Homilía Arzobispo de Yucatán – V Domingo del Tiempo de Cuaresma, Ciclo C

HOMILÍA
V DOMINGO DE CUARESMA

Ciclo C
Is 43, 16-21; Flp 3, 7-14; Jn 8, 1-11.

“Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra” (Jn 8, 7).

 

Ki’óolal lake’ex ka t’aane’ex ich maya, kin tsik te’ex ki’imak óolal yéetel in puksi’ikal. Bejla’e le Ma’alob T’aano’ Ku ya’alik to’on u Ch’a’a óotsilil Yuumtsil, ti’ jum túul Ko’olel k’ebanchajan, ba’ale’ Ku ya’alik ti’ xane’ ma’ u ka k’ebanchajak; yéetel Ku ya’alik ti’ le máaxo’ob tak u ch’inko’ob le ko’oleló: le máax minan tí mix jun p’éel k’eban, u ch’in u yáax tuunich.

 

Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor, en este quinto domingo de Cuaresma. En el evangelio de hoy, según san Juan, tenemos que remarcar dos realidades en Cristo: su oración y su misericordia.

El pasaje comienza diciendo que Jesús se retiró al Huerto de los Olivos, y que al amanecer se presentó de nuevo en el templo. Con esto se entiende que Jesús se pasó la noche en oración o al menos una buena parte de ésta. Recordemos que luego, en ese mismo lugar, el Señor hará oración después de la última cena para prepararse a su pasión y muerte.

Alguien pudiera extrañarse de que Jesús necesitara de la oración, así como muchos quizá creen que no necesitan orar. Pero pensemos con lógica. Las personas que se aman gozan de estar juntas, pareciera que nunca se les acaba la plática; aún cuando se quedan en silencio, todavía pueden estar en comunicación amorosa.

Es por eso que el Hijo de Dios, que estaba y está siempre en comunicación permanente con el Padre, gustaba de pasar largos ratos en la presencia del Padre, sin hacer otra cosa que eso. No hay quien se ame más que las tres Divinas Personas, que se aman con amor eterno y perfecto, con un amor que es deseo y modelo para las personas humanas creyentes.

La oración la necesitamos todos los cristianos para cumplir las tareas diarias con amor. La oración nos fortalece en los momentos de mayor debilidad; nos alcanza la sabiduría que ilumina los momentos más oscuros de nuestra vida; nos hace tomar el lugar que nos pertenece y darle su lugar a Dios. La oración es fuente de gozo y de paz, y en medio de toda tribulación nos alcanza el consuelo que necesitamos; nos ayuda a conocer la voluntad de Dios; nos dispone para la misericordia y ablanda nuestro corazón para encontrarnos debidamente con el prójimo.

La oración que Jesús hizo aquella noche, lo dispuso humanamente para actuar con sabiduría y con misericordia a muy temprana hora, como vemos en este pasaje.

En el templo Jesús estaba sentado enseñando a la multitud que se le acercaba aquella mañana. “Entonces los escribas y fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en flagrante adulterio, y poniéndola ante él, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú que dices?” (Jn 8, 3-5).

Por cierto, qué ley tan dispareja, que manda apedrear a la mujer adúltera, pero no estipula el mismo castigo para el hombre adúltero. Esta ley imperfecta estaba impregnada del machismo de aquella época. En la mentalidad actual permanece en muchos el machismo, al pensar que en este tema hay que ser implacable con la mujer y en cambio tolerantes con el hombre. Incluso hay algunas mujeres que así lo piensan equivocadamente, y aún más, todavía hay quien le aplaude a los hombres que tengan este tipo de “aventuras”.

Todo esto es muy penoso, pero también es vergonzoso que algunas mujeres piensen que tienen el mismo “derecho” a la infidelidad. El machismo y el feminismo no humanizan, uno por abusar y otro por buscar una igualdad que termina siendo denigrante para la mujer. No hay nada como la fidelidad en el matrimonio, que busca más que aguantar, amar como Cristo nos amó y nos sigue amando.

Si Jesús hubiera respondido que no apedrearan a la mujer, sino que la perdonaran, lo habrían acusado de violar la Ley de Moisés; y si hubiera dicho que la apedrearan, lo habrían acusado de contradecir sus propias enseñanzas sobre el perdón y la misericordia; sin embargo Jesús no respondió ni una cosa ni la otra.

Primero los ignoró, poniéndose a escribir en el suelo con el dedo (por supuesto que era piso de tierra). Algunos estudiosos han pensado qué tal vez se puso a escribir por tierra algunos de los pecados de los acusadores; aunque el evangelio no lo dice. Cuando le insistieron pidiendo una respuesta, Jesús se incorporó y les dijo: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra” (Jn 8, 7).

Nadie se atrevió a tirar la primera piedra. Todos se fueron retirando uno a uno, comenzando por los más viejos. Entre más hemos vivido, más tenemos de qué arrepentirnos y de qué pedirle perdón a Dios. Cada día que vivimos tenemos el peligro de ofender nuevamente al Señor, el cual cada día nos pone “su otra mejilla”. Por otro lado, en cada día que vivimos tenemos la oportunidad de amar a Dios y a nuestro prójimo.

Jesús no cayó en la trampa, no caigamos tampoco nosotros en el engaño del pensamiento mundano de los que se creen con derecho a juzgar y a condenar; de los que piensan que no hay pecados y que cada quien es libre de hacer lo que quiera. Un buen cristiano reconoce el pecado donde quiera que alguien ofende a Dios, pero ante todo reconoce la grandeza de un Dios misericordioso dispuesto siempre a perdonar a todo el que se arrepienta.

Mientras todos se retiraban, Jesús se volvió a agachar para continuar escribiendo en el suelo. Cuando se quedó sólo la mujer con Jesús, se levantó y le preguntó a ella: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado? Ella le contestó: Nadie, Señor. Y Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno. Vete y no vuelvas a pecar” (Jn 8, 10-11).

Fijémonos bien que Jesús no consiente el pecado, y que envía a la mujer para no volver a pecar; ya que muchos manipulan este pasaje para defenderse y se quedan sólo en la primera parte, diciendo a quien los acuse o critique: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que tire la primera piedra”. Pero les falta la segunda parte: estar de pie junto a Jesús y aceptar el envío para no pecar.

Nos vamos acercando ya a nuestra fiesta de la Pascua. El próximo fin de semana celebraremos el Domingo de Ramos. Pongamos todo nuestro empeño en esta semana para vivir los últimos días de la Cuaresma purificándonos de pecado, acercándonos al Señor y a nuestro prójimo.

Oración por el Matrimonio Natural

Padre bueno, que en la familia de Nazaret
mostraste en plenitud tu voluntad de hacer partícipes
al hombre y la mujer de la obra de tu creación
e instrumentos de tu amor,
al confiarles la responsabilidad del futuro de la humanidad
mediante la transmisión de la vida humana;
pedimos hoy la luz de tu Santo Espíritu
en este momento histórico de Yucatán y de nuestra patria;
para que como Iglesia sepamos proclamar el evangelio de la familia,
anunciando el amor que promueve la dignidad del matrimonio natural
y no nos limitemos a defenderlo como una doctrina fría
contra ideologías que niegan la diferencia y reciprocidad natural
entre el hombre y la mujer.

Que nuestro anuncio y defensa supere
las palabras y discusiones que nos dividen
y encuentre su fuerza y unión en el testimonio
de la vida plena de los cónyuges cristianos.

Que tu Santo Espíritu ilumine las mentes
y mueva los corazones de nuestros gobernantes.

Te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret.

Amén.

 

Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!

 

+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán

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