Mensaje Episcopal con Motivo de la Cuaresma 2018

MENSAJE PARA LA CUARESMA 2018

“No tentarás al Señor tu Dios” (Mt 4, 7).

Muy queridos hermanos y hermanas, ha llegado el santo tiempo de la Cuaresma. Todos sabemos que la Cuaresma es el camino hacia la Pascua, un tiempo en que la Iglesia nos invita a reflexionar, orar, ayunar y ofrecer otros sacrificios que nos ayuden a vencer las tentaciones.

No solamente en el tiempo de Cuaresma, sino siempre, nos conviene vivir con un poco más de austeridad. Si le damos a nuestro cuerpo todo lo que nos pide, de alguna forma nos hará daño. Es importante la austeridad para la vida cristiana. Esto es, privarnos de lo que conviene, pues no todas cosas que aparecen en una pantalla conviene verlas, hay que discernir para decir: “esto sí, esto no”. Los padres de familia hacen esto para con sus hijos, pero también los adultos debemos hacerlo por nosotros mismos. Nadie es tan adulto que no sea dañado por ciertas imágenes que no nos convienen. Debemos ayunar también en las imágenes que se nos presentan, y vivir la austeridad para enriquecer nuestro espíritu y saberle decir “no” al pecado.

En la Cuaresma recordamos cómo Jesús fue tentado por el demonio antes de iniciar su misión, aunque siempre él fue tentado y siempre fue vencedor. No tengamos miedo de las tentaciones, pues es normal que seamos tentados. Somos humanos y mientras vivamos, tendremos tentaciones. San Agustín hablaba de las tentaciones en forma positiva, porque decía que no puede ser vencedor quien no ha entrado en la lucha; y no se puede entrar en la lucha si no hay un enemigo. Hay que luchar y vencer, para entonces podernos gloriar y recibir la corona que nos espera.

La vida cristiana no es gratuita, las virtudes para conservarlas y aumentarlas, tienen que ser trabajadas, y superadas las tentaciones. Que nadie se asuste por las tentaciones porque Jesús las tuvo, pero nos enseñó cómo dominarlas. Debemos dominar la soberbia; recordemos que el Demonio le decía a Jesús: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo; porque está escrito: Dará órdenes a sus ángeles para que te lleven en brazos, de modo que tu pie no tropiece con ninguna piedra” (Mt 3, 6). Le proponía el Diablo a Jesús una entrada espectacular para iniciar su ministerio y Jesús quiere iniciarlo en la sencillez, para que la gente vaya descubriendo poco a poco la grandeza de ese hombre que les predicaba. Es así como rechaza Jesús esa tentación.

Otra tentación que le pone el Demonio es la del dinero, y le dice: “Todo esto te daré”, mostrándole todos los reinos del mundo, “si te postras y me adoras” (Mt 3, 8-9). Sin duda Jesús no se postró delante del Diablo, jamás lo haría, pero tú lo podrías hacer, yo lo podría hacer o cualquiera de nosotros lo puede hacer; porque esa tentación significa el apego a los bienes materiales.

El Demonio tal como es presentado en algunas películas nos asusta, pero el Demonio real, no nos asusta; nos atrae, nos seduce, nos envuelve y sin darnos cuenta, ya estamos ahí. Por eso a tiempo debemos renunciar y decirle al Diablo, como Jesús le dijo: “Al Señor tu Dios adorarás y sólo a el servirás” (Mt 3, 10).

Y la otra tentación fue: “Manda que estas piedras se conviertan en panes” (Mt 3, 3). Ahí están todas las tentaciones sobre el placer. El mundo actual nos ofrece la idea de que todo se vale, de que todo es posible, de que tenemos derecho al placer si trabajamos y lo pagamos; sin embargo nos va a costar muy caro si nos dejamos llevar por ese pensamiento. La única forma de conservarnos íntegros para nuestra familia, para nuestra Iglesia y para la sociedad es el sabernos cuidar y dominar de los placeres que a todos se nos antojan; por eso hay que decirle al Demonio lo que Jesús le respondió: “No solo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 3, 4).

En alguna de estas tres formas somos tentados siempre. Somos tentados por la soberbia, el querer sobresalir por encima de los demás; somos tentados por los bienes materiales, el querer poseer a causa de la envidia, e incluso una persona pobre puede estar apegada a un bien que no valga mucho; el querer poseer está al alcance de todos como una grave tentación. Finalmente el placer, cuando queremos ir más allá del placer natural y caminar en los terrenos del pecado.

Tengamos el valor suficiente para oponernos al Demonio y para eso necesitamos vivir intensamente esta Cuaresma, que nos ofrece entonces la Palabra de Dios, así como la reconciliación como una oportunidad para confesarnos si no lo hemos hecho en otro momento del año. Esta es la oportunidad buena para orar con más intensidad y reflexionar en torno a lo que significa nuestra vida cristiana.

Vivamos intensamente nuestra Cuaresma para así podernos preparar a una santa Pascua, que no sea solamente recordar la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, sino celebrar nuestra propia resurrección por encima de las tentaciones. Que todos salgamos vencedores. Dios les bendiga.

+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán

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