Homilía Arzobispo de Yucatán – Solemnidad de la Natividad del Señor, Ciclo B

homilia navidad 2020

HOMILÍA
SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR
Ciclo B
Is 9, 1-3. 5-6; Tito 2, 11-14; Lc 2, 1-14.

“Le llegó a María el tiempo de dar a luz y tuvo a su hijo primogénito” (Lc 2, 6-7).

 

In láak’e’ex ka t’aane’ex ich maya kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal. Bejla’e táank k’íinbensik Navidad. Le nojoch’ k’íinila’ ku k’íinbensaj te’ Iglesia’ te’ tú ja’abililo’ob óoxp’éel siglo’, le kaj tu ch’a’a’ u yíik le Iglesia te tu xu’ul u ch’a’a’pachtaj tumen le nojoch jalacho’. Uuch Ka’ache’ chéen ku k’íinbensaj Pascua, la kaj máan Jesús te’ kíimilo’ u ti’an u kuxta’al. Navidad ku ya’alaj xane’ Pascua, tumen u Paal Yúum Kue’ máan te’ ka’ano’ tak te’ lu’umo’.

 

Hermanos todos muy queridos en Jesucristo nuestro Señor, hoy estamos celebrando la noche santa de la Navidad. Hemos recibido al Niño Dios en medio de cantos de gloria, el mismo gloria que los ángeles cantaron a coro en la noche de Belén, y que nosotros no dejamos de entonar aquí en la tierra, con la alegría de la esperanza de cantarlo eternamente en el cielo. Cómo no vamos a alegrarnos, si hoy, como dice san Agustín, el Hijo de Dios se hizo hijo del hombre, para que nosotros podamos ser hijos de Dios.

En la primera lectura el profeta Isaías anuncia una gran alegría que lo será para todo el pueblo de Dios: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva sobre sus hombros el signo del imperio y su nombre será: “Consejero admirable”, “Dios poderoso”, “Padre sempiterno”, “Príncipe de la paz” (Is 9, 1-3. 5-6). Ayudémonos unos a otros para reconocer el motivo de nuestra alegría, con los signos de nuestra fraternidad y amistad.

Con el salmo 95 hoy hemos cantado: “Hoy nos ha nacido el Salvador”. Todo el salmo es una insistente invitación al regocijo, pero hemos de darnos cuenta de que este Niño viene para gobernarnos, y ojalá que lo dejemos gobernar para que la política sea en verdad la más alta forma de la caridad, y nunca más el espacio para buscar el poder y la riqueza personal; que lo dejemos gobernar para que haya paz en el mundo, y para que la vida humana se respete en su dignidad desde el primer momento de su concepción, hasta el último momento de su muerte natural. “Dice el salmo: Regocíjese todo ante el Señor, porque ya viene a gobernar el orbe. Justicia y rectitud serán las normas con las que rija a todas las naciones”.

San Pablo, en su Carta a Tito, tiene en cuenta la manifestación del Hijo de Dios en carne humana, y que ahora vivimos esperando su segunda venida. Eso no lo debemos de olvidar, lo cual supone, como dice él: “Renunciar a la irreligiosidad y a los deseos mundanos, para que vivamos, ya desde ahora, de una manera sobria, justa y fiel a Dios” (Tito 2, 11-14). Celebrar la memoria de la primera venida de Cristo, ha de estimularnos en nuestra espera comprometida y fiel de su regreso en su segunda venida para juzgar al mundo.

Luego el santo evangelio, según san Lucas, que hemos escuchado, nos trae el bellísimo pasaje que narra el nacimiento de Cristo. La primera parte nos habla del censo que mandó hacer el César, para que cada uno se fuera a empadronar a su pueblo natal, y no crean que estas líneas tienen poca importancia, ya que ubica el nacimiento de Jesús en la historia humana, como lo que es, como un hecho histórico real, no como un cuento de hadas.

Por otra parte, esto nos da la explicación de por qué Jesús fue a nacer en Belén, cumpliendo la Escritura que dice: “Y tu Belén, aunque eres la pequeña entre las familias de Israel, de ti me saldrá el que ha de ser gobernante de Israel” (Mt 2, 6). Recordemos que luego algunos no creían que Jesús fuera el Mesías, pues pensaban que había nacido en Nazaret.

No despreciemos nuestra historia, ni la personal, ni la familiar, ni la de nuestra Patria o del mundo, porque la historia es el espacio para la salvación de Dios, y todo lo que acontece, aunque nos parezca absurdo y malo, tiene un lugar dentro del maravilloso plan de salvación de Dios. No reneguemos de la historia.

El hecho de que José cumpliera con este mandato del César es una muestra de obediencia a las autoridades civiles. Tal vez muchos desobedecieron este mandato, pero José estaba convencido de que toda autoridad viene de Dios, y que si cada uno hiciera su voluntad, la convivencia social terminaría siendo un total caos. Obedecer a quien tiene la autoridad es obedecer al mismo Dios.

Durante esta pandemia, las autoridades han dado unas órdenes importantes para evitar los contagios, y esas órdenes, que buscan el bien de todos, han sido desagradables y hasta dolorosas. Muchos las hemos obedecido, y algunos no lo han hecho. Ojalá que todos los cristianos comprendamos que todas ellas nos deben obligar también desde nuestra fe. Usar cubrebocas al salir de casa, guardar la sana distancia y cumplir todas las demás normas es amar a los demás y amarse a sí mismo.

Luego narra san Lucas que, en Belén, María dio a luz a su Hijo y lo colocó en un pesebre, “porque no había lugar para ellos en la posada”(Lc 2, 7). En los últimos diez años se han desbordado las migraciones en el mundo, siendo millones de seres humanos los que se han visto, y en nuestro Continente Americano son sobre todo venezolanos, haitianos y hondureños, añadiendo recientemente africanos, orientales y cubanos, que pasan por nuestro México tratando de alcanzar el sueño americano. Muchos de ellos no lo alcanzarán, mientras que todos los demás tendrán que sufrir un camino muy penoso, pasando tantas noches sin encontrar posada.

Recordemos que la palabra “Belén”, significa “Casa del pan”, y al haber puesto al Niño en el pesebre, María y José estaban profetizando, aún sin saber, que Jesús sería el Pan de Vida. El pesebre es el lugar donde las ovejas pueden alimentarse, y el alimento de todos los creyentes de Cristo, será él mismo que se nos dio en la última cena, antes que en la cruz, y que mandó a sus discípulos hacer lo mismo en memoria suya. Por eso me gusta pensar que las manos de un sacerdote se convierten en un pesebre, donde Jesús, el Pan de Vida, se nos ofrece como alimento.

El anuncio de los ángeles a los pastores nos trae realidad y simbolismo. Realidad, porque en verdad históricamente ellos fueron los primeros en recibir el anuncio del nacimiento de Jesús; pero simbólicamente los pastores del relato representan a los pastores de la Iglesia de todos los tiempos; y como los pastores eran muy pobres, también los pastores simbolizan a los pobres de este mundo, que son los primeros para Dios y han de ser los primeros para nosotros.

Después de transmitir su mensaje a los pastores, al ángel se unió un gran coro de ángeles que cantaban un himno, que no deja de escucharse en la Iglesia: “¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!” (Lc 2, 13-14). Demos gloria a Dios todos los días, ante todo con nuestras obras de amor y de justicia.

Dios nos conceda que el próximo año sí podamos volver a reunirnos con familiares y amigos, como siempre lo hemos hecho, pero que no olvidemos las grandes enseñanzas que esta pandemia nos está dejando, para celebrar con más austeridad, y nunca más olvidar al festejado: ¡Nunca más una Navidad sin Dios!

¡Sea alabado Jesucristo, nacido para nuestra salvación!

 

+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán

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