papa, los obispos y todos los sacerdotes, si pastoreamos como es debido, con sana enseñanza, con entrega generosa y con buen testimonio, tenemos que decir como Jesús nos enseñó, que no somos más que “siervos inútiles”, simples instrumentos que hacemos presente el pastoreo del Buen Pastor.

Debemos distinguir entre la sana enseñanza y el testimonio personal. Existen quienes pueden dar mal testimonio y sin embargo transmitir sana enseñanza; sobre todo por ellos, Jesús nos diría: “Hagan lo que les dicen, pero no imiten sus obras” (Mt 23, 3). Donde faltan los pastores o los qué hay no son tan buenos, Jesús pastorea a sus ovejas directamente de una y mil maneras. Recordemos que los caminos de Dios son infinitos.

Démosle gracias al Señor por tantos y tantos santos pastores, sabios pastores, generosos pastores, que siempre ha habido y que nunca faltarán en nuestra Iglesia; comenzando por el Papa Francisco, máximo pastor en la Iglesia y gran líder mundial de la paz, de los pobres, de los presos, los migrantes, los enfermos, de todos los que sufren y del cuidado integral de la creación. Pidamos perdón al Señor por todos aquellos que fallan, para que se conviertan en santos pastores.

Todos los pastores de la Iglesia, obispos y sacerdotes, hemos de conducir a la comunidad “cum Petro et sub Petro”; ésta es una expresión latina clásica, la cual significa “con Pedro y bajo Pedro”, es decir, en comunión con el sucesor de Pedro y bajo su autoridad. Gobernar de este modo es lo que asegura la unidad del cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia. A través de los siglos nunca han faltado tensiones a esta unidad, junto con algunas lamentables rupturas, de las que han brotado otras iglesias que han dejado de estar “cum Petro et sub Petro”.

Es lamentable, pero hoy en día hay algunos pocos pastores que contradicen algunas enseñanzas del Papa Francisco, arrastrando a los fieles detrás de sí. Ojalá que todos recapacitemos, dejándonos conducir con humildad por el Espíritu Santo a la unidad de la fe, bajo la guía de Pedro. Algunos de los que se apartan se muestran ultraconservadores, y otros todo lo contrario, quieren introducir algunos cambios en la vida de la Iglesia, que nos alejan de la ortodoxia, por adaptarse al mundo de hoy. Esto sucede principalmente en algunos lugares de Europa y de Estados Unidos, aunque también esa amenaza de división nos alcanza a nosotros mismos en México y hasta en Yucatán.

Por otra parte, oremos por las vocaciones sacerdotales. No podemos ocultar el escaso número de seminaristas que tenemos, mientras que la población de Yucatán crece a pasos agigantados, especialmente en Mérida. Pidamos para que muchos jóvenes escuchen la voz del Señor que los llama, para que ingresen y perseveren en la formación. Por más necesidad que tengamos, debemos cuidar mucho la selección de los candidatos, sin buscar gente perfecta, pero excluyendo a quienes tienen que trabajar cosas importantes en su madurez física, mental o espiritual, antes de iniciar un camino de formación sacerdotal. Dios bendiga a nuestros Seminaristas y a los Padres Formadores de nuestro querido Seminario de Yucatán.

La primera lectura de hoy nos habla de dos excelentes pastores como lo fueron san Pablo y san Bernabé, dignos representantes del Buen Pastor, quienes evangelizaron la ciudad de Antioquía, donde dejaron una gran comunidad cristiana. De hecho, la segunda en importancia después de Jerusalén y previo a que se formara la comunidad cristiana de Roma.

Al sufrir persecución en Antioquía por parte de las autoridades judías, tomaron la decisión de evangelizar también a los paganos. Luego fueron expulsados, aunque ya la comunidad estaba bien consolidada. Fue en ese lugar donde los discípulos recibieron el nombre de “cristianos”, y luego alrededor del año 100, ahí mismo recibieron el nombre de “católicos”.

En la segunda lectura, tomada del Libro del Apocalipsis, san Juan contempla en su visión del cielo a una multitud innumerable de gente “de toda raza, pueblo y nación” (Ap 7, 9). Es la visión de los santos del cielo, a quienes contempla delante del trono de Dios y del Cordero, sirviéndolo eternamente.

San Juan dice que “el Cordero será su pastor y los conducirá a las fuentes del agua de la vida, y Dios enjugará en sus ojos toda lágrima” (Ap 7, 17). Aunque parezcan términos contrarios “pastor” y “cordero”, Jesús tuvo que ser Cordero inocente e inmolado, para alcanzar el título único y exclusivo de “Buen Pastor”. Si un obispo o sacerdote pastorea hasta dar la vida, se asemeja en su entrega a Jesús Buen Pastor, convirtiéndose en un excelente reflejo de su ministerio eterno.

En la aclamación del aleluya, tomada del evangelio según san Juan (cfr. Jn 10, 14), Jesús se declara a sí mismo como el Buen Pastor, que conoce a sus ovejas y ellas lo conocen a él. Es cierto que hay millones de seres humanos que no conocen a Jesús y que no se reconocen como sus ovejas; pero también a ellos los conoce el Señor y en cuanto se decidan a aceptarlo con todo lo que esto implica, él los recibirá en su gran rebaño santo.

En el breve texto evangélico de hoy según san Juan, Jesús describe la relación de reciprocidad que existe entre él y sus verdaderas ovejas. Dice: “Mis ovejas, escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen” (Jn 10, 27). Para ser una verdadera oveja de Jesús no basta ser bautizado y asistir con más o menos frecuencia a la iglesia, pues la dinámica que autentifica a la oveja es “escuchar y seguir”.

Fijémonos bien de que no se trata sólo de oír la voz del Pastor, sino de escucharla; pues escucha el que lo sigue, es decir, el que va pensando, hablando y actuando en el mismo modo en que lo haría Jesús. Eso es escuchar y seguir. Él conoce a sus ovejas mucho mejor de lo que las ovejas se conocen a sí mismas.

Seguir a Jesús Buen Pastor tiene su gran recompensa; ésta consiste en la vida eterna. Jesús afirma que recibe a las ovejas como regalo y encomienda de su Padre, por lo que nadie puede arrebatarlas de su mano. Las ovejas al mismo tiempo son pertenencia del Padre; si el Padre y Cristo son uno, entonces sus ovejas han entrado en la dinámica de la vida trinitaria.

Aunque el “Día de las Madres” es el próximo 10 de mayo, seguramente muchas madrecitas serán celebradas en este domingo, puesto que es el día en que la familia puede reunirse. En varios países hoy, el segundo domingo de mayo, es cuando se celebra el “Día de las Madres”. Envío un cariñoso saludo de felicitación a todas las madres, particularmente a las de Yucatán.

Ojalá que la búsqueda de la elevación de la dignidad de la mujer, nunca sea en detrimento de la conveniente valoración del gran don del carisma maternal. El amor de una madre es el que mejor refleja el amor de Dios en este mundo. Desde hoy pedimos también por el eterno descanso de las madres difuntas. Dios les dé la vida eterna.

Que tengan todos una muy feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo, el Buen Pastor resucitado!

 

+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán

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