Homilía Arzobispo de Yucatán – VI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

HOMILÍA
VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Ciclo B
Lev 13, 1-2. 44-46; 1 Cor 10, 31 – 11, 1; Mc 1, 40-45.

“Si tú quieres, puedes curarme” (Mc 1, 40).

 

In láak’e’ex ka t’aane’ex ich maya kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal. Bejla’e’, te tu K’iinil yáakunaj yéetel yáabilaj táan k’alik u k’iinilo’ob Familia. K’a’ajak to’one’ Kili’ich Valentín jach ch’a’ pachtaj yéetel k’íimsa’ab tumen tu dso’oksaj u beel le soldados ma’ cha’aban u dso’oksaj u beelo’obo’. Le óolale’, le yáakunaj k-k’íinbensik bejla’o’, leti’e’ u ti’al le xíibo’ob yéetel ko’olelo’ob dso’oka’an u beelo’obo’. Ko’one’ex k’íinbensik u yáakunaj dso’okan u beelo’ob.

 

Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor, en este sexto domingo del Tiempo Ordinario. Luego tendremos que pasar todos los domingos del tiempo de Cuaresma y los del tiempo de Pascua, para retomar de nuevo el Tiempo Ordinario de la liturgia.

Hablemos en primer lugar de la primera lectura y del evangelio, sin excluir el salmo. En la primera lectura, tomada del libro del Levítico, encontramos cómo eran tratados los leprosos en el pueblo de Israel. Esta enfermedad tenía connotaciones religiosas, porque el leproso era declarado como tal por el sacerdote, y además tenía que andar retirado de la gente, fuera del campamento y gritando: ‘¡Estoy contaminado! ¡Soy impuro!’ Esto nos hace ver cómo los israelitas consideraban la enfermedad como un castigo de Dios ante un pecado, y si se trataba del castigo de la lepra, tenía que haber seguramente detrás un pecado muy grave. En la eventualidad de que un leproso pudiera sanar, esto tenía que ser verificado por los sacerdotes.

Dice el texto que quien era declarado leproso tenía que traer: “La ropa descosida, la cabeza descubierta, se cubrirá la boca…” (Lev 13, 45). Nosotros en medio de esta pandemia tenemos que cubrir todos nuestra boca, con la enorme diferencia de que no consideramos la pandemia ni el contagio como un castigo de Dios, sino como algo que viene de la naturaleza, maltratada por el comportamiento humano. Llevamos la pandemia a nuestra dimensión religiosa, para delante de Dios comprometernos a cuidarnos y a cuidar a los demás; para orar constantemente por el fin de la pandemia; para apoyar a todo el que nos necesite; y aunque la pandemia no sea castigo de Dios, sí es una buena oportunidad para examinar nuestra conciencia y pedir perdón al Señor por todos nuestros pecados.

De hecho, en el Salmo 31 hoy elevamos nuestra voz para decirle a nuestro Dios: “Perdona, Señor, nuestros pecados”. Pedirle perdón a Dios no significa entristecernos, sino todo lo contrario, por lo que también proclamamos: “Dichoso aquel que ha sido absuelto de su culpa y su pecado. Dichoso aquel en el que Dios no encuentra ni delito ni engaño”. Este Salmo ya nos pone en camino hacia el próximo miércoles en el que iniciaremos el santo tiempo de Cuaresma con el rito de la ceniza. Aunque no sea obligatorio asistir a recibir el signo de la ceniza, tengamos todos conciencia del tiempo que iniciamos y de que somos pecadores.

En su comentario al evangelio de hoy, dice el padre Manuel Ceballos: “San Marcos menciona la curación de un leproso durante la actividad de Jesús en Galilea, ‘Si quieres, puedes curarme’ haciendo notar que Jesús despidió a este leproso, una vez curado, ordenándole que se presentara a los sacerdotes, que se sometiera a su inspección y que guardara silencio de lo ocurrido. El leproso, quebrantando lo mandado por la Ley, se había mezclado con la multitud (algo que sorprende porque le estaba prohibido a los enfermos acercarse a la gente). Sin embargo, Jesús no le hizo ningún reproche y lo curó, pero quiso que cumpliera lo estipulado en el Levítico (14, 1-32). No obstante, la advertencia de Jesús, el leproso saltó de gozo anunciando a todos su curación. Jesús quería evitar a toda costa la publicidad, temiendo el sensacionalismo de las gentes, ya que eso no era conveniente para realizar su misión. De hecho, al correr la noticia de esta curación, fue tanta la concurrencia de la gente que Jesús ya no pudo comparecer en público; se retiró, pero el pueblo encontró el modo de llegar a Jesús. El pueblo siguió a Jesús, pero sin comprender el significado profundo de su predicación. Ahora bien, la incomprensión no se convirtió en enfrentamiento; el conflicto sólo aparece cuando entran en escena los fariseos y los escribas”.

Yo quiero subrayar la gran fe de este leproso que, como se dice vulgarmente, “se brincó las trancas” acercándose a Jesús, con el riesgo de ser apedreado por la gente que lo rodeaba. Más aún, se nota su fe cuando le dice: “Si quieres, puedes curarme”, en vez de decirle: “cúrame; por favor”, ni tampoco: “Tú puedes y tienes que curarme”, sino en cambio: “Si quieres” (Mc 1, 40). El verdadero creyente no exige el milagro para creer, pero está convencido del poder del Señor, teniendo humildad y fe para aceptar la voluntad de Dios.

Hablemos un poco de la segunda lectura del día de hoy. San Pablo en el pasaje de su Primera Carta a los Corintios nos enseña a buscar, en todo lo que hagamos, la gloria de Dios. Con esto me puedo preguntar: mi negocio, mi trabajo, mi descanso, mi diversión, mi convivencia familiar o de amistad, ¿es todo para gloria de Dios o para gloria de quién? Nos invita a no escandalizar a nadie; en este caso para nosotros sería no hacerlo ni dentro, ni de fuera de la Iglesia. En muchos espacios no podemos hablar de Dios, pero nuestra conducta sí puede hacerlo.

La vida de san Pablo es todo un ejemplo y testimonio para nosotros, para no vivir en forma egoísta, sino en el amor. Dice el apóstol: “Yo procuro dar gusto a todos en todo, sin buscar mi propio interés, sino el de los demás, para que se salven” (1 Cor 10, 33). Tomemos la decisión de procurar todos lo mismo.

En tercer lugar, hablemos de la Semana de la Familia y del festejo de san Valentín. Hoy cerramos la Semana de la Familia 2021 y lo hacemos en el día llamado del “Amor y la Amistad”. Muchos en este día piensan en su novia, su novio, su amiga, su amigo y en grupos de amistad, pero quizá pocos relacionen este festejo con la familia, cuando su origen está en el matrimonio cristiano católico.

En el siglo III, el emperador romano Claudio II, prohibía a sus soldados el casarse, pues pensaba que los jóvenes eran mejores soldados siendo solteros y sin vínculos sentimentales. San Valentín, que era sacerdote, estuvo celebrándoles el sacramento del matrimonio a escondidas. Fue por eso que el emperador lo condenó a la muerte en el año 270.

Fue hasta el año 1840, que esta memoria se comenzó a comercializar cuando, a la norteamericana Esther A. Howland, se le ocurrió poner a la venta unas tarjetas con imágenes y frases románticas. Ojalá que los jóvenes de hoy valoren más y más el matrimonio, como una institución sagrada para toda la vida, y si son católicos, que reciban el sacramento. Ojalá que todos nosotros seamos capaces de manifestar nuestros afectos durante todo el año, teniendo presente que el afecto no se compra, aunque a todos nos agrada hacer algo por quienes queremos.

Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!

 

+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán

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