Homilía en la peregrinación de la Arquidiócesis de Yucatán a la Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe

 

HOMILÍA
EN LA PEREGRINACIÓN ANUAL
DE LA ARQUIDIÓCESIS DE YUCATÁN
A LA INSIGNE Y NACIONAL BASÍLICA
DE SANTA MARÍA DE GUADALUPE
Is 61, 10-11; Lc 1, 26-38.

 

Santa María de Guadalupe:
Sentimiento y Palabra de nuestro pueblo mexicano

 

Excmo. Sr. Arzobispo Dn. Gustavo Rodríguez Vega, gracias por su deferencia a mi persona al dejar en mis manos la homilía de esta ocasión tan solemne, en esta fecha tan especial para nuestra arquidiócesis. Gracias por darme la oportunidad de poner en manos de la santísima Virgen de Guadalupe y de san Juan Diego, a unos cuantos días de mi ordenación, mi próximo ministerio como obispo auxiliar de Yucatán, como lo hizo en 1979 aquí mismo san Juan Pablo II a los pocos días de su elección como Papa. Dentro de los muchos regalos que he recibido previos a la ordenación, sobre todo con tantos ramilletes espirituales, éste es el que los corona.

Saludo con particular afecto a Dn. Emilio Carlos Berlie Belauzarán; arzobispo emérito.

Hermanos sacerdotes, hermanos diáconos, hermanos religiosos y hermanas religiosas. ¡Pueblo bendito de Yucatán!

Santa María de Guadalupe es “Sentimiento y Palabra” de nuestro pueblo mexicano.

 

Meditemos sobre por qué es Sentimiento.
“El ángel del Señor anunció a María…”, son las palabras con las que empieza el rezo del Ángelus. Hoy nos lo ha recordado el Evangelio. ¿Cuáles fueron los sentimientos de María en esos momentos?

Encontramos en la primera lectura que hemos escuchado, tomada del profeta Isaías, que los sentimientos que inundaban el corazón de la Virgen eran de alegría y gratitud en el Señor, sentimientos que María expresó ante su prima Isabel: “Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador” (Lc 1, 47). María se inspiró probablemente apoyada en estas profecías de Isaías que muchas veces habría recitado y meditado.

 

Meditemos por qué María es Palabra.
Pensemos por un momento que el tono del diálogo entre el ángel y María, estaría muy lejos del tono de la voz de Dios que escuchó Abraham o que escuchó Moisés: una voz fuerte, gruesa, con volumen alto, con eco, que estremecía al escucharla.

Ciertamente que el tono de voz entre el ángel y María fue más dulce. Fueron dulces aquellas palabras: “Yo soy la esclava de Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38); “Tu padre y yo te hemos estado buscando” (Lc 2, 48); “Hagan lo que les diga” (Jn 2, 5).

¿Cómo escuchó Juan Diego las palabras dulces de la Virgen en este lugar del Tepeyac? “Escucha, hijo mío el menor, Juanito, ¿a dónde te diriges?” Si se dice que María es el rostro amoroso de Dios, yo digo que también es la voz dulce de Dios, porque Dios nos habló por medio de los labios de María.

Hoy, encabezados por nuestro arzobispo Dn. Gustavo Rodríguez Vega, y acompañados por Dn. Emilio Carlos Berlie, arzobispo emérito, por sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosas, venimos una vez más a este encuentro entre una Madre y sus hijos, “boxitas” y “boxitos”.

Venimos a este lugar donde de manera dulce nos habló la Virgen en la persona de Juan Dieguito pidiéndole: “Mucho quiero, mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada en donde lo mostraré, lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto”.

María habla nuestro idioma para que comprendamos bien el plan que Dios le mandó realizar en estas tierras; hace accesible la voluntad de Dios para que no tengamos pretexto.

Hoy todos somos “Juanito”, “Juan Dieguitos”. Hoy escuchamos la voz cariñosa de Dios en palabras salidas de los labios de una Madre amorosa, que expresa en diminutivo el afecto de su corazón. Hoy nos llama y nos dice: “Gustavito, Emilito, Jorgito, Joseíto, Carmita, Chepita, Socorrito, Huachito, Panchito, Toñito, Silvita”, etc. etc. A cada uno nos trata como a niños necesitados de una palabra que nos haga sentirnos abrazados. María de Guadalupe utiliza una estrategia de amor para atraernos hacia su Hijo, por eso pidió la “casita sagrada”, para mostrarlo, ensalzarlo, ponerlo de manifiesto.

Así como en Nazareth, como en México, como en Izamal y en tantos otros lugares donde se ha manifestado, María sigue saliendo a nuestros caminos. A Juan Dieguito le preguntó: “¿A dónde te diriges?” Juan Dieguito le contestó: “Mi Señora, Reina, Muchachita mía, allá llegaré, a tu casita de México Tlatilolco, a seguir las cosas de Dios que nos dan, que nos enseñan quienes son las imágenes de nuestro Señor: nuestros sacerdotes”.

 

Aprendamos también de Juan Dieguito.
Yo encuentro en su respuesta tres enseñanzas.

Primera enseñanza. Llama la atención la manera como se dirige a la Virgen: “Mi Señora, mi Reina, Muchachita mía”. A la voz dulce de María, Juan Diego responde de la misma manera: “con cariño”. “Amor con amor se paga”, dice el dicho.

El papa Francisco nos invitó a la “Revolución de la Ternura”, nos dijo que no tengamos miedo a la ternura, que seamos la ternura de Dios. Pensemos entonces: ¿Cómo son nuestros diálogos?, ¿cómo son los diálogos entre los esposos?, ¿entre padres e hijos?, ¿entre pastores y ovejas?, ¿entre párrocos y vicarios?, ¿en el centro pastoral?, ¿entre los miembros de los grupos apostólicos?, ¿nos tratamos con ternura?

El papa Francisco en su visita a México habló de la “cariñoterapia”. ¡Pongámosla en práctica! Como obispo tendré muy presente esta lección, pues si queremos propiciar muchos diálogos afectuosos y constructivos, tendré que buscar que se refleje la ternura de Dios.

Segunda enseñanza. San Juan Diego sabía la importancia de la preparación doctrinal. De Cuahutitlán a Tlatelolco hay varios kilómetros y Juan Diego caminaba para aprender la Palabra de Dios, se esforzaba por vencer distancias con tal de conocer la voluntad de Dios. ¡Qué gran enseñanza nos deja Juan Diego!

Y nosotros ¿qué esfuerzos hacemos para conocer la Palabra de Dios?, ¿ponemos todo nuestro empeño para profundizar en la doctrina de la Iglesia?, ¿los papás son verdaderamente los principales catequistas de sus hijos, respondiendo al compromiso que hicieron cuando llevaron a sus hijos a bautizar?, ¿los catequistas dedican tiempo para seguirse preparando, semana tras semana?, ¿cómo nos preparamos espiritual y catequéticamente para venir a esta peregrinación?

Hermanos: que esta peregrinación nos haga desear estar preparados para ir fortificando nuestra fe, pues “no resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones…” Nuestra mayor amenaza “es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad” (DA 12). Este texto tomado del discurso del Papa Benedicto XVI, cuando como cardenal estuvo en Guadalajara en 1996, es el que ha inspirado mi lema episcopal: “Nuestra fe es la que vence al mundo” (1 Jn 5, 4). Por eso hermanos, como obispo, una prioridad en mi labor pastoral será que imitemos a san Juan Diego en su dedicación a conocer para crecer y madurar en nuestra fe.

Tercera enseñanza. Esta va de manera especial a nosotros los pastores. Hermanos diáconos, sacerdotes, obispos y arzobispos, Juan Diego aprendió que los sacerdotes de su tiempo eran “imagen de nuestro Señor”. ¿Y nosotros, nos atreveríamos a correr el riesgo de preguntarle a nuestros feligreses, a nuestro pueblo, si somos imagen de nuestro Señor?

Al renovar el Sr. Arzobispo Dn. Gustavo, mi cargo como Vicario Episcopal del Clero, me comprometo con ustedes diáconos, presbíteros y arzobispos a seguir siendo hermano y compañero de camino, para que juntos sigamos trabajando hasta que Cristo se forme en nosotros, para que nuestro pueblo pueda decir: “son imagen de nuestro Señor”.

 

¿A dónde nos dirigimos?
Hoy, como en su tiempo a san Juan Diego, la Santísima Virgen nos pregunta: “México ¿a dónde te diriges?” Y nosotros le respondemos: “Este México que nació de tu regazo hoy tiene luces y sombras con tanta violencia, con tanta falta de respeto a la vida, con tanta corrupción. Madre del verdadero Dios por quien se vive, México tiene que rezar, pero no solo rezar, hay que educar para la paz, hay que enseñar el valor de la vida, hay que dar testimonio de que la vida está llamada a trascender y por ello te pedimos Madre, que cuides a nuestras familias, para que sean verdaderas escuelas de vida y amor, para que sigan el modelo de la Sagrada Familia de Nazareth, para que los hijos crezcan como Jesús, en estatura y sabiduría delante de Dios y de los hombres”.

Y la Virgen nos pregunta a nosotros yucatecos: “¿A dónde te diriges Yucatán?” Y le respondemos: “Según la actualización del diagnóstico de nuestro Plan Diocesano de Pastoral, Yucatán experimenta la irrupción y el predominio de una mentalidad claramente antievangélica que se impone a través de la cultura y los medios de comunicación social, que daña el tejido social, propone nuevos modelos de familia y de construcción de identidad personal, y está transformando su manera de vivir, convivir y expresarse como sociedad en la búsqueda del bien común. Sin embargo, somos el 81% de católicos que te ofrecemos a ti, ‘Estrella de la Evangelización’, trabajar fuertemente para que el rumbo de Yucatán esté de acuerdo con el Plan de Dios”.

Y todavía nos pregunta: “¿A dónde te diriges Iglesia de Yucatán?” “Nos dirigimos a construir la Iglesia Comunión, la Iglesia que soñamos en la actualización del Plan Diocesano de Pastoral, en la que congregada y conducida por el Espíritu Santo con la guía del arzobispo, el obispo auxiliar y sus presbíteros en la caridad del Buen Pastor, viva la comunión en familia, pequeña comunidad, parroquia y diócesis, donde cada persona y grupo expresa y aporta su originalidad al participar en la misión evangelizadora de toda la comunidad, de modo ordenado y saliendo al encuentro de todos”.

“Hoy ponemos en tus manos, Virgen Madre de Guadalupe, el proceso de actualización que llevaremos a cabo de septiembre de este año a mayo del 2018, proceso en que el pueblo de Dios que peregrina en Yucatán podrá aportar sus ideas, su experiencia, sus deseos de conocer y hacer la voluntad de Dios en nuestra tierra”.

Hermanos yucatecos, Dios nos sigue hablando hoy con dulzura, porque sigue confiando en nosotros y sabe que, ante la voz de nuestra Madre, estaremos atentos a lo que Ella nos diga.

Hoy de manera especial ante la cercanía de mi ordenación episcopal, le digo a nuestra Niña, nuestra Muchachita, que vuelva a mí esos ojos misericordiosos y que siempre me muestre a Jesús fruto bendito de su vientre, para que nunca pierda el camino y sea un incansable y fiel servidor de su pueblo en el ministerio para el que he sido elegido.

Y ahora les invito hermanos a que con amor, ternura y devoción le digamos a nuestra madre: “Ruega por nosotros, santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de nuestro Señor Jesucristo. Amén”.

 

Pedro S. de J. Mena Díaz
Obispo Auxiliar Electo de Yucatán

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