HOMILÍA
XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Ciclo C
Ecl 1, 2; 2, 21-23; Col 3, 1-5. 9-11; Lc 12, 13-21.
“Eviten toda clase de avaricia” (Lc 12, 15).
Ki’óolal lake’ex ka t’aane’ex ich maya, kin tsik te’ex ki’imak óolal yéetel in puksi’ikal. U T’aan Yuum Ku’ bejla’e’ ku ya’alik to’on kabet kaxtik le ba’alo’ob ka’aná, ma’ le ba’alo’ob yan lu’umo’. Bejla’e’ u kiinil Kili’ich Cura de Ars, u yuumil le Aj Kiino’obo’, ko’onex payalchi’ ti’olal u láakal yuum kiino’on u ti’al u betko’ob sáansamal u kuxtalo’ob je’el bix Cristo.
Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor, en este domingo decimo octavo del Tiempo Ordinario; 4 de agosto, día de San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, patrono de todos los sacerdotes del mundo. Es buena ocasión para que saluden a su sacerdote y sobre todo de ofrecer la Santa Misa por él, pidiendo que todos nuestros sacerdotes sean santos.
La primera lectura de hoy, tomada del libro del Eclesiastés llamado también Qohélet, puede dejarnos un sabor un tanto pesimista con su frase: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Ecl 1, 2). El pensamiento del mundo nos invita a ser entusiastas, a buscar el éxito y la perfección en todo lo que hacemos, sin embargo esta palabra parece querer desanimarnos.
Hoy en día son todo un arte las charlas motivacionales que se dan en muchas empresas, que quieren mover a que los trabajadores den lo mejor de sí mismos tanto en el desempeño de su trabajo como en su atención al cliente. Hay oradores que realmente mueven y conmueven a quienes los escuchan hablar con tanto optimismo en la búsqueda del éxito. Tales oradores suelen cobrar altas tarifas por unas horas de motivación. También nos hemos dado cuenta de que, algunos de estos motivadores no muestran tanta congruencia en su vida personal, incluso de algunos casos en que llegan a perder del sentido de la vida y atentan contra ella.
Como hombres y mujeres de fe, esta afirmación del Qohélet va más en la línea de no absolutizar las cosas de este mundo, pues son pasajeras y no sabemos cuándo ni a quién las vamos a dejar. En palabras del texto se dice: “Hay quien se agota trabajando… y tiene que dejárselo todo a otro que no lo trabajó” (Ecl 2, 21). También el Salmo 89 que hoy proclamamos, nos invita a darnos cuenta de la caducidad de esta vida al decirnos: “Nuestra vida es tan breve como un sueño; semejante a la hierba, que despunta y florece en la mañana y por la tarde se marchita y se seca”.
Aunque nuestra vida continúe un poco más de tiempo, lo que tengo hoy puedo no tenerlo mañana; esto podríamos entenderlo como una invitación para gozar la vida hoy, sin dejar todo lo que es relación, familia, amistad, diversión, descanso y vacación para después. Por supuesto que esto no es una invitación a dejar de trabajar o de proponernos metas, sino más bien a relativizar todo, sin poner en ello todo nuestro corazón, sabiendo que todo puede ser efímero: hoy tenemos mucho y mañana no tenemos nada, pero no por eso hay que perder la paz.
En el santo evangelio de hoy, Jesús se incomoda porque un hombre medio de una multitud, le pide a Jesús que intervenga para que su hermano comparta con él la herencia que sus padres le dejaron. Seguramente quien se quedó con la herencia era el hermano mayor, que en Israel tenía todas las prerrogativas o privilegios. Este tema es clásico motivo por el cual se dividen las familias hasta el día de hoy.
Ojalá nos quedara claro a todos que no hay mayor riqueza que la unidad de la familia, por lo que ninguna cantidad de dinero puede suplir el abrazo de un hermano, ni la convivencia con un sobrino. Que se pierda lo que se deba perder, pero que todos ganemos en la unidad familiar. En todo caso, no es adecuado querer meter a Dios en asuntos de justicia, que para eso están los jueces humanos.
No faltemos el respeto al Señor queriendo que esté con mi equipo preferido de futbol o en otros asuntos banales. Dios no es árbitro de juegos ni juez en temas de herencias, pero Él espera de nosotros que procedamos con justicia, que no seamos los injustos, que no nos amarguemos por las injusticias que nos cometan y que pongamos los valores superiores por encima del dinero y otros bienes materiales.
Jesús continúa en el evangelio de hoy invitándonos a evitar toda clase de avaricia, a hacernos ricos de lo que vale ante Dios, teniendo presente que en cualquier momento el Señor nos puede llamar a su presencia.
Aunque de ordinario la segunda lectura no coincide con el tema del Evangelio y de la primera lectura, en este domingo sí tenemos una gran coincidencia, cuando san Pablo dice a los colosenses, al mismo tiempo que Dios nos dice hoy a nosotros: “Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra” (Col 3, 1-2).
San Pablo invita también a “dar muerte” a todo lo malo que haya en nosotros: la fornicación, la impureza, las pasiones desordenadas, los malos deseos y la avaricia, pero resaltando además que la avaricia es una forma de idolatría (cfr. Col 3, 5). Recordemos que en una de las tentaciones del desierto, el diablo lleva a Jesús a un monte muy alto y le muestra todas las riquezas del mundo, diciéndole: “Todo esto te daré si te postras y me adoras” (Mt 4, 9; Lc 4, 6). También se puede idolatrar a una persona, además de que existen otras formas de idolatría, siendo la mayor y más común de todas la avaricia, que nos lleva a perder la fe, a perder a las personas y a todos nuestros valores, por anteponer nuestro amor al dinero.
Hoy termina el Pre-Seminario de los jóvenes que, desde el miércoles pasado y hasta hoy, se han preparado para ingresar al nuevo Curso Introductorio del Seminario Mayor. También hace quince días se tuvo el Pre-Seminario para los que van a ingresar al Seminario Menor. Oremos por todos ellos para que el Señor les conceda el don de la perseverancia.
Los invito a seguir rezando con la oración del VII Congreso Eucarístico Nacional:
Jesús, Señor de la vida y de la historia, gracias por la oportunidad que das al pueblo mexicano de celebrar un nuevo Congreso Eucarístico Nacional.
Queremos responder a la voz del Padre que nos dice: “Pueblo de Dios, levántate y come, el camino es largo”.
Gracias por llamarnos a ser tu pueblo, sobre todo cuando nos reunimos en torno a ti en la Sagrada Eucaristía.
Gracias por el pan de tu Palabra que nos dice: “¡Levántate! mi pueblo no puede estar postrado”.
Gracias, porque con tu Cuerpo y tu Sangre nos alimentas para ser pueblo peregrino siempre en marcha.
Señor Jesús, el camino de México se hace largo, son muchos los retos que tenemos por delante: respetar y promover la vida desde el seno materno; fortalecer a nuestras familias, para que se vayan conformando de acuerdo al plan de Dios; trabajar por una sociedad más justa; cuidar la casa común.
Por eso te pedimos, los que creemos que realmente estás presente entre nosotros, sobre todo en la Eucaristía, que recibamos abundantes gracias para que cada bautizado madure en la fe, fortifique su esperanza, y con caridad fraterna participe activamente en la construcción de tu Reino en nuestra Patria.
Que en el VII Congreso Eucarístico Nacional, cada Iglesia Particular de México, responda a tu llamada que nos dice: “Pueblo de Dios, levántate y come, el camino es largo”. Santa María de Guadalupe, esperanza nuestra, salva nuestra Patria y conserva nuestra fe. Amén.
Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!
+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán