Homilía Arzobispo de Yucatán – VII Domingo de Pascua, La Ascensión del Señor, 52° Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, Ciclo B

HOMILÍA
VII DOMINGO DE PASCUA
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

52º JORNADA MUNDIAL
DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES
Ciclo B
Hch 1, 1-11; Ef 1, 17-23; Mc 16, 15-20.

“El Señor Jesús, después de hablarles, subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios” (Mc 16, 19).

 

Ki’ óolal lake’ex ka t’ane’ex ich maya, kin tsik te’ex ki’imak óolal yéetel in puksi’ikal. Bejla’e’ kiimbensik u náakal Yuumtsil te’ ka’ano’, le óolale’ u T’aan Yuum Ku’ ku ya’alik to’on ba’ax le úuch yéetel ba’ax u wa’almaj Yuumtsil ka xíiko’on tse’ekte’.

 

Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre en esta solemnidad de la Ascensión del Señor. El pasado jueves se cumplieron cuarenta días desde la fiesta de la Pascua, y fue precisamente a los cuarenta días de su resurrección que Cristo ascendió a los cielos, por lo que en muchos lugares del mundo en esta fecha se celebró esta solemnidad; mientras que en México, al igual que en otras naciones, acostumbramos pasar la celebración al domingo para que nadie deje de participar en ella.

El jueves pasado fue la también la celebración del día de las madres; ojalá que todas las madrecitas de Yucatán hayan tenido un día muy feliz con las manifestaciones de cariño de sus hijos y nietos, lo mismo que de sus esposos.

En la solemnidad de hoy tenemos la feliz coincidencia de la celebración del 101º aniversario de las apariciones de la santísima Virgen María en Fátima. Felicidades a los sacerdotes y todos los miembros de la parroquia de Ntra. Sra. de Fátima; espero que todos sigamos el consejo de nuestra Madre, de rezar con el santo Rosario pidiendo la conversión de los pecadores.

La Ascensión del Señor a los cielos marca el final de las continuas apariciones del Resucitado a los Apóstoles, para que se dispongan y se preparen a recibir al Espíritu Santo, a ser partícipes del nacimiento de la Iglesia y a dar inicio a la obra evangelizadora. Después el Señor Jesús se apareció de nuevo eventualmente, como lo hizo en particular a Saulo, quien perseguía a los primeros cristianos y a quien convirtió en el apóstol que llevó el Evangelio a muchos pueblos, llegando a ser el gran maestro del cristianismo de todos los tiempos.

San Lucas después de escribir su evangelio, que es el tercero, escribió una segunda obra en continuidad con éste, se trata del libro de los Hechos de los Apóstoles del cual hoy escuchamos su inicio. Aquí san Lucas vuelve a dirigir su obra a “Teófilo” y los estudiosos de la Escritura dicen que tal personaje puede haber sido un obispo al frente de una comunidad cristiana; pudo haber sido también un cristiano amigo suyo o de cierto relieve en alguna comunidad; aunque también podíamos ser todos los creyentes en Cristo, ya que “Teófilo” significa “amigo de Dios”. Es así como Lucas se dirigía a todos los amigos y amigas de Dios de todos los tiempos. Independientemente de la intención que haya tenido este evangelista, la Palabra de Dios siempre es para todos.

El texto de hoy del libro de los Hechos de los Apóstoles, nos narra la Ascensión del Señor a los cielos. En otros idiomas se distingue entre la palabra “cielo” como espacio sideral, que en inglés por ejemplo se llama “sky”, y la palabra “cielo” como lugar espiritual donde habita Dios con sus ángeles y santos, que en inglés se dice “heaven”. Jesús delante de sus discípulos vuela al espacio físico, para indicar que se dirige al lugar donde está el Padre celestial.

Los discípulos todavía estaban confundidos pensando que el triunfo de Jesús se reducía al esperado triunfo político de los judíos sobre los romanos y sobre todos los paganos. Sin embargo Jesús les indica que deben permanecer unidos en la espera de recibir al Espíritu Santo, quien los fortalecerá para ser sus testigos “en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra” (Hch 1, 8).

Al quedarse ellos mirando fijamente al cielo buscando a Jesús que se alejaba de su vista, vienen dos hombres vestidos de blanco, que en realidad eran dos ángeles, los cuales les dicen: “Galileos, ¿qué hacen allí parados mirando al cielo?” (Hch 1, 11). Ese reclamo que implica la pregunta de los ángeles significa que la Iglesia nunca debe estar paralizada, porque la obra evangelizadora no deberá detenerse nunca. Además como expresión de la obra evangelizadora, no bastará rogar al Señor, sino que hay que ponernos a trabajar para que las cosas sucedan; como dice el dicho mexicano: “a Dios rogando y con el mazo dando”. Esto más aún en el orden eclesial y comunitario para trabajar, de modo que la justicia y la caridad se cumplan, al menos un poco aquí y ahora, como manifestación del Reino de Dios en nuestro tiempo.

Luego los ángeles les anuncian que Jesús regresará así como lo han visto macharse, por lo cual los cristianos continuamos con esta esperanza que no nos paraliza, sino que nos dinamiza para comprometernos con las necesidades del mundo, el cual ante todo necesita el reinado de Dios. Por ello deseamos que el Señor vuelva cuanto antes y esto se nota en cada Eucaristía cuando le decimos: “Anunciamos tu muerte y proclamamos tu resurrección: ¡Ven, Señor Jesús!”

El evangelio de hoy Según san Marcos, también presenta a Jesús antes de su Ascensión, enviando a los once diciéndoles: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado” (Mc 16, 15-16).

Jesús habla además de una serie de señales que acompañarán a los que hayan creído (cfr. Mc 16, 15-18): “Arrojar a los demonios”, significa en primer lugar, arrojar nuestros propios demonios que continuamente nos tientan; ayudar a otros a arrojar sus demonios mediante nuestra predicación y con nuestro testimonio; arrojarlos por el sacramento de la Reconciliación en el confesionario o también, arrojarlos mediante el exorcismo, (mismo que debe ser realizado por los ministros designados por el obispo, en ambientes muy discretos para evitar el morbo y la posible confusión de muchas personas, que creen ver el demonio por todas partes).

Luego les dice que hablarán lenguas nuevas, y esto se sigue cumpliendo con la catolicidad de la Iglesia que va a todos los pueblos y en todas las lenguas comunica la Buena Nueva del Evangelio. Y así promete Jesús: “Cogerán serpientes en sus manos”, lo cual ha sucedido alguna vez literalmente, pero que más bien significa dominar al demonio; lo mismo les dice: “y si beben un veneno mortal, no les hará daño”, lo cual ha sucedido también literalmente, pero sucede cada vez que vemos, escuchamos o sentimos algo inconveniente para la vida cristiana, de todo lo que abunda en el mundo de hoy. Si nos mantenemos firmes, nada nos hará daño con la gracia del Señor, aunque claro está, el veneno no hemos de beberlo por beberlo, sino más bien evitarlo mientras nos sea posible, alejándonos de las personas, sitios y situaciones inconvenientes para nuestra fe.

La última promesa es: “impondrán las manos sobre los enfermos y estos quedarán sanos”, lo cual se ha cumplido a lo largo del tiempo con infinitas curaciones milagrosas que suceden con la fe, pero también acontece con el sacramento de la Unción de los Enfermos, que siempre cura a los enfermos de sus pecados, los fortalece para enfrentar sus dolencias y en múltiples casos los alivia corporalmente de las mismas.

Es parte de nuestro credo afirmar que Jesús está sentado a la derecha del Padre, y el evangelio de hoy dice: “El Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios” (Mc 16, 19). Ese estar “sentado” significa reinar desde su trono y enseñar desde su cátedra. San Pablo en su Carta a los Efesios, en el pasaje que hoy escuchamos en la segunda lectura, dice de una forma clara y categórica: “Con esta fuerza resucitó a Cristo de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, por encima de todos los ángeles, principados, potestades, virtudes y dominaciones, y por encima de cualquier persona, no sólo del mundo actual sino también del futuro” (Ef 1, 20-21).

En la medida en que cada gobernante y cada candidato reconozca de verdad esta supremacía de Cristo, México y el mundo podrán eliminar toda injusticia y corrupción. En la medida en que cada uno de nosotros acepte también esta preeminencia de Cristo, nuestra vida cambiará en el mejor de los sentidos; así tendremos una paz y un gozo que nadie nos podrá arrebatar.

Cristo subió al cielo llevando con él nuestra humanidad, como anticipo de todos los hombres y mujeres que poco a poco iremos subiendo allá para reinar junto a él.

Ojalá que el próximo día 15 de mayo, los maestros de todos los niveles de enseñanza pasen un día muy feliz, y que el único Maestro de todos les dé la prudencia, sabiduría y fortaleza necesarias en la conducción de los niños, adolescentes y jóvenes, recordando siempre que son colaboradores de los padres de familia, los cuales son los primeros y últimos responsables de la educación de sus hijos.

Tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!

 

+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán

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