Homilía con mensaje de paz para Tekit, Yucatán

HOMILÍA
IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
Ciclo C
Mal 3, 1-4; Heb 2, 14-18; Lc 2, 22-40.

 

Homilía de Mons. Pedro S. de J. Mena Díaz, con un mensaje de paz y compromiso social, de parte del Sr. Arzobispo, Mons. Gustavo Rodríguez Vega, dirigido a la comunidad de Tekit, Yuc.

 

Hermanos de este muy querido pueblo de Tekit, vengo en nombre del Sr. Arzobispo, Dn. Gustavo Rodríguez Vega, a traerles un mensaje de esperanza. Pues la esperanza no defrauda, como nos ha recordado el Papa Francisco en la bula de convocación del Año Santo que estamos viviendo con el lema: “Peregrinos de Esperanza”.

En este día en que celebramos la fiesta de la Presentación de Jesús en el templo, fiesta de la Candelaria, que al celebrarse a los cuarenta días de la fiesta del nacimiento de Cristo, es un eco de la fiestas navideñas que clausuramos hace tres semanas; permítanme darles un mensaje con los cánticos de los personajes que están relacionados con la venida de Cristo.

El Cántico de Zacarías (papá de Juan Bautista) que dice: “Por la misericordia entrañable de nuestro Dios llegará hasta nosotros una luz que viene de lo alto, para iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte, y dirigir nuestros pasos por un camino de paz” (Lc 2, 78-79).

El Cántico de la Virgen María que dijo: “Todas las generaciones me llamarán dichosa… Y su misericordia -la de Dios Poderoso- llega a sus fieles de generación en generación, Él hace proezas con su brazo, dispersa a los de soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos, y enaltece a los humildes” (Lc 2, 48b. 50-52).

El Cántico de san José (quien habla no con palabras, sino con actitudes): “Hizo lo que le había dicho el ángel del Señor” (Mt 1,24).

El Cántico de Simeón que dice: “Este Niño provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones” (Lc 2, 34).

Hoy en el pasaje del evangelio que se ha proclamado para iluminar esta fiesta de la Presentación de Jesús en el templo, fiesta de la Candelaria, vemos que la Palabra de Dios se realiza plenamente. Veamos.

 

Con el Cántico de Zacarías, reflexionamos:

La luz que viene de lo alto para iluminar a los que habitan en tinieblas y en sombras de muerte. Jesús es la luz; así lo ha proclamado con espíritu profético el anciano Simeón: “Luz para alumbrar a las naciones”. ¿Que necesitamos en estos momentos de crisis, de confusión, de perplejidad, de dolor, de impotencia?, Necesitamos luz, y necesitamos la luz de Jesús, que como anunció en su cántico Zacarías, padre de Juan Bautista, Jesús es luz que ilumina las tinieblas, las sombras de muerte, que es lo que ahora sentimos, lo que spercibimos acá en este pueblo de Tekit, por lo acontecimientos que recién hemos vivido.

Una luz muy especial de Jesús la podemos encontrar precisamente en el himno que compuso en esta misma iglesia el Pbro. Leoncio Rivera: “Yucatán… reverente se inclina a ti, Cristo Rey inmortal, Cristo Dios.” Hoy podemos preguntarnos, ante la pervivencia de las 40 horas en esta parroquia que con tanta devoción se celebra año con año, ¿realmente nos seguimos inclinando desde el corazón ante “Cristo Rey inmortal, Cristo Dios”?

Creo que le respuesta es que sí, nos inclinamos ante Jesús Eucaristía, pero surge otra pregunta, ¿cuántos en verdad en esta villa tienen al centro a Jesús? ¿Qué porcentaje se han apartado de Jesús? Porque la Eucaristía es el sacramento del amor de Dios por nosotros, del amor totalmente entregado por nosotros.

En la Eucaristía se presenta el sacrificio de Cristo por nosotros, el sacrificio que ofreció, porque nuestra vida, es tan valiosa que, para rescatarnos, no había otro modo de pagar tan alto precio, que ofreciéndose él mismo en la Cruz. Por lo tanto, este pueblo que desde la fe se distingue por ser Eucarístico, nos tiene que llevar a valorar la vida de todos, de aquel que tenemos enfrente, al lado, cercano o lejano de nuestra vida.

Pero tristemente ahí donde la droga adormece las conciencias, ahí no puede iluminar Jesús, por eso hoy pedimos que este flagelo que se vive en nuestro estado sea eliminado para que la luz de Jesús llegue a todos los corazones.

 

Con el Cántico de la Virgen María, reflexionamos:

La Virgen dice que todas las generaciones la conocerán, la amarán, la reverenciarán, por su fidelidad a su Hijo Jesús. Que la misericordia de Dios llega de generación en generación. Revisemos hermanos si en las nuevas generaciones de nuestras familias se ha mantenido la transmisión de la fe, la que recibimos de nuestros padres y abuelos.

Porque es muy triste constatar que los niños sean testigos de tantas violencias, en la calle y al interior de las mismas familias, o que las familias no vigilen lo que sus hijos están viendo en las redes sociales, en el internet o en la televisión. Lo más triste es que desde pequeños, al ser testigos de actos violentos se hagan insensibles. Estas situaciones ponen en peligro la salvación misma que Jesús vino a traernos.

El Papa Pio XII dijo después de contemplar la barbarie de la Segunda Guerra Mundial que, “El pecado del siglo es la pérdida del sentido de pecado”. Este puede ser un efecto grave para este santo pueblo de Tekit ante lo que ha pasado; que perdamos el sentido de pecado, que veamos el mal como algo “normal”. Por favor hermanos no nos hagamos insensibles.

La Virgen también dijo en su cántico, que Dios tiene un brazo poderoso, que dispersará a los soberbios, a los que se siente poderosos. Hermanos no lo dudemos, Dios ha triunfado sobre el mal, lo ha vencido en la Cruz que vivió su Hijo amado Jesús y ha resucitado. Ha vencido y todos nosotros los bautizados hemos muerto con Cristo y hemos resucitado con Él. Pero es posible que incluso los que inducen y provocan el mal, a pesar de ser bautizados, quizá no sean conscientes y por eso provocan el mal.

Por eso tenemos que recordar a María quien nos dice que Dios derriba a los poderosos. La Virgen nos da ejemplo de como vencer al mal, nos pide humildad, lo que ella misma vivió, lo que vivió san José, lo que vivió san Antonio de Padua, porque los verdaderos humildes solo piensan hacer el bien, y así se pone en práctica lo que dice san Pablo “No te dejes vencer por el mal, antes bien vence al mal con el bien” (Rm 12, 21).

Tengamos el corazón humilde de los ancianos Simeón y Ana, que se propusieron conocer a Jesús plenamente, incluso tomarlo en sus brazos, antes de morir.

 

Con el Cántico de San José, reflexionamos:

En realidad, san José cantó en silencio su fidelidad a Dios, sus dudas las meditó en su corazón, con la noticia del embarazo de María. Como era un hombre justo, de los que necesitamos hoy en día, pensó en tomar la decisión que menos dañara a su esposa. Con el corazón bueno que tenía, logró conciliar el sueño, lo que Dios aprovechó para revelarle la grande misión que se le encomendaba, ser ni más ni menos que el padre oficial de Jesús acá en la tierra, porque en la tradición de los judíos, quien pone el nombre es el padre legal.

Entonces su cántico no es con palabras sino con acciones: “hizo lo que le había dicho el ángel del Señor”. Por eso hoy lo encontramos en el templo con su esposa y su hijo cumpliendo como buen padre de familia, como jefe de una familia que sabía realizar lo que prescribía su religión, y que, al ofrecer dos palomas, expresan que es una familia pobre, en la que se manifestará la salvación para todos.

Hermanos, pidamos hoy a san José que nos ayude a que no haya un solo padre de familia que se despreocupe de sus hijos, que no haya un solo padre de familia que permita que sus hijos se vuelvan vagabundos, que como José y María, cuando Jesús se perdió a los doce años, se angustiaron y no dejaron de buscarlo hasta encontrarlo.

 

Con el Cántico de Simeón, reflexionamos:

Jesús no deja a nadie indiferente. Provoca contradicción, unos lo seguirán y otros no. Nosotros, hermanos, confirmemos una vez más que Jesús es nuestro salvador, que fuera de él no hay salvación. Hagámoslo con sinceridad porque lo que hay en nuestro corazón Dios lo sabe.

Por lo cual, que estos momentos de tinieblas que han ensombrecido a nuestro pueblo, con la autenticidad de una vida fraterna, con un amor sin doblez, con deseo que haya una verdadera paz, que nos propongamos lo que escucharemos en el Prefacio de la Reconciliación, que dice: “Que la venganza de paso a la indulgencia”.

Concluyo con esta cita del Papa Francisco al convocar este Año Santo que estamos viviendo:

También necesitan signos de esperanza aquellos que en sí mismos la representan: los jóvenes. Ellos, lamentablemente, con frecuencia ven que sus sueños se derrumban. No podemos decepcionarlos; en su entusiasmo se fundamenta el porvenir. Es hermoso verlos liberar energías, por ejemplo, cuando se entregan con tesón y se comprometen voluntariamente en las situaciones de catástrofe o de inestabilidad social. Sin embargo, resulta triste ver jóvenes sin esperanza. Por otra parte, cuando el futuro se vuelve incierto e impermeable a los sueños; cuando los estudios no ofrecen oportunidades y la falta de trabajo o de una ocupación suficientemente estable amenazan con destruir los deseos, entonces es inevitable que el presente se viva en la melancolía y el aburrimiento. La ilusión de las drogas, el riesgo de caer en la delincuencia y la búsqueda de lo efímero crean en ellos, más que en otros, confusión y oscurecen la belleza y el sentido de la vida, abatiéndolos en abismos oscuros e induciéndolos a cometer gestos autodestructivos. Por eso, que el Jubileo sea en la Iglesia una ocasión para estimularlos. Ocupémonos con ardor renovado de los jóvenes, los estudiantes, los novios, las nuevas generaciones. ¡Que haya cercanía a los jóvenes, que son la alegría y la esperanza de la Iglesia y del mundo! (Spes non confundit, n. 12).

Hermanos, seamos de verdad peregrinos de esperanza, pues la esperanza no defrauda.

 

+ Pedro S. de J. Mena Díaz
Obispo Auxiliar de Yucatán

 

Momento de Oración y Adoración al terminar la Santa Misa.
Ante Jesús Eucaristía, se tuvo un momento de adoración a Jesús, y se reflexionó con la oración que el ángel les enseñó a los pastorcitos de Fátima: “Señor, yo creo, adoro, espero y amo, te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no aman”. Se concluyó con la bendición del Santísimo Sacramento.

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